Ruta por Bergua – Barranco Forcos
Una ruta circular por el Barranco Forcos, con inicio y final en el pueblo de Bergua. Antiguos caminos de herradura que, salvando angostas gargantas rodeadas de misterios y de historias, comunicaban los pueblos del Sobrepuerto.
19-jul-23 — Distancia: 11’16 km — Desnível acumulado: 559 m.
Ya no resuenan as campanas,
ni se sienten cantar os gallos,
ni fumían as chamineras,
en os lugars y as pardinas.
Etrás d’as puertas trancadas
se quedón muitas historias,
chanzas, penas y glarimas.
…/…
(Continúa: sigue leyendo entrada en el blog “Homenaje al Sobrepuerto”)
Comenzamos en Bergua, un pequeño pueblo de esa “comarca natural” del Pirineo llamada Sobrepuerto y que se halla entre los ríos Gállego y Ara, limitando por su parte más septentrional con las estribaciones de la Sierra Tendenera y las tierras del Valle del Basa por su lado más meridional. El Sobrepuerto es un territorio entre dos Comarcas: Sobrarbe y Alto Gállego.
El Sobrepuerto fue un territorio lleno de vida hasta mediados del siglo XX, al que solo se podía acceder en mula o andando, que reparte sus tierras entre dos cuencas hidrográficas: la del Gállego, a través del barranco de Oliván, y la del Ara por medio del barranco de Otal y, precisamente, por parte de esta depresión es por donde vamos a realizar la excursión de hoy. Cuatro son las cumbres que sobresalen en este territorio: Pelopín (2007 m); Erata (2005 m); Oturia (1920 m) y Manchoya (2034 m); escoltadas por una sucesión de montes callados e impasibles, todos cercanos a los 2000 metros y que delimitan su cara norte.
Ver otras entradas en el Blog sobre el Sobrepuerto:
- Ruta entre el puerto de Cotefablo, Pelopín y Broto
- Ruta al Santuario de Santa Orosia
- Ruta entre Biescas y Yésero
Bergua
Un bonito pueblo, que bien vale la pena visitar. Enclavado en un privilegiado entorno paisajístico. Lugar de obligada salida del Sobrepuerto hacia el Valle del Ara. Aunque llegó un momento que casi quedó deshabitado, hoy vuelve a estar vivo, vive gente todo el año y se han recuperado algunas casas.
Iniciamos la senda de bajada, siguiendo las marcas del PR-HU 3 desde el pueblo hasta el ajuntadero de los barrancos a Pera y a Glera, a partir del cual se inicia el de Forcos ya camino del río Ara. El descenso, como todo el camino, es un estallido de colorido con una sucesión de paredes tapizadas por el musgo; el sendero es mullido y húmedo. El exuberante arbolado muestra sus mejores galas a la vez que disfrutamos de la belleza de unos rincones delicados; diversidad de aromas impregnan el ambiente, multitud de setas nos salen al paso (aunque desconocemos si son comestibles o no); se respira una humedad constante.
El camino se introduce entre un espeso hayedo que cubre las pronunciadas laderas. Una vez llegados al barranco Abé, se inicia un fuerte descenso siguiendo las marcas del PR- HU 117, por el antiguo camino que unía a los pueblos de Basarán y Escartín, que están separados por un angosto valle excavado por el barranco d’Otal, el cual, antiguamente, salvaban por un puente ciclópeo de una gran losa —le llamaba el “Puen d’as Crabas”— que desapareció a raíz de una gran avenida de agua.
El pueblo de Escartín, asoma en lo más alto de un cerro de abancaladas laderas, aunque reforestadas. Un pueblo que nos muestra allá a lo lejos sus esqueléticas casas, con su halo de misterio y de atracción, y el pico Manchoya a sus espaldas, que invita hasta el más reacio a que subas y recorras sus calles solitarias y de fachadas derrumbadas.
La climatología por estos lugares era muy dura. Su elevada altitud (superior a los 1000 metros en muchos casos) les hacía receptores de buenas nevadas y de fuertes tormentas.
Llama la atención el trazado de sus caminos, como se ajustan a las pronunciadas laderas, que es una pena se vayan perdiendo. Hace tan solo unas décadas, la gente transitaba por estos lugares, le supieron aprovechar sus peculiaridades, era gente sabia y trabajadora.
Los tajos excavados por los barrancos son colosales y es una delicia introducirse por las entrañas de la vegetación que los cubre: árboles y arbustos caducifolios, haya, pinos de replantación, fresnos, bojes, artos, gabarderas, … Una intensa humedad impregna el ambiente.
La senda de bajada, es un constante rumor de las aguas de los barrancos, unas aguas cristalinas que no desentonan con el paisaje. Se suceden las cascadas, algunas elegantes, los toboganes naturales, los pequeños saltos, … todo apropiado para los descensos deportivos, los pisos de flysch, nos encontramos con algunos chozos pastoriles, árticas y fajas ganadas a la montaña que ya no se trabajan.
Agua, roca, vegetación, musgos, … Hierofanía en su máxima expresión. Es imposible permanecer insensible ante tanta belleza. Unos enclaves que deben ser protegidos y conservados, como tesoro que son.
Un recorrido que hemos vivido y disfrutado, que nos ha enseñado muchas cosas y del que nos sentimos plenamente satisfechos. No nos despedimos de subir un día a Escartín, queremos volver a recorrer este entorno donde el silencio se ha adueñado de todo.
