Un paseo por La Puebla de Castro
La Puebla de Castro, una agradable e interesante población situada en el interfluvio de los ríos Ésera y Cinca al sur de la Comarca de Ribagorza, cuyo casco urbano se halla ubicado sobre un dominante altozano de una extensa llanura y controlando el paso de la sierra de Ubiergo, que no deja de ser una prolongación de las de Estada y de la Carrodilla, con unos grandes afloramientos de tipo calcáreo de la era mesozoica y de la época del eoceno marino, que viene a comunicar las cuencas de los ríos Cinca y Noguera Ribagorzana. Este pueblo, tiene muchas cosas que ver, pero las más importantes, aparte de las iglesias de Santa Bárbara (la parroquial) o la de Santa María (que hace las veces de capilla del cementerio), son la ermita de San Román de Castro, el cerro del Calvario y, por supuesto, los yacimientos de la ciudad romana de Labilotosa, ¡y a ello nos hemos puesto!
Este ha sido el lugar elegido en el día de hoy, 8 de febrero de 2016, para completar una de nuestras pequeñas excursiones senderistas semanales, ajustándonos a la Ruta Circular 16 – Yacimiento de Labitolosa de los Senderos de Ribagorza, y aun cuando es un recorrido que ya hemos efectuado en otras ocasiones, siempre gusta poder repetir y contemplar los bellos parajes que nos depara esta zona de Ribagorza, con unas excelentes vistas del pantano de Barasona y de su entorno, teniendo como fondo la impresionante cordillera pirenaica, sobre todo hoy que estaba cubierta de nieve.
Iniciamos la caminata justo al final del carril-bici en lo que es el Subenuix, y nos dirigimos a coger la senda que parte desde la misma N-123 y por la que ascenderemos hasta tomar un antiguo camino, todavía empedrado en algunos de sus tramos, que nos llevará a enlazar con la pista de subida a la ermita de Castro. Mientras tanto hemos disfrutado de unas buenas vistas panorámicas.
Llegamos al entorno de la ermita, una prominente localización que domina el Congosto de Olvena, donde todavía persisten las ruinas del antiguo hábitat de Castro (justo enfrente, al otro lado del río, se hallan las ruinas de Lumbierre). Como venía siendo habitual en este tipo de distritos castrales, siempre polarizados sobre unos enriscados complejos fortificados y que habitualmente compartían espacio iglesia y castillo (véase también Fantova, Perarrúa, Viacamp, Panillo, …. ….). Lo que es el antiguo poblado, Castro, fue abandonándose de una manera paulatina, entre los siglos XV y principios del XX, en beneficio del nuevo asentamiento de La Puebla de Castro, que fue documentado por primera vez a principios del siglo XIV al igual que el de La Puebla Fantova, por lo que tienen un origen bastante paralelo (fue a partir del siglo XIII, cuando comenzaron a proliferar unos nuevos lugares para establecerse y acoger los crecimientos demográficos y agrarios de la época, que llegaron a recibir, por lo general, el sobrenombre de “puebla” –derivado de poblar o populare-, los cuales fueron impulsados desde el poder para ir atrayendo a nuevos pobladores).
El castillo de Castro data del siglo XI, del que quedan unos pocos restos, y fue centro de la Baronía de Castro que fue creada por Jaime I en favor de su hijo, Fernán Sánchez de Castro (Primer Barón de Castro), como recompensa por la toma de Valencia. Dado lo disperso de sus ruinas el castillo debió alcanzar grandes dimensiones.
Junto a los restos del castillo, se halla la esplendorosa ermita románica de San Román de Castro (siglo XII), de nave única y ábside semicircular cubierto con bóveda de cuarto de esfera y decorado con pequeños arquillos en su exterior, típico del estilo románico-lombardo. En su interior destaca la decoración pictórica del alfarje del coro situado justo a la entrada del templo; las pinturas que decoran el mismo hacen referencia a temas heráldicos (en el que se repiten varias veces las armas de las primeras generaciones de la casa de los Castro), motivos de animales que reflejan las influencias de los bestiarios medievales (Libro de las Maravillas del Mundo, de Juan de Mandesielle), de tipo vegetal (atauriques) y geométricos, además de representaciones humanas y escenas historiadas.
