Ruta por el municipio de Montanuy
24-abr-2017 (10 km. Circular)
Paseo matinal para conocer algunos de los núcleos urbanos que componen el municipio de Montanuy, entre los valles de Castanesa y Barrabés por la Alta Ribagorza, lindando con la provincia de Lérida. Un recorrido por arrumbados caminos que ponían en comunicación a los pueblos entre sí o se utilizaban para subir a lo más alto de los bosques o de los verdes prados explotados comunalmente durante muchos años, y los que, durante largos tramos, todavía son flanqueados por unos persistentes y viejos tapiales.
El recorrido ha tenido como inicio y final el pequeño pueblo de Noales, pasando por los de Escané, Montanuy y Benifons, bordeando el Tozal del Chinebral (1526 m) donde se encuentra la ermita de San Aventín (1431 m), ajustándonos al circuito señalizado como PR HU-101 y cuyo último tramo es compartido con el GR-18. Una ruta exigente y de cambios de nivel, muy bien marcada y balizada por cierto, con un desnivel acumulado de 806 m, una altura mínima de 1028 m y la máxima de 1483 m.
Noales (1028 m):
Ubicado al comienzo del valle de Castanesa, una vez que has abandonado la carretera N-260. Aparte de su iglesia parroquial, de Ntra. Sra. de La Asunción (rehabilitada a mitad del siglo XX), destaca la Casa Llibernal, del siglo XIV/XVI, en la que sobresale un gran torreón defensivo y circular.
Escané (1269 m):
Un pueblo a mitad de la ladera meridional del Tozal del Chinebral, en su descenso hasta el río Baliera, que da la sensación de hallarse colgado. Se abre la panorámica paisajística, con espectaculares vistas sobre Basibé (2729 m), El Turbón (2492 m), Baciero (2115 m), Cotiella (2912 m), sierra de Sis (1790 m), y el cordal montañoso que nos separa del valle de Bohí. Una variada tonalidad de verdes, junto al gris de los abruptos relieves de las altas montañas, cubiertas sus cumbres por una blanca nieve, son los colores que impregnan el natural paisaje.
Destaca la pequeña iglesia de San Lupo (siglo XII/XIII) circundada por un modesto cementerio. El templo, de una sola nave, aunque está recogido y rehabilitado, carece de techumbre, siendo su suelo de losas de piedra; tan sólo se halla cobijada la zona del presbiterio.
Es de resaltar el color rojizo de algunas de las paredes de los edificios, siendo ello debido a la piedra caliza de color rojo que abunda por el territorio. Nos hallamos en la Zona de Las Nogueras, al sur de la Zona Axial, que viene a actuar como de enlace con la Unidad Surpirenaica, donde se da una franja de este tipo de roja caliza de la época del Devónico, durante el período Primario (hace unos 400 mills/años), a modo de pasillo entre Castejón de Sos, Laspaúles y Montanuy.
En el terreno en que nos hallamos, las vivencias siempre han estado marcadas por los periodos estacionales y una meteorología extrema, que iban acompasando los ritmos de las labores agrícolas y ganaderas en el devenir de los tiempos. Se suceden unos profundos bosques, en los que abunda el arbolado de todo tipo, destacando algunos ejemplares que bien pueden considerarse como de monumentales dada la magnitud de sus troncos y su amplia envergadura aérea.
Montanuy (1205 m):
Coincidiendo con el cambio de vertiente, pues pasamos de la del río Baliera a la del Noguera Ribagorzana, antes de llegar a lo que es el casco urbano de esta cabeza del término municipal, pasamos por lo que es el mirador de la Cámara, donde se halla el pilaret de San Miguel. Desde este lugar tenemos unas excelentes vistas de lo que es el valle de Barrabés y del cauce del río Noguera Ribagorzana, que hace de línea divisoria entre las provincias de Huesca y Lérida, entre lo que es la Comarca de Ribagorza aragonesa y la Alta Ribagorza catalana. (Delimitación territorial que se remonta a los tiempos del infante don Pedro, hijo del rey Jaime II, con motivo de la infeudación del Condado de Ribagorza. Corría el año 1322 y se dividió el valle de Barrabés, actuando el río Noguera Ribagorzana como línea divisoria a todo lo largo de su curso. No obstante a dicha división, el territorio siguió sujeto a la jurisdicción episcopal de Lérida).
