Ruta entre Artasona y Torreciudad
Parte del recorrido de hoy ya lo habíamos hecho en otras ocasiones, sobre todo en lo concerniente al pueblo de Artasona y sus inmediatas y extensas planicies (ver: “Circular por la sierra de Ubiergo” o “El Grado – Artasona – Olvena”), las cuales están dotadas de modernos sistemas de regadío desde hace unos años, en las que destacan plantaciones de cerezos, olivos, almendros y melocotoneros, además de grandes superficies de viñedo, con sus cepas perfectamente alineadas por una innumerable cantidad de postes y muchos miles de metros de hilo de alambre tensado para facilitar el encauzamiento de los sarmientos.
Nuestra intención, en el día de hoy, 8 de abril de 2016, era disfrutar del bonito espectáculo que nos pudiera deleitar la floración de los cerezos, pero, nos hemos adelantado unos días, los árboles tan sólo comenzaban a mostrar unas tímidas y pequeñas blancas flores sin haber llegado a su eclosión total. La ruta la hemos finalizado en el Santuario de Torreciudad, después de recorrer unos 14 km., habiendo pasado por los aledaños de la presa del embalse de El Grado. En primer lugar, en el mismo pueblo de Artasona, hemos tomado el PR HU-76 hasta su encuentro con el GR-45, una vez atravesados los llanos y adentrarnos en el término de Olvena, el cual, a través de huertas y por la ribera de la margen izquierda del río Cinca, nos ha llevado hasta el puente que cruza el río bajo la misma presa, lugar donde hemos tomado el GR-17 que proviene de Barbastro y que nos iba a llevar a nuestro destino final, Torreciudad.
Aguas abajo de la presa del embalse de El Grado, el cauce del río Cinca se ensancha considerablemente, y, a partir de su encuentro con el río Ésera, ya en el término municipal de Olvena, alcanza una anchura más que considerable, señal inequívoca de las grandes superficies de inundación ocupadas cuando se juntaban las embravecidas aguas de los dos ríos y de los efectos devastadores que debían tener. Hoy en día, el libre fluir de los ríos se ha visto entorpecido por la construcción, durante el pasado siglo, de unos grandes pantanos (Barasona, El Grado, Mediano) que hacen prisioneras sus aguas para ser aprovechadas en la producción hidroeléctrica y ser canalizadas para alimentar los extensos regadíos de la provincia.
Una vez alcanzada la cuota de coronación de la presa, por un GR-17 perfectamente señalizado y que nos va a llevar por las estribaciones de la sierra de Ubiergo, a mitad altura de la ladera, hasta el mismo Santuario de Torreciudad, una vez salvado un pequeño collado existente una vez pasado el desvío hasta derruido pueblo de Bolturina. En esta senda o vía secundaria, que unía los últimos pueblos de Ribagorza (Secastilla, Bolturina, Ubiergo, …. ….) con los más próximos del Somontano de Barbastro (Artasona o El Grado), todavía se conserva parte del empedrado que cubría su escarpado camino en el que abunda la piedra caliza. En todo momento, disfrutamos de unas excelentes vistas sobre la presa y el pantano de El Grado.
Una vez atravesado el último collado, hace acto de presencia un bonito paisaje con la nevada cordillera pirenaica como telón de fondo. Cuenta la leyenda, que el nombre de los Pirineos, se halla relacionado con la agraciada por su belleza “ninfa Pyrene”, de la mitología clásica.
Sobre un escarpado promontorio, adentrándose en aguas del pantano, vislumbramos la antigua ermita de la Virgen de Torreciudad, la cual queda algo mimetizada dentro del entorno paisajístico, así como el espectacular Santuario levantando en honor a dicha Virgen, el cual, a modo de atalaya, viene a dominar las aguas del pantano, que se yerguen a sus pies, y desde el que se pueden otear unos admirables espacios naturales. El nombre de Torreciudad (turris civitatis o civitas) proviene de lo que es una antigua y ruinosa torre de vigilancia, del siglo XI, que se halla al lado de la primigenia ermita, habiendo sido objeto esta última, durante muchos siglos, motivo de profunda veneración y de romerías por parte de las gentes de los pueblos cercanos.
El Santuario de Torreciudad, levantado en honor de la Virgen (a la que se encomendaron los padres de San Josemaría Escrivá de Balaguer para que éste superara una grave enfermedad), se construyó durante la primera mitad de la década de los años setenta del pasado siglo, coincidiendo con la finalización de las obras de la presa de El Grado, siendo acabado en 1975, precisamente el año en que falleció San Josemaría.
Una esbelta torre-campanario domina la gran explanada que conduce a las puertas del magnífico templo cuya entrada principal se encuentra custodiada por unas grandes columnas, a modo de seta. El espacio ocupado por la gran explanada lo circunvalan unas amplias arquerías hechas con sillares de piedra, mismo material utilizado en el suelo de la propia explanada. (¡Lástima, que para obtener la piedra tuvieran que deshacerse otros edificios en poblaciones del entorno!, como, por ejemplo, el antiguo Convento de Jesuitas y la iglesia de Santo Domingo en Graus).
Sobre este Santuario se han ido contado leyendas de todo tipo, más en los primero tiempos que ahora, “que si había un bunker o refugio nuclear bajo la explanada”, “que si había una base de submarinos”, “que si se habían excavado túneles”, etc. Cada vez que le comentaba alguna de “estas historietas” a mi suegro, que estuvo trabajando allí durante bastantes años, siempre me decía lo mismo: “”eso es mentira””, “”son habladurías de la gente””. La imaginación de la personas, en los primeros tiempos, funcionaba que era un primor.
En junio de 1979, la organización terrorista ETA llegó a colocar un explosivo, que lo hizo explosionar. Afortunadamente, no hubo desgracias personales y los daños materiales fueron mínimos.
El Santuario de Torreciudad, junto al Pilar de Zaragoza, Montserrat, Lourdes y Meritxell (este último se unió en marzo de 2014), conforman la “Ruta Mariana”, un itinerario de Fe y de riqueza turística y patrimonial, además de natural, rural y gastronómica.