Ruta entre Fiscal y Sasé
Una ruta circular por la costera de La Solana de Burgasé, entre Fiscal y Sasé. Subida por el antiguo camino de acceso, con buenas vistas sobre el Valle del Ara y las sierras de Canciás y del Gabardón.
26-jul-23 — Distancia: 12’3 km — Desnivel acumulado: 636 m
Estamos en lo que se llama la Región Subpirenáica, que poco tiene en común con la Pirenáica, pues no hay agudos picos rodeados de heleros, ni inmensas moles montañosas, ni es tan vistosa y llamativa, pero sí es bonita e imponente. Aquí empieza a formarse lo que es la “depresión media”, con un luminoso valle del Ara abriéndose paso entre materiales blandos, como las margas y areniscas, que datan del Período Terciario. Nos contempla la espectacular Peña de Canciás que abre paso al valle, con unos cabalgamientos y conglomerados de hace unos 25/30 mills/años. Hasta los Llanos de Planduviar, a la altura de Sarvisé, no muy lejos de aquí, llegaron las lenguas de hielo de los glaciares que descendían por los valles pirenaicos.
Fiscal
Bonito pueblo, cabecera de esta parte del valle del Ara, que fue el punto de inicio y final de nuestro recorrido. Cabeza de municipio de un buen número de pequeñas poblaciones y de varios núcleos deshabitados.
El sendero PR HU-42, en constante subida, nos llevará hasta nuestro objetivo: que es visitar el pueblo de Sasé. Nada más empezar, una borda en buen estado, ya nos da la bienvenida.
Un antiguo camino que unía a los pueblos de Sasé y Fiscal, entre quejigos y pinos que, poco a poco, nos ayuda a ir ganando altura. Un camino por donde bajaron los últimos habitantes del pueblo de Sasé cuando tuvieron que abandonarlo. Las vistas sobre el Valle del Ara, escoltado por las sierras de Canciás y Garbardón, son preciosas; como si se tratara de una profunda fosa abierta por el río Ara con su típica formación en forma de “U”, fruto de la erosión de los hielos y de las inmensas masas de derrubios que por aquí se transportaron, y siguen transportándose, procedentes de las cabeceras fluviales.
La Solana es un territorio expuesto al mediodía, con más de una docena de pueblos esparcidos entre montes y barrancos, la mayoría del tiempo secos. Se halla enclavada entre los valles de Broto y Vió, y la ribera de Fiscal. Posiblemente, sea la zona que guarda en sus entrañas la mayor concentración de núcleos deshabitados sufrida por la Comarca de Sobrarbe durante la segunda mitad del siglo XX. Deambular por estas pequeñas aldeas y pueblos, que se quedaron anclados en el tiempo, también tendrá su encanto, unos lugares donde la historia y la nostalgia llegan a darse la mano con la naturaleza.
Sasé
Un pueblo que tuvo su vida, que llegó a contar con más de ciento cuarenta habitantes, que tuvo más población que el propio Fiscal. Unos estrechos bancales, que ya están en las últimas, destrozados por las repoblaciones forestales y donde la vegetación campa a sus anchas, nos anuncian que nos estamos acercando.
Grandes muros de piedra sujetando la montaña y que desafían la gravedad, van dando forma al camino, unos caminos que están en el más absoluto de los abandonos y que cada vez se van estrechando más y más; su falta de mantenimiento acabará por llevarse por delante estos estrecho tramos que, en algunos puntos, se han vuelto un tanto peligrosos, sobre todo para los que padecen de vértigo. Llama la atención como el sendero se iba adaptando al terreno mediante la construcción de unos espectaculares muros de piedra para ir salvando los desniveles; gran trabajo.
La llegada al pueblo, es anunciado por unos grandes muros de piedra que jalonan el camino, además de un perro que nos salió a dar la bienvenida y meneando alegremente la cola. No vimos a nadie, aunque por los restos que hallamos seguro que alguien vivía por allí.
Sasé fue un pueblo que tuvo vida durante mucho tiempo y que de humilde tuvo poco, al que el cultivo de la patata le reportó pingües beneficios en los siglos de su mayor esplendor. Hoy en día, está invadido por la maleza. Durante los años 90 fue okupado por el movimiento “Colectivo Colores”, que terminaron por tener problemas con la administración.
Una esbelta torre de la iglesia, de San Juan Bautista (cuyos orígenes se remontan al siglo XII) preside lo que fue la plaza mayor. Unas piedras bien trabajadas y a escuadra, con su campanario defensivo y aspilleras en los cuatro paños, que fue transformada allá por el siglo XVI debido a las guerras con Francia y las continuas incursiones de los franceses.
En lo que fue la antigua plaza de la iglesia, se halla la fuente del pueblo, pero en la que ya no baja agua.
Impresionante la cuenca excavada por el Barranco Santiago, recolector de las aguas que drenan la gran cubeta dominada por las Puntas a Corona os Fobions (1934 m), Corona (1942 m) y Sueiro (1954 m), que, a su vez, hacen de barrera protectora de los vientos pirenaicos.
El camino de vuelta lo hacemos por una pista rodada hasta coger una senda que nos llevará directamente hasta la restaurada ermita de San Miguel. La senda es prolongada y atraviesa un espeso bosque de repoblación; mucha piedra suelta y piñas por el suelo que pueden hacerte resbalar, hay que prestar atención.
Una vez en la ermita de San Miguel, cogemos el antiguo camino que la une con Fiscal y que, en algunos de sus tramos, todavía permanecen restos de empedrado. Es una bajada fuerte y con mucha piedra suelta.
Resumiendo, es una ruta bonita, con buenas vistas en todo momento, pero en la que, en algunos tramos, hay que estar atentos; la erosión ha estrechado el camino con un gran vacío a nuestros pies.