Ruta entre Fanlo y Sarvisé
26/Oct/2017 – (16,5 km)
Recorrido que se ha convertido en un clásico del senderismo en la Comarca del Sobrarbe, para disfrutar de la variedad cromática que el bosque viene a presentar en la estación otoñal. Iniciamos el paseo en el pueblo de Fanlo (1342 m) y terminamos en Sarvisé (863 m), pasando por la arruinada Pardina de Ballarín o del Señor de Fanlo. El sendero, que se ajusta al balizamiento del GR-15, se desliza por el interior del tupido arbolado que tapiza las laderas de la pequeña cuenca hidrográfica del barranco de Chate hasta su encuentro con el río Ara.
El territorio donde nos hallamos se halla enclavado entre la Comarca del Alto Gállego, donde el pico Erata (2005 m), en el Sobrepuerto, hace de línea divisoria por su parte más occidental, y la barrera caliza de la sierra de las Cutas (Punta Acuta/Diazas -2242 m-) por su lado más septentrional, entre los macizos de Tendeñera (2853 m) y Castillo Mayor (2014 m) y que hace de separación con el Valle de Ordesa; El Valle de Vió, que tiene su comienzo en la sierra de las Cutas, viene a actuar también a modo de accidente geográfico limitador en sentido nordeste.
Una vez que hemos salido de Fanlo, y después de un pequeño tramo de carretera, iniciamos una fuerte bajada hasta el mismo cauce del barranco de Chate, que no llevaba mucho caudal, cruzamos su lecho por unas piedras colocadas a tal fin y continuamos por una estupenda senda.
La señalizada y almohadillada trocha de hojas caídas, discurre bajo una espesa vegetación arbórea, que, en ocasiones, nos brinda un espectacular juego de luces y sombras y va bordeando, ajustándose a sus ondulantes laderas, a la llamada sierra de Las Mentiras (Punta Trallata/Pueyo Ballarín -2028 m-). Se suceden los barrancos que drenan la sierra desde lo más alto de sus puntas o collados y que vienen a formar parte de la red dentrítica del barranco de Chate, pero no llevan agua, tan solo ligeras escorrentías, nada reseñable, lo que empieza a ser preocupante dado el tiempo en que estamos; el monte está muy seco. Setas, no hemos visto ninguna.
Llegamos a la Pardina de Ballarín o del Señor de Fanlo, un lugar del que tan solo quedan las desnudas paredes de piedra de lo que fue un pequeño grupo de edificaciones de un conjunto de instalaciones que servían para la explotación del monte, también existen las ruinas de lo que fue una ermita románica. Tiene antecedentes del siglo XV.
Las Pardinas eran casas dispersas por el campo, que vienen a recibir diferentes nombres, según sea el territorio donde se ubiquen, “”mases, masías, caseríos, ….””. Pertenecían a unas grandes explotaciones rurales, con viviendas para los propietarios y aparceros, además de construcciones anejas que eran propias de las actividades agro-ganaderas. En ocasiones, las Pardinas llegaron a tener unas extensiones mayores que muchos términos municipales de hoy en día. Durante el pasado siglo, se impuso un nuevo orden social y económico que acabó con la pervivencia de estos modos de vida, los escalonados bancales se dejaron de labrar y permanecer viviendo en estas casas dejó de tener sentido.
En el trayecto abundan gruesos y centenarios árboles, supervivientes de las antiguas talas que por estos bosques se hacían. Hasta bien entrado el siglo XX, se prodigó la explotación agrícola-ganadera y, sobre todo, la tala y extracción maderera. Todo el recorrido se ha desarrollado bajo grandes masas de pino albar, quejigales y árboles y arbustos mixtos (arces, fresnos, robles, abetos, álamos temblones, avellanos, bojes, acebos, serbales, …. ….) En la medida que íbamos perdiendo altura, cambiaba la vegetación.
De vez en cuando, se abrían algunas ventanas en la espesa vegetación y follaje, que nos permitían ver las laderas de las sierras de Bolave (Punta Albarosa -1555 m-) y de la Corona (Punta Lusiarre -1848 m), las cuales, por las fechas en que estamos, debían estar llenas de colorido, pero no era así, esperábamos una mayor sinfonía de colores y éstos eran muy tenues, estando en su fase inicial, y, suponemos, el desorden climático que estamos padeciendo habrá tenido algo que ver. ¡A ver si tenemos más suerte en otra ocasión!
Atravesamos una pequeña zona de prados, donde todavía permanecían en pie algunas bordas, un lugar al que llaman las Bordas de San Esteban y que pertenece a Buesa. Sus orígenes se remontan a un antiguo despoblado. Estas pequeñas edificaciones se utilizaban para almacenar pastos e incluso, en ocasiones, se usaban como hábitat estacional, llegando a pernoctar en ellas durante las épocas de labor. En su construcción, predominaban los bloques de piedra trabajados, utilizando la losa para cubrir la techumbre, ofreciendo una imagen final de pequeños inmuebles macizos y pétreos, muy robustos pero poco aéreos, además de estar muy pegados al suelo.
Nos acercamos a Sarvisé y ya se divisan los Planos de Planduviar, una perfecta artesa glaciar con su característico fondo plano y paredes bastante escarpadas. Una planicie que estuvo ocupada por la extensa lengua glaciar que recorría todo el Valle de Broto y que bajaba desde el Macizo de Vignemale/Comachibosa siguiendo la cuenca del río Ara (unos 40 km de largo) alimentada, además, por los glaciares tributarios del Valle de Otal, cerca de Bujaruelo, y el del Valle de Ordesa. Son bien visibles las morrenas laterales de estos glaciares, producto del ingente transporte de derrubios por los glaciares (en la carretera que va a Fanlo, al poco de salir de Sarvisé, se distinguen perfectamente).
En Sarvisé, punto final de nuestra excursión, destaca su iglesia parroquial de La Natividad, que fue reconstruida tras la pasada contienda civil, allá por los años 40/50.