Ruta entre Villanueva de Sigena y Alcolea de Cinca
7-Marzo-2016 – (16 km)
El día comenzó un poco lluvioso, pero a medida que fue transcurriendo la mañana el sol ha terminado por hacer acto de presencia. Un recorrido por el interfluvio de los ríos Alcanadre y Cinca, entre dos Comarcas, la de Los Monegros y Cinca Medio, desde Villanueva de Sigena a Alcolea de Cinca.
La caminata por unos caminos de servicio y de acceso a fincas, y un terreno bastante llano y muy asequible para la práctica senderista, pues, solo al final, la senda de bajada a Alcolea de Cinca por las pronunciada ladera de las ripas ha supuesto un acusado desnivel, pero sin ningún tipo de contratiempo. Hemos comenzado la andada junto al Monasterio de Sigena para dirigirnos después hasta Villanueva de Sigena, y una vez realizado el pertinente recorrido urbano, emprender el camino que nos iba a llevar a nuestro destino final del día, Alcolea de Cinca, pasando por unas grandes extensiones de fincas puestas en explotación gracias al regadío.
Antes de ponernos en movimiento, junto a la entrada del Real Monasterio de Santa María de Sigena, los componentes de la andada, y que formamos parte del autodenominado grupo de “Caminantes de Alpargata”, hemos hecho un pequeño acto reivindicativo para que se produzca la devolución de las pinturas y otros bienes que se hallan en Cataluña, concretamente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña y en el Museo de Lérida. Al respecto hay sentencias del Tribunal Supremo que ordenan devolver los bienes al Monasterio de Sigena, y que, hasta el momento, Cataluña se llama andana.
El Monasterio de Sigena, declarado Monumento Nacional, fue fundado en el siglo XII por doña Sancha, esposa del Alfonso II, y está considerado como uno de los primeros conventos femeninos de la Orden de San Juan del Hospital. Fue también panteón real. Ubicado en lugar estratégico, por ser un lugar de paso obligado y cruce de caminos que llevaban desde Huesca o Barbastro hasta el Ebro, a Fraga o a Lérida, siendo, además, punto equidistante de Zaragoza, Huesca, Barbastro y Lérida. Surgió como un foco repoblador de primera magnitud.
En 1936, este monasterio fue pasto de la llamas durante varios días, desapareciendo gran parte de su estructura y sufriendo una inmensa pérdida de obras y pinturas artísticas que albergaba en su interior. El incendio redujo prácticamente a cenizas un patrimonio artístico de incalculable valor.
Muchas de las pinturas que persistieron y cubrían la Sala Capitular, fueron arrancadas y trasladadas al Museo Nacional de Arte de Cataluña, donde actualmente se encuentran expuestas. Entre los años 1983 y 1994, la orden religiosa de Jerusalén, que ocupaba por aquel entonces el cenobio procedió a la venta de una serie de piezas de arte a la Generalitat de Cataluña, que fue declarada nula de pleno derecho por los tribunales, aunque los bienes todavía no se han devuelto. (Al respecto solo cabe preguntarme lo siguiente: “”Si los bienes hubieran sido catalanes y se hallaran depositados en Aragón, con fallos de los tribunales ordenando la devolución de los mismos, es decir, justo la misma situación, pero a la inversa””, ¿Qué es lo que hubiera sucedido ya ….?).
La visita al pueblo natal de Miguel Servet (Villanueva de Sigena -1511- / Ginebra.Champel -1553-) era más que obligada. Recorrimos su casco urbano y pudimos contemplar la fachada de la casa (siglo XVI) donde nació el insigne teólogo reformista y médico, que fue acusado de hereje por el propio Juan Calvino y denunciado ante la Inquisición de Lyón siendo condenado a morir en la hoguera junto a sus libros, extramuros de la ciudad de Ginebra. En dicha casa natal, se halla ubicado el “”Instituto de Estudios Sijenenses Miguel Servet””. Es recomendable su visita.
La iglesia parroquial de Villanueva de Sigena, Santo Domingo y San Salvador, de estilo gotíco tardío, estuvo vinculada inicialmente a las posesiones del monasterio.
Nos encontramos en lo que podría considerarse como la zona o punto de confluencia de tres Comarcas, Los Monegros, Cinca Medio y Bajo Cinca, donde se ha desarrollado una compleja red de caminos de servicio y de acceso a la fincas, y en lo que es un territorio que ha sufrido grandes transformaciones debido a la implantación del regadío, cuyas aguas se distribuyen a través de acequias que se nutren de los canales de Terreu y Pertusa, los cuales, a su vez, son abastecidos por los canales principales de Monegros y del Cinca.
Durante el trayecto hemos podido ver grandes y monótonas extensiones de terreno, artificialmente allanadas y aterrazadas, donde proliferan plantaciones de árboles frutales (melocotoneros, manzanos, perales, kiwis, …. ….), todas ellas con riego localizado y con unas grandes balsas de aprovisionamiento y regulación de agua por sus alrededores. Hemos pasado también por fincas destinadas al cultivo del arroz, y por otras muchas, donde el forraje y el cereal son las principales producciones, aunque en estas últimas todavía se prodiga el riego por inundación, por lo que hay todavía mucho que hacer en cuanto a mejora y modernización de los riegos con el consiguiente ahorro de agua.
