Rutas por el Valle de Ordesa

El valle de Ordesa fue declarado Parque Nacional el 16 de agosto de 1918. Lucien Briet y Pedro Pidal, propiciaron la creación de este magnífico entorno para su conservación y que pudieran disfrutar las posteriores generaciones. En el año 1982 fue ampliado y cambió su denominación por la de: ‘Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido’. Para conmemorar el centenario, el grupo ha hecho dos rutas por el mismo que se complementan perfectamente:

               14-jun-2018: Pradera – Cascada de la Cola de Caballo – Pradera
               26-jun-2018: Torla – Turieto – Pradera – Cascada de Cotatuero – Pradera

Por eso esta entrada del post recoge ambos paseos, los dos tienen como eje central el río Arazas desde el pueblo de Torla hasta la cascada de la Cola de Caballo, con el añadido del aliciente de la subida a la espectacular cascada de Cotatuero.  Los participantes en las excursiones no han coincidido del todo, pero eso da igual, pertenecen al mismo grupo: Caminantes de Alpargata.

 

 

En la pradera de Ordesa. 14-jun-2018
En la pradera de Ordesa. 14-jun-2018
En Torla. 26-jun-2018
En Torla. 26-jun-2018

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Parque Nacional se halla situado en el mismo corazón del Pirineo Aragonés, actuando Monte Perdido, el macizo calcáreo más importante de Europa, como núcleo de unión entre los cuatro valles que lo conforman: Ordesa, Añisclo, Escuaín y Pineta. La extensión del Parque es de 15608 ha y su Zona Periférica de Protección tiene 19679 ha. Su techo es Monte Perdido con sus 3355 m y su punto más bajo el río Bellós a 700 m.

 

Valle de Ordesa. Picos Monte Perdido y Añisclo
Valle de Ordesa. Picos Monte Perdido y Añisclo
Valle de Ordesa. Sierra de las Cutas
Valle de Ordesa. Sierra de las Cutas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pequeño y coqueto pueblo de Torla (1033 m) es el extremo más bajo de nuestro itinerario por el valle, a orillas del río Ara después de recibir éste las aguas del río Arazas en la garganta de los Navarros.  Su nombre deriva de ‘’torre’’, ya que hubo una fortificación que se encontraba justo donde ahora se levanta la iglesia del Salvador (siglo XVII/XVIII), icono gráfico de las imágenes que se publican de la población. La ‘’torre’’, del siglo XV, sirvió para defenderse de los franceses en los tiempos de Juan II de Aragón.

 

Torla. Iglesia del Salvador
Torla. Iglesia del Salvador

 

Torla un pueblo típico pirenaico de marcada condición fronteriza, bien como paso ganadero o por los numerosos enfrentamientos que de continuo se suscitaban con el vecino valle francés de Bareges. Las calles de un encanto entre lo rural y lo medieval, con sus casonas y escudos de entre los siglos XIII y XVIII, con sus chimeneas y espantabrujas.

 

Torla desde el camino de Turieto
Torla desde el camino de Turieto
Torla
Torla

 

 

 

 

 

 

 

 

La Punta de Mondarruego, con sus 2845 m, vigilante sempiterno de la entrada del valle.

 

Punta de Mondarruego
Punta de Mondarruego

 

Cruzamos el puente de la Glera sobre el río Ara, para coger el camino de Turieto Bajo que nos llevará hasta la pradera, después de salvar un desnivel de unos 350 m y unas dos horas de caminata —ancestral subida que era usada por los ganaderos antes de la construcción de la carretera—. El camino es ‘una pasada’, bajo un espeso bosque de hayas y un suelo almohadillado de hojas caídas. Los rayos de luz apenas pueden traspasar las altas y desarrolladas copas de los árboles. Hay un libro: ‘’La vida secreta de los árboles’’ —cuya lectura recomiendo— que nos describe su lenguaje, la forma de comunicarse, la asistencia social que se prestan, sus protocolos… y nos aclara muchas de las cosas que vemos y a las que, normalmente, no les damos importancia, aunque sí la tengan, ¡y mucho! Tenemos que aprender a observar.

 

Camino de Turieto
Camino de Turieto
En el monumento a Lucien Briet
En el monumento a Lucien Briet

 

 

 

 

 

 

 

 

El rumor del río Arazas, bajo nuestros pies, es una constante en el recorrido. Se suceden los rápidos y las cascadas, algunas de gran belleza, además, el caudal de agua era abundante. Si levantábamos la cabeza el espectáculo también era mayúsculo: altas paredes verticales de naturaleza calcárea semejando unos lienzos de muralla de poderosas fortalezas. El Tozal del Mallo, con sus 2254 m, escoltado por la Peña Mondarruego y el Rincón de Carriata —un circo glaciar colgado— son dignos de contemplación. El Tozal del Mallo más bien parece una especie de altar natural de gran austeridad, carente de cualquier tipo de ornamentación y elegantemente remarcado en la bóveda celeste.