Este alfarje es de principios del siglo XV, soportándose sobre un arco escarzado y rebajado y en unas ménsulas de madera decoradas con figuras humanas.
Justo en el arranque de las bóvedas, destaca una imposta ajedrezada que recorre las paredes interiores. En cuanto a los capiteles que decoran el ábside por su parte interna, dos de ellos están historiados y los otros dos decorados con motivos vegetales.
Desde este lugar se obtiene una buena perspectiva de lo que es el Congosto de Olvena, concretamente sobre la partida El Remosillo donde a los pies de sus verticales paredes se encuentra un abrigo de pinturas rupestres; no muy lejos de allí, en la margen izquierda del río, se encuentra El Forau de Caballera o Cueva de las Campanas. Ambos relacionados con ocupaciones del Neolítico. (En el mismo congosto, pero ya en el término municipal de Olvena, tenemos la Cueva del Moro un conjunto kárstico con ocupación desde finales del Neolítico antiguo y considerado como uno de los principales yacimientos neolíticos de la provincia).
Nos adentramos en el casco urbano de La Puebla de Castro, dando un paseo por sus calles. No visitamos el interior de la iglesia de Santa María (siglo XIII) ni tampoco la parroquial de Santa Bárbara (siglo XVI), en cuyo interior se halla el estupendo retablo originario de la ermita de San Román de Castro (siglos XV/XVI), lo cual queda pendiente para otra ocasión.
También nos acercamos a ver el Pozo de Hielo (siglo XVII/XVIII), pero nos defraudó por la situación de abandono en que se encuentra, donde la vegetación espontánea ha hecho acto de presencia. Sobre los “Pozos de nieve y hielo” tengo hecha una referencia en este mismo Blog: Nuestro patrimonio cultural – apuntes sobre el patrimonio.
Una vez hecho el recorrido por el interior de este bonito y muy bien conservado pueblo, nos dirigimos hacia el Cerro del Calvario. Sobre La Puebla de Castro, tengo unas acrecentadas querencias, pues mi mujer es de allí nacida y tengo una hija que reside en él, así que sólo puedo hablar bien del mismo.
El Cerro del Calvario se halla situado sobre una elevación rocosa que destaca sobre todo el contorno paisajístico, teniendo que atravesar una zona de esquistos metamórficos para subir al mismo. Su lado norte culmina en una cresta rocosa de tipo calizo, que caen casi a plomo en muchos de sus puntos. Es un lugar estratégico para dominar una amplia superficie de llanura y piedemonte de las tierras elevadas del interfluvio Cinca-Ésera (términos de La Puebla de Castro, Ubiergo y Secastilla, la antigua e inundada vega de Barasona y los llanos del valle del Sarrón), siendo, además, un punto de referencia visible desde cualquier sitio de los lugares descritos. Es por lo tanto un lugar idóneo para la implantación en la Antigüedad y Edad Media de un asentamiento castral.
Sobre este mismo lugar, en el siglo X se construyó una complejo andalusí levantado sobre otras ruinas precedentes de anteriores hábitats. Fue abandonado durante los siglos XI/XII. Un recorrido por el mismo nos muestra una serie de mantos arcillosos, junto a las bancadas de piedras que hacían de soporte a las casas o edificios allí existentes, que identifican la descomposición de antiguos muros tapiales de tierra. El alcázar aquí existente resultó expoliado y despojado de sus originales materiales pétreos para reutilizarlos en otros lugares supuestamente. Antes de la construcción del recinto fortificado de principios de la Plena Edad Media, estuvo ocupado por lo menos en otras dos ocasiones, una a mediados del siglo I (iberromana) y otra Alto Medieval, anterior al siglo X (asentamiento rural andalusí de la región de la Barbitaniya, en el norte de lo que fue la Marca Superior de al-Ándalus).
