Ruta entre Cajigar, Treserras y Claravalls
Una ruta de ida y vuelta, entre el Plá del Moncho —Cajigar—, Treserras y Claravalls, pasando por los alrededores del Centro Budista “Palpung Samphel Choling”, en la aldea de Sampere.
10-nov-22 — Distancia: 19’4 km — Desnivel acumulado: 270 m.
Un recorrido por la parte más oriental de la Comarca de Ribagorza, enclavado entre la Sierra de Sis y el valle del Noguera Ribagorzana, que hace de línea divisoria con Cataluña. Territorio correspondiente a dos términos municipales: Monesma y Cajigar y Arén, limitando por su parte más meridional con el municipio de Puente de Montañana.
Una especie de canal ancha y poco honda, de altitud ligeramente superior a los mil metros y que ya hemos visitado en varias ocasiones (a continuación, se muestran los enlaces de entrada a otros Posts en el Blog).
- Ruta circular por Cajigar, con inicio y final en Casa Fornó
- Ruta circular entre Castigaleu y Cajigar
- Ruta por Cajigar e Iscles
Tierras de cultivo arenosas y de secano, dedicadas a cultivos del cereal y el olivo. Una pista rodada, que se ajusta a las antiguas coladas por donde transitaban los ganados, nos acercará hasta las estribaciones del Noguera Ribagorzana, mientras el terreno se hace cada vez más gravoso, de conglomerado, y se intercalan margas grises y amarronadas. Vertientes áridas con campos de cultivo reducidos y escalonados en suaves declives, en buena medida ya incultos y tomados por la vegetación.
Un territorio salpicado de casas solitarias y pequeñas aldeas, donde el sistema económico imperante durante muchos siglos fue la autarquía, la autosuficiencia, y que sucumbió a la llegada de los nuevos tiempos debido a la carencia de unas mínimas infraestructuras y de unos servicios mínimos, además de la falta de colaboración de las administraciones.
Iniciamos el recorrido cerca de Cajigar, en lo que llaman el Plá del Moncho; un lugar donde, al parecer, existió un templo regentado en sus inicios por un solo monje y que se consideraba como iglesia de peregrinación, con dos puertas para ganar el jubileo los peregrinos.
Bien visible tenemos al tozal de Monesma. Un lugar donde estuvo enclavado el castillo desde el que partieron las tropas cristianas para las conquistas de Benabarre, Lascuarre, Graus… en el siglo XI, todavía quedan algunos restos, aunque pocos. A sus pies, por la parte más oriental, queda recortada la aldea de El Puyol; justo al otro lado, por el oeste, se ve el conjunto de edificios que llegaron a conformar el núcleo de Las Badías en la segunda mitad del siglo XVIII, acogiendo allí la nueva iglesia, la escuela, la casa del Barón, el Ayuntamiento… la fuente e incluso el cementerio.
Treserras
Pequeño núcleo de casas diseminadas, algunas todavia habitadas. Es de destacar la iglesia de San Vicente, siglo XII, un bonito templo de estilo románico al que no se le presta ninguna atención y que tiene adosado la antigua casa de la Badía en estado ruinoso. Su frontal se halla en el Museo de Lérida.
Estamos ya en el termino municipal de Arén, el trayecto sigue por encima del lomo del Serrat de Solá, por una antigua colada que subía de Arén al encuentro de las cabañeras en Cajigar, es el interfluvio entre los barrancos de Treserra y el de Santa Lucía en el valle de Berganuy. Las vistas paisajísticas sobre el Pirineo, la Sierra de Sis y el Valle del Noguera Ribagorzana comienzan a ser impresionantes.
Claravalls
Un pueblo abandonado y arruinado, de carácter defensivo. Se levanta en lo alto de un promontorio, con unas buenas vistas paisajísticas. Destaca la que llaman la Casa Fuerte, sobre dos arcos rebajados de piedra soportando lo que pudo ser una galería (siglo XIV). Otro templo de estilo románico, con advocación a Nuestra Señora del Rosario (siglo XII) permanece allí impasible esperando un final más que previsible, pues no se le presta atención alguna.
Desde Claravalls, puedes disfrutar de una completa lección de orografía y sus relieves: levantamientos, crestas, plegamientos, cluses, escarpes, barrancos… además de todo tipo de modelados. Puede verse el pueblo de Arén.
Patrimonios abandonados, con sus viviendas y edificaciones auxiliares, que iniciaron hace tiempo el camino de la ruina, con sus tejados hundidos, estructuras defectuosas, paredes de adobe que se van deshaciendo poco a poco tras el paso de las tormentas. Casas con sus hogares a tierra y las chimeneas negras llenas de hollín, aunque apagados; comedores o salitas que lo fueron hasta no hace tanto tiempo; trasteros con ropas sucias, colchones agujereados, oxidadas camas metálicas con sus somieres… todo ello te hace pensar que la gente abandonó estos lugares con prisas o, quizás, pensaban volver algún día. Las escuelas están abandonadas, incluso sin marcos en las ventanas; resulta hasta difícil creer que hace unas pocas décadas allí hubo niños que iban a aprender las cuatro reglas. Quedan todavía viejas palomillas en las paredes, con pequeños trozos de los cables de la luz, como testigos de épocas pasadas; en las esquinas todavía permanecen aquellos viejos platos de las farolas revestidos de porcelana, aunque sin bombillas.