 

Río Arazas. Cascada Abetos
Río Arazas. Cascada Abetos

 

Tozal del Mallo. Valle de Ordesa
Tozal del Mallo. Valle de Ordesa

 

Antes de llegar a la pradera encontramos el monumento a Lucien Briet.

 

Valle de Ordesa. En recuerdo de Lucien Briet
Valle de Ordesa. En recuerdo de Lucien Briet

 

Desde la pradera nos desviamos hacía la Rinconada de Cotatuero, otra mordedura glaciar, entre la Punta Gallinero (2746 m) y el Tozal de Coma Barrau (2644 m) y el Morrón de Tobacor (2751 m). Un ascenso de 430 m por un bosque de abetos blancos y farallones rocosos por la margen derecha del caudaloso y ruidoso barranco de Cotatuero con sus saltos e infatigable batallar contras las grandes piedras que salpican su cauce.

 

Barranco de Cotatuero
Barranco de Cotatuero
Cascada de Cotatuero al fondo
Cascada de Cotatuero al fondo

 

 

 

 

 

 

 

 

La Cascada de Cotatuero tiene una impresionante caída de 200 m. Todo un espectáculo.

 

Cascada de Cotatuero
Cascada de Cotatuero

 

De vuelta en la pradera, iniciamos la típica excursión hasta una de las perlas del valle: la Cola de Caballo. Estamos en el fondo de lo que fue un valle glaciar excavado por unas poderosas lenguas de hielo, que moldearon unos relieves calizos y dieron forma a una estructura especial de singulares aspectos geológicos: acantilados, estratos horizontales, fajas en declive, bloques, abruptas paredes, auténticos lienzos pétreos a modo de murallas infranqueables, circos glaciares con sus anfiteatros…

 

Camino de la Cola de Caballo
Camino de la Cola de Caballo
Mucho verde camino de la Cola de Caballo
Mucho verde camino de la Cola de Caballo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El encajonado valle es elegante y ordenado, donde impera la paz y el silencio, tan solo roto por el constante rumor del río Arazas y sus estruendosas cascadas —Arripas, Estrecho, la Cueva, las gradas de Soaso…— envueltas en nubes de gotas de agua. La fronda vegetal cubre el valle, donde coexisten pinos silvestres, abetos, bosques de hayas, pinos negros, tilos, fresnos, servales, arces, avellanos, abedules, rododendros, bojes…, además de una amplia fauna. La vegetación corresponde a tres grandes unidades: submediterráneo, montano y alta montaña.

 

Cascada de la Cueva
Cascada de la Cueva
Cascada del Estrecho
Cascada del Estrecho

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Todo el valle es un gran escenario, en el que se representa un variopinto mosaico ambiental de alta calidad y muy denso en alicientes. Los contrastes se suceden, el paisaje te envuelve con sus penetrantes aromas, sonidos, sombras, luces y coloridos. En lo más alto de las paredes verticales que lo abarcan se halla la roca desnuda, con su luz y silencio, unos desiertos de piedra donde el sarrio es el rey.

 

Hayedo en Ordesa
Hayedo en Ordesa
Gradas del Soaso. Río Arazas
Gradas del Soaso. Río Arazas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de 3 horas de caminata y 9 km recorridos, habiendo superado un desnivel de 450 m, llegamos al Circo de Soaso, donde destaca la magnífica Cascada de la Cola de Caballo bajo la imponente mole del macizo de Monte Perdido.

 

Valle de Ordesa. Cascada de la Cola de Caballo
Valle de Ordesa. Cascada de la Cola de Caballo

 

La ‘Piedra de las Siete Faus’

 

Valle de Ordesa. La Piedra de las Siete Faus
Valle de Ordesa. La Piedra de las Siete Faus

 

Ya, no me acuerdo desde cuando me llaman así, pero debía ser hacía 1918 cuando el valle de Ordesa fue declarado Parque Nacional y sus Guardas me tomaron como referencia.  Por entonces, sobre mí, crecían añosas hayas, no muy recias, pero sí altaneras. Me gustaría volver a ser de apariencia musgosa y cuidar de las hayas que solo quieren tocar el cielo. ¡Gracias por cuidarme y no escalarme!

 

 

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