Ruta de subida a la Peña Oroel
Subida a la cumbre de la Peña Oroel (1770 m), para acercarnos después hasta la ermita de la Virgen de la Cueva. Una ruta que sigue las marcas del PR HU-66 y S7.
16-sep-2020 — Distancia: 11’28 km — Desnivel acumulado: 828 m
¡Pirineos!… Mágica palabra…, mágico cordal que aglutina una extensa y elevada barrera montañosa, en cuyas entrañas se guardan toda una serie de acontecimientos acaecidos a lo largo de la historia. Una gozada su contemplación, que nos invita a recorrerlo y a penetrar en sus valles y a visitar los pueblos que en ellos se albergan, trepar sus montes y con el mensaje de que cuando dominemos la primera cumbre no permitamos que nos arredre la fatiga, ni tampoco detenernos en la siguiente o sucesivas: sabemos que al final siempre hay un justo premio, como es poder disfrutar de la grandeza de la Creación. Deleitarnos de las excelentes vistas paisajísticas que nos ofrece la Peña Oroel es todo un placer.
Estamos en la Comarca de La Jacetania, un territorio ya visitado en otras ocasiones. Algunas de las rutas hechas por aquí, son:
- Ruta por la Canal Roya
- Ruta por los valles de Guarrinza y Aguas Tuertas
- Ruta entre Somport y Villanúa
- Ruta circular por Santa Cruz de la Serós y Monasterios Viejo y Nuevo de San Juan de la Peña.
La ascensión a este gran peñasco, que junto con el de San Juan de la Peña, conforman lo que es el Espacio Protegido de San Juan de la Peña y Monte Oroel, la iniciamos desde el Parador. Una imponente masa de conglomerado, con su inconfundible relieve dibujado en la lejanía, objeto de multitud de retratos, de leyendas y de relatos lingüísticos. Una prolongada senda por la umbría de la cara norte, que va describiendo pequeñas y grandes lazadas por el interior de un espeso bosque de pinos, abetos, hayas y bojes, nos llevará hasta el Collado de las Neveras o del Portillo.
La Peña Oroel, junto al cercano macizo de San Juan de la Peña, son dos potentes bancos de material conglomerado, areniscas y arcillas, que fueron arrancadas de un joven Pirineo en formación allá por el Período Terciario, entre las épocas del Oligoceno y Mioceno —hace unos 35/20 mills/años—. Grandes acumulaciones de gravas posteriormente cementadas, fueron dejando en sus desembocaduras los grandes ríos del Oligoceno y que hoy constituyen importantes relieves.
En el Collado de las Neveras —su nombre se debe a que por los alrededores hay pozos de nieve, que no llegamos a visitar—, el bosque empieza a remitir y la senda se bifurca: una sube hasta la misma cumbre de Oroel, la otra baja por la cara sur de la montaña hasta la ermita de la Virgen de la Cueva, que visitaremos un poco más tarde.
Por lo alto de la Peña, la senda nos lleva hasta la cercana e impresionante Cruz de Oroel —de 9 metros de altura— y que lleva puesta aquí desde el año 1902. La cara N.O, esta cortada bruscamente por numerosos barrancos y pronunciados escarpes, de grandes tajos verticales y quebrados. Hacia el Sur un inmenso plano inclinado. La cumbre desnuda, sin apenas vegetación.
Cresteando por el alto de la Peña, ves un territorio erizado y montañoso atravesado por un río y de valles escondidos, que llegaron a ser el refugio de los cristianos en sus escaramuzas contra el Islam. Ves también todo un país de montañas y sierras prepirenaicas que llegan a conformar el esqueleto geológico de lo que es la comarca, con el señorial Pirineo por su lado norte y las sierras de Oroel y San Juan de la Peña cerrando su parte más meridional. Donde hay montañas…, hay valles…, que bajan desde la muga con Francia, unos lugares en los que se asientan históricas villas que les dieron lustre y renombre. Ves pasos de peregrinos y contrabandistas, trincheras fronterizas y amparos de tradiciones y dialectos varios.
A los pies de la línea de Oroel, un potente valle longitudinal se extiende. Al oriente el río Gas, con sus Bal Ancha y Bal Estrecha separadas por el Cerristón de Orante —donde se halla la afamada ermita de San Benito— y esa especie de cola de dragón que llega hasta Sabiñánigo. A poniente La Canal de Berdún. En su centro una extensa meseta donde se alza la ciudad de Jaca, en torno a la cual hay varios pueblos y aldeas. Un territorio con escaso arbolado y no muchos manantiales, casi destinado en exclusiva al cultivo del cereal.
Enfrente el Valle del río Aragón o también llamado de Canfranc, por donde en la época del glaciarismo —hace tan solo unos 30/40 mil años— descendía una poderosa lengua glaciar de varios centenares de metros de espesor y unos 30 km de longitud. El valle comienza en el Puerto de Somport (Summus Portus), antigua vía romana que unía a Caesaraugusta (Zaragoza) con Beneharnum (El Bearn).
Contemplamos la Comarca de La Jacetania, identificada con los orígenes de Aragón, con aquel primitivo condado que se hallaba en la cuenca del río Aragón Subordán y con el primer reino aragonés que llegó a cristalizar alrededor de la ciudad de Jaca. Aquí nacen dos ríos: Aragón y Aragón Subordán (a los que se les atribuye la raíz indoeuropea ARA-, que parece significar precisamente ‘agua’), que fueron los que dieron nombre al pequeño condado que, con el tiempo, llegó a convertirse en un gran reino y que, a su vez, fue la cabeza de una Corona que llevó el nombre de <Aragón> por todos los confines del Mediterráneo. Una comarca que puede considerarse como el corazón del Viejo Aragón.
Visitamos también la ermita de la Virgen de la Cueva, tras una pronunciada bajada por lo que es el Solano de Oroel, un espacio de monte bajo, pinos y quejigos. Cuenta la leyenda que la imagen de la Virgen fue encontrada por un pastor de cabras. También se dice que fue en este lugar donde los cristianos se juramentaron en el siglo VIII para defender al incipiente reino aragonés de la amenaza musulmana y comenzar la reconquista.
Este santuario era rupestre y estuvo ubicado en el interior de una oquedad del conglomerado, en lo que es un espeso y enriscado monte. Hace unos años se desplomó el techo y destruyó la cueva casi por completo.
En el interior de la cueva hay constantes filtraciones de agua. Los habitantes de la zona le tienen mucha fe a la Virgen de la Cueva, como abogada y mediadora para obtener de Dios el beneficio de la tan apreciada lluvia. Para paliar las sequías, acuden en devota romería entonando el tradicional: <<Qué llueva, que llueva, Virgen de la Cueva>>.