Gracias a la amabilidad de unas vecinas del pueblo, pudimos visitar la iglesia de San Marcos (siglo XVIII), el edificio más representativo de la población. Nos dijeron que el templo había sufrido las consecuencias de la pasada guerra civil, en la que se destruyeron los retablos del altar mayor y de sus capillas laterales. Se conservan en su interior las imágenes de San Aventín, que antiguamente permanecía en la ermita de igual nombre, y la de la Virgen de Santa María de Bigüerri, que llegó a pertenecer a otra ermita de igual topónimo y que hoy está totalmente en ruinas.
Las vistas del valle de Barrabés (valle Arravense; vallis Arravensis o valle de Arro) son más que espectaculares, sobre el impresionante cordal montañoso que se extiende por la margen izquierda del río Noguera Ribagorza y que nos separa del cercano valle de Bohí, y sobre las impresionantes vertientes meridionales de los montes de Viella, surcadas por el profundo cauce excavado por el río.
Mirando con detenimiento el paisaje, nos preguntamos cómo serían las antiguas vías de comunicación en estos escabrosos territorios. Los grandes impedimentos orográficos, representados por unos estrechos congostos y unos desniveles abrumadores, dificultaban sobremanera atravesar estas montañas. La escarpada orografía, acompañada por una climatología adversa en muchas de las ocasiones, además del más que posible añadido de indeseados encuentros con salteadores de caminos, extremaban las contrariedades. Aunque muy peligrosas, estas rutas de paso siempre han conllevado unos permanentes intercambios de mercancías y de transmisión de ideas o de inventos, lo cual se incrementó notablemente a partir de la Edad de Bronce, aunque en tiempos del alto Neolítico y Prehistóricos ya existían.
Por aquí también han discurrido, desde hace centurias, las rutas de la trashumancia (hay algunas referencias de finales del siglo X al respecto). La llamada “Vía Carrale” remontaba la sierra de Sis para luego trifurcarse hasta los puertos de Bohí-Tahull, Valle de Arán o los montes de Castanesa. Por esta misma ruta, a través de los valles de Isábena y Barrabés, se iba también, pasando por el Valle de Arán, a los territorios del Midi francés, que llegaron a ser tributarios de la Corona de Aragón.
Aunque no lo podemos distinguir claramente desde nos encontramos, en lo que es el horcajo de los ríos Noguera Ribagorzana y Baliera, en la parte aragonesa, se halla la Casa Arro, lugar donde, existe la creencia, llegó a ubicarse el antiguo monasterio de San Andrés, el cual mantuvo su autonomía monacal hasta bien entrado el siglo XI para, posteriormente, ser relegado a un simple Priorato y quedar vinculado al cabildo catedralicio de Roda. Junto a los monasterios de Alaón y San Martín de Caballera, además de una serie de iglesias y otros bienes, durante el citado siglo XI ya estuvo vinculado a la sede de Roda de Isábena, convirtiéndose en el nexo que vinculaba los castros y terrenos de todo el valle. A principios del siglo XIV, todo el valle de Barrabés quedó transferido al obispado de Lérida. Hasta la Casa Arro, llegaba un camino real por el Coll de Causas, que proveniente de la collada de las Tozas y Pegá, pasaba también por Bonansa y Castarné.
Una vez visitado el pueblo de Montanuy, y a través de un espeso pinar, ascendimos hasta el collado de Benifons (1483 m), para desde allí iniciar el descenso que nos iba a llevar hasta el pueblo que le da el nombre.
Benifons (1194 m):
En el valle de Castanesa, desde donde se obtienen unas buenas vistas de las vertientes que lo conforman y de la Tuca de Basibé, así como de otros varios tozales de menor altura, pero que, como poco, superan todos los 2000/2500 m de altitud.
Su pequeña iglesia parroquial, es del pasado siglo, pues la tuvieron que hacer nueva al derruirse el anterior templo.
Un antiguo camino, por entremedio de una espesa vegetación que va alternando con amplios y verdes prados, nos llevará hasta nuestro destino final, Noales.
Seguiremos descubriendo el valle de Castanesa y sus aledaños, todavía tiene mucho que mostrarnos.