En cuanto a los restos de la cercana ciudad romana de Labitolosa (mediados del siglo I, hasta finales del III) situada a los pies del Cerro del Calvario, todavía en fase de excavación, fue un municipio que se desarrolló extraordinariamente a partir de las medidas municipalizadoras adoptadas en la época Flavia. Ocupaba una extensión de 10 Ha. Al igual que el cercano Cerro del Calvario, su elección fue debida a su perfecta ubicación de control de territorio y caminos que lo surcaban.
Puede visitarse la Curia, lugar de reunión del “senado local”, en el que estuvieron colocadas las inscripciones honoríficas en torno a Marco Clodio Flacco (las que existen en el yacimiento son copias, pues las originales se conservan en el Museo Arqueológico Provincial de Huesca), el cual fue el gran benefactor del municipio. Hay quién llega a interpretar que los restos de este edificio son los de un antiguo templo elevado al Genio municipal. Marco Clodio Flacco fue magistrado, sacerdote, juez y gran benefactor de Labitolosa. Justo al lado de la Curia se hallaba el Foro, todavía en fase de excavación.
El impresionante recinto de las Termas I, cuya cubierta se apoya sobre una buena estructura metálica, nos permite tener una excelente aproximación de lo que fueron los sistemas de calentamiento y de circulación del aire caliente. Se distinguen perfectamente lo que fue el “frigidarium” (sala fría), el “tepidarium” (zona central e intermedia), el “caldarium” (sala caliente), así como los “labrum” (piscinas adyacentes); puede apreciarse la ubicación del “praefurnium” (horno) con sus instalaciones anexas de distribución de aire, el “hipocaustum” (zonas de distribución del aire caliente y su posterior ascensión por las paredes para calentar las salas, mediante sistema de conductos tallados en los sillares de arenisca de los muros, los cuales se cerraban con placas de cerámica sujetas a la pared con tubos separadores, clavos de hierro y placas de plomo); en su parte delantera, cara sur, existía el “solárium” (una terraza para tomar el sol o para la práctica de algún ejercicio gimnástico debidamente pavimentada en opus spicatum).
Junto al recinto de Termas I, existen las ruinas de lo que fue el edificio de Termas II, cuya distribución en cuanto a estancias es muy similar al anterior.
Durante las excavaciones llevadas a cabo, hasta el momento, en esta antigua ciudad romana se han encontrado multitud de objetos, en buena parte fragmentos de cerámica común de utensilios de uso cotidiano, aunque también restos arquitectónicos de molduras, ladrillos, tejas, etc., y monedas de las épocas Julio-Claudia y Antonina.
Esta ciudad romana, desde los comienzos del siglo XVIII (como consecuencia del incremento demográfico que se estaba produciendo), fue reconvertida y transformada en parcelas agrícolas para el cultivo de cereales y plantación de olivos y almendros, para cuyos muros de contención se utilizaron los bloques de piedra que se obtenían sistemáticamente de las ruinas del entorno. Solo hay que echar un vistazo por los alrededores para poder percatarse de ello.
Para finalizar el recorrido, descendemos hasta la nueva urbanización “El Mirador de Barasona”, dejando a nuestra derecha el barrando de Font Salada, que como su propio nombre indica es de agua salada (al parecer, hubo por los alrededores algún pequeño salinar hoy totalmente desaparecido). Una vez en el carril-bici, completaremos el recorrido hasta el Subenuix, lugar de inicio y final de nuestra etapa.
Por no extenderme más sobre el comentario de esta ruta, para las reseñas sobre lo que es el embalse de Barasona y el Canal de Aragón y Cataluña, me permito sugerir los siguientes enlaces de este mismo Blog, en los que ya hice referencia sobre el particular:
“Ruta de los aljibes y silos. Albelda”
“Pueyo de Santa Cruz – Valcarca – Binaced”
“Fonz – Cofita (circular)”