Una vez hemos superada la zona regable, nos hemos adentrado en lo que es territorio monegrino puro y duro, con su típica vegetación esteparia, donde el paisaje se imprega de un color parduzco y donde el cultivo que prevalece es el cereal de secano.
Superada la línea divisoria de las vertientes de ambos ríos (Alcanadre y Cinca), se nos abre una gran panorámica paisajística en la que se puede divisar las grandes planicies de la provincia y que corresponden a lo que es el Cinca-Medio, Somontano, Hoya de Huesca y Los Monegros. Todo un espectáculo de colorido, con las cumbres nevadas como fondo, y unas prolongadas llanuras de color verde donde destacan las grandes arboledas que forman los sotos de ribera de los ríos, destacando, además, la serie de cerros testigos y muelas que salpican todo el territorio y que le dan un carácter un tanto mágico. ¡Impresionante!
Si algo distingue a la población de Alcolea de Cinca, son las ripas, unos impactantes farallones rocosos que dejan a la vista toda una serie de horizontales estratos areniscos, una formación sedimentaria que llegó a impresionar al mismísimo Ramón J. Sender (Chalamera -1901- / San Diego.EEUU -1982-) como así hizo constar en su novela “Crónica del alba”, donde narra sus memorias y deja constancia de algunos capítulos de su propia vida, sus primeros amores, su compromiso político y su experiencia personal durante la guerra civil y en la postguerra; este escritor, nacido en el cercano pueblo de Chalamera, vivió la infancia en Alcolea, donde su padre actuaba como Secretario del pueblo y su madre era la maestra.
Otro gran escritor, Braulio Foz (Fórnoles -1791- / Borja -1865-), que además fue catedrático, cronista y periodista, en su obra maestra “”Vida de Pedro Saputo”” (considerada como la obra más importante de la narrativa aragonesa del siglo XIX, llegándola a catalogar como el “Quijote aragonés” por el ilustre Menendez Pidal), viene a describir en el entorno de las ripas de Alcolea una de las anécdotas más risueñas y picarescas de la novela: “”De cómo Pedro Saputo hizo el milagro de Alcolea”” (Muy brevemente y resumiendo voy a explicar cual fue: Dos ricachones del pueblo fueron a pedirle consejo y traza para poder vender un vino que se les torcía y no había medio ni esperanza para despacharlo, estando próxima la nueva cosecha. Pedro Saputo hizo pregonar en Huesca, en Barbastro, en todo el Somontano, por la Litera y Ribagorza, que iba a saltar desde las Ripas el día de San Miguel, y que se iba a producir un milagro. La víspera de San Miguel, el pueblo se llenó de gente forastera, hay quien dice que superaban las cuarenta mil almas. Utilizando algunas artimañas, el salto lo trasladó para el día siguiente, mientras tanto la gente iba comiendo y bebiendo el vino excedentario. Llegado el día, después de varios conatos y ademanes, arrojó su gabán diciendo a la muchedumbre ‘mirad como vuela’. Una vez tirada la prenda de vestir, echó a correr hacia el monasterio de Sigena donde había inmunidad y salvaguardia. Con este engaño consiguió acabar con todas las existencias de un vino sobrante que estaba a punto de estropearse).
Desde el “mirador de La Cruz”, enclavado en lo más alto de las ripas sobre lo que fueron los restos de una primitiva fortificación musulmana y reutilizados después como una ermita, ya desaparecida, se observan unas excelentes vistas de la ribera del Cinca y del propio pueblo de Alcolea.
El pueblo de Alcolea de Cinca (“Al qaliya”, que significa castillo), tiene un origen árabe y fue reconquistado a principios del siglo XII. El antiguo trazado urbanístico es el típico de su época, con una larga y angosta calle Mayor, a partir de la cual se van ramificando algunas de sus calles o callejones, donde se abren tres plazas, la Mayor, de las Cebollas o la placeta del Agua. Hasta principios del siglo XIX, el recinto estuvo amurallado. Es un territorio de señorío, que llegó a pertenecer a los templarios y sanjuanistas, y desde finales del siglo XVI perteneció a la Casa de Alba hasta la abolición de los señoríos en 1812. Durante largo tiempo, convivieron aquí las tres culturas, la cristiana, la musulmana y la judía.
El Ayuntamiento, del siglo XVI, antigua morada de los Alba, señores que fueron de la villa, fue un edificio multiuso, donde han llegado a estar ubicadas las cárceles, el almudí, las escuelas, el horno y la lonja. Destaca la iglesia parroquial, de San Juan Bautista (siglo XVIII), de un estilo neoclásico, que se levanta en el mismo solar que ya fue ocupado por una antigua iglesia medieval; su alta torre campanario, se halla rematada por un chapitel a modo de cúpula bulbosa.
El antiguo molino (siglos XVI/XVII), restaurado hace unos años, fue remodelado como central eléctrica a principios del siglo XX, aprovechando el salto de la llamada ‘Acequia de Alcolea’, una acequia que, en el siglo XII, los templarios hicieron entrega de ella a unos vecinos, junto a otras cosas, para que les sirviera de sustento al repoblar unas tierras en dicha villa).
La villa de Alcolea de Cinca la conocí hace ya muchos años, allá por mediados de la década de los setenta del pasado siglo, habiéndola visitado en bastantes ocasiones, y espero seguir haciéndolo muchas más veces, de la que guardo unos gratos recuerdos y en la que todavía conservo unos muy buenos amigos.
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