Ruta por Torres del Obispo, Aguinaliu y Juseu
Una ruta circular con inicio y final en Torres del Obispo, pasando por Aguinaliu y Juseu / Chuseu.
6-dic-22 — distancia: 19’57 km — desnivel acumulado: 424 metros
Un recorrido por la margen izquierda de la pequeña cuenca hidrográfica del Barranco/Río Sarrón, por las estribaciones de la parte más septentrional de la sierra de la Carrodilla, dentro de lo que es el término municipal de Graus. Buenas vistas paisajísticas a nuestra disposición.
Territorio muy afectado por la crisis de la actividad rural a mediados del pasado siglo, unido a la falta de unas infraestructuras adecuadas y a la poca o nula colaboración de la administración para aportar unos mínimos servicios. Unos lugares en donde la gente acabó por marcharse porque las actividades imperantes de la época, tales como la agricultura o la ganadería, no eran suficientes. Luego vino el cierre de las escuelas, que fue la “puntilla final”; las poblaciones se convirtieran en “pueblos fantasmas”. Aunque muchas de las casas se hayan ido arreglando y manteniendo, permanecen la mayoría del tiempo cerradas y solitarias… otras muchas edificaciones no tuvieron “tanta suerte” y se vinieron abajo.
El cielo estaba encapotado por grisáceos nubarrones —durante la noche había llovido—, temperatura agradable y con buena visibilidad, aunque los altos montes se hallaban cubiertos por las nubes: era un buen día para caminar, aunque tuvimos que salvar algunos tramos embarrados; fue un buen día para disfrutar y emocionarnos con la belleza del paisaje y de ese policromado otoñal del arbolado, que viene a tapizar las laderas de la sierra… fue un buen día para recorrer caminos, sendas y cauces solitarios de los barrancos, donde podías llegar a sentir como el corazón se encabritaba en las cuestas… un buen día para tocar y sentir la fuerza de las piedras que delimitan los caminos, a la vez que contemplas el vuelo callado de algunas rapaces… Fue un buen día para saborear la naturaleza.
Pueblos en los que han ido apagándose las luces poco a poco y presentan unos retratos casi vacíos, sobre todo los de Aguinaliu y Juseu. Poblaciones que perdieron el pulso de los tiempos, que sufrieron en sus carnes la diáspora y el abandono, donde ya quedaron en el olvido los griteríos de los críos jugando por sus calles y los patios de las casas, con sus viejas escuelas vacías y abandonadas. Pueblos en los que ya no se suceden aquellos grandes encuentros familiares en los salones de unas casas en las que ya no vive nadie, aunque se conserve parte del mobiliario.
Unos caseríos asentados a orillas de los barrancos o riachuelos, por los que baja agua. Angostas calles ajustadas a lo sinuoso del terreno, de casas más altas que anchas buscando el sol para defenderse de los rigores invernales con sus falsas bajo las cubiertas de los tejados y algunas galerías en sus fachadas. Tejados con sus chimeneas apagadas pero llenas de hollín que, cuando asomaban los primeros fríos, comenzaban a emanar o a reactivar un bosque de grisáceos y negros humos que se retorcían a merced de los movimientos del aire, el cual, a su vez, se encargaba de transportarlos hasta acabar disolviendo. También algunos tejados hundidos y unas paredes de adobe que van deshaciéndose con el paso del tiempo, tormenta tras tormenta.
Sucesión de bancales, unos más anchos o estrechos… más largos o cortos. Muchos abandonados, otros aún se trabajan. Laderas recubiertas de una profunda vegetación que va ganando terreno. Antiguos caminos y edificaciones de piedra y adobes van siendo absorbidos; el arbolado se va adueñando de los espacios y las malas hierbas se apoderan de lo que antes, previsiblemente, fueron huertos y sembrados. Paredes de piedra que delimitaban los campos y los caminos, se van derrumbando, quizá por el paso del ganado o de la acción natural del tiempo, ya nadie las repara; unos caminos que tendrían mucho que contar en cuanto a idas y venidas de los vecinos y de otras gentes.
La recuperación boscosa nos demuestra que el monte no pertenece al ser humano en exclusiva, pues tan solo somos invitados circunstanciales condenados a pelear de forma esforzada y estéril con una selva terca e invicta. Los humanos siempre hemos convivido con los bosques y lo que hoy vemos es, en parte, fruto del trabajo. Aún pueden verse algunos frutales asilvestrados entre el follaje y el arbolado.
Viejos senderos que sucumbieron a la acción de las palas y algunos explosivos para hacer unas pistas más transitables. Algunos posiblemente impregnados de catástrofes y de historias de aquellos hombres y mujeres que se marcharon para no volver jamás. Un territorio donde se hizo mucho carbón vegetal.
Sucesión de barrancos surcando las laderas, las más de las veces secos, pero también con incipientes corrientes de agua surgidas de fuentes o manantiales, muchas veces ocultas entre la maleza. El barranco o río Sarrón (también llamado el “riu” en el habla local), es el principal colector de las aguas antes de verterlas al pantano de Barasona; drena una pequeña cuenca hidrográfica de caudales cortos y modestos recorridos.
Un territorio que sigue luchando contra viento y marea ante las decisiones de la administración y la indiferencia. Hay gente, con nombre y apellidos, con proyectos de vida para desarrollar aquí.
Otras rutas realizadas por los alrededores y publicadas en el Blog, son:
- Ruta Aguinaliu – Pico Buñero
- Ruta por Aler y el valle del Sarrón
- Ruta por Aguinaliu, Juseu y Torres del Obispo
- Ruta entre Juseu y Benabarre.
- Ruta entre Torres del Obispo y ermita de las Ventosas.