Ruta entre Santaliestra y Aguilar

Excursión matinal, el 9 de marzo de 2015,desde Santaliestra hasta el pueblo abandonado de Aguilar. Iniciamos una prolongada subida, con un desnivel aproximado de unos 400 metros, a través de una senda en aceptable estado de conservación, que nos llevó por una zona sombría y de abundante arbolado, apreciándose como la maleza va invadiéndolo todo poco a poco.
Esta trocha era, y es, la única vía de acceso al pueblo de Aguilar, pues no había otro modo de acceder al mismo. Aguilar quedó abandonado en la década de los sesenta, dada su inaccesibilidad y al carecer de los más elementales servicios.
A medida que íbamos ascendiendo las vistas paisajísticas eran muy bonitas, con una perfecta visión del estrecho valle que conforma el río Ésera a su paso por Santaliestra y las escarpadas laderas que lo encajonan, las cuales, además, tienen dibujadas unas marcadas cárcavas producto de la erosión a las que debemos prestar un mínimo de atención y no debemos dejar de ver.














Llegamos a Aguilar, núcleo abandonado en la década de los sesenta del pasado siglo, después de poco más de una hora y cuarto de prolongada ascensión. Este despoblado se halla ubicado estratégicamente en lo alto de la línea divisoria de los valles del Ésera y de Fantova; este último, el de Fantova, es un extenso territorio totalmente deshabitado circundado por la sierra de Esdolomada, el morrón de Güell y el castillo de Fantova, donde se hallan antiguos poblados abandonados como Abenozas, Torruella de Aragón, Bafaluy, Erdao, Centenera, La Corona y el propio Aguilar, todos ellos deshabitados a partir de mediados del siglo pasado producto del imparable avance industrial y el inevitable cambio de los tiempos.






La iglesia del pueblo de Aguilar, todavía se mantiene en pie, con la torre en buen estado y la que destaca todavía su campana que sigue aguantando el paso del tiempo. El edificio, como todos los demás del pueblo, está ya en fase de decadencia, con algún trecho ya en el suelo y ya sólo le falta esperar a que el paso del tiempo y la climatología hagan el resto para que caiga en ruina total.




En el interior del ruinoso templo todavía quedan allí imperturbables, y llenos de polvo, los bancos donde se sentaban los feligreses, con la curiosidad añadida de que cada uno de ellos tiene rotulado el nombre de una casa del pueblo, siendo su orden de colocación según la relevancia social que tuviera la familia dentro de la comunidad.






Después de hacer una visita por el pueblo, iniciamos el camino de vuelta a Santaliestra por la misma trocha que hemos subido, no sin antes volver a echar la vista a atrás para guardar un grato recuerdo de nuestra estancia en este bello lugar, atalaya de grandes vistas sobre los valles que están a sus pies.









