Un cura ingeniero. Don Ramón Baldellou.

Transcripción literal del artículo escrito por don Joaquín Costa y publicado en fecha 10 de diciembre de 1906 por el periódico El Ribagorzano, en su núm. 57. ‘Un cura ingeniero. Don Ramón Baldellou’.

 

HOMENAJE

Hoy dedica nuestro periódico un recuerdo cariñoso a la memoria del que en vida fue uno de los ribagorzanos más útiles para su país, y uno de los sacerdotes de más sencillas costumbres y vida ejemplarísima.

Falleció en su parroquia de Torre de Obato a una edad muy avanzada en los últimos años del próximo pasado siglo XIX, entre el cariño de sus feligreses y el sentimiento de sus paisanos, agradecidos a su extraordinario interés en pro de su país.

 

UN CURA INGENIERO

Don Ramón Baldellou

 

Nació en Torre de Ésera, antiguo condado de Ribagorza, en 10 de junio de 1807. Ejerció en sus primeros el oficio de labrador, que era el de sus padres. A los 12 años y sin dejar de trabajar la tierra, principió a estudiar latinidad, yendo a pasar su lección todos los días a la villa de Graus, distante media legua de Torre de Ésera. En estas continuas idas y venidas a través de míseros campos que no respondían a los afanes de sus honrados y laboriosos cultivadores, preocupábale la manera de llevar a ellos el beneficio del riego. La comarca ribagorzana, a pesar de su situación en el Pirineo, padece con gran frecuencia las sequías: añadíase entonces a esta calamidad la falta de vías de comunicación y de relaciones exteriores, que hacían imposible la exportación de productos de secano, tales como el vino, hoy que ha venido a ser después fuente caudalosa de riqueza para la mitad inferior de Ribagorza.

 

Recibidas loa órdenes sagrados en 1834, a la edad de 27 años, obtuvo meses después el curato de Torre de Obato. Estos dos lugares, Torre de Ésera y Torre de Obato, se hallan a la vista el uno del otro a dos o tres kilómetros en línea recta, pero separados por el caudaloso río Ésera, imposible vadear una gran parte del año, y en todo tiempo peligroso y difícil. Para obviar este inconveniente, mosén Ramón ideó una maroma ligada fuertemente a los árboles de las orillas y sobre ella una pequeña polea: adaptando ésta debajo de uno de los brazos, resbalaba suavemente por la maroma y atravesaba con facilidad y sin riesgo el río para visitar a su familia, suplir los domingos en sus ausencias al cura de Torre de Ésera, o dirigir la construcción de la acequia y molino de Santa Lucía.

 

Torre de Obato
Torre de Obato

 

Fue esta la primera, y ha sido seguramente la más útil de sus obras. El llano de Santa Lucía lo constituía un terreno en parte pedregoso y de aluvión, en parte numulítico y margoso, infértil todo él, y en el cual por rara excepción se sembraba escaña o escanda. Hoy es frondísima huerta que produce anualmente dos o tres cosechas muy abundantes de trigo, cáñamo, judías, maíz, patatas y hortalizas de todo género, base de subsistencia para los pueblos de Benavente, Torre de Ésera, Torre de Obato, Perarrúa, Graus, Bellestar y Puebla de Fantova. No bien se vio instalado mosén Ramón en su curato, pensó en poner por obra la idea que desde los primeros años de estudiante venía acariciando. Primeramente proyectó una acequia de nueve kilómetros de desarrollo, que partiendo de Perarrúa, tomara suficiente altura para regar el llano de Santa Lucía, y desaguar en el barranco de este nombre. Mosén Ramón ignoraba que hubiese en el mundo teodolitos y niveles. En el país es frecuente cuando se hace una derivación temporal de aguas de un río o arroyo para obtener una cosecha en cualquier pequeña pieza de tierra adyacente a la glera, hacer servir de nivel a la corriente misma: se principia a abrir el caz o regato por el punto de toma del agua; el agua va siguiendo a la azada; si por ventura se detiene en un punto, es que no tiene pendiente, y entonces la azada ahonda más o rectifica el trazado, llevándolo por otro sitio donde el alumbramiento sea más fácil. Pero este procedimiento, aplicable tratándose de sangrías insignificantes, no lo era en obras de la magnitud de la proyectada; y mosén Ramón se valió de un porrón (1) para las pequeñas nivelaciones, y para las grandes, de un nivel que se arregló con dos botellas. Las visuales las dirigía con un sombrero de teja puesto sobre una caña plantada en el suelo: otra caña con un pañuelo atado en su extremo, hacía veces de banderola. En 1837, la Diputación Provincial de Huesca concedió al Ayuntamiento de Benavente la autorización que tenía solicitada para derivar del río Ésera un brazo de agua, según el proyecto de mosén Ramón. Un mes después, los vecinos de Benavente trasmitieron a este la concesión, obligándose a construir la acequia y a sostenerla por su cuenta mediante cierta remuneración y la propiedad de la obra, así como de las aguas sobrantes. Puede juzgarse de la actividad de aquel hombre, teniendo que servir a un tiempo dos parroquias separadas por un río sin puente (el curato de Torre de Ésera estaba vacante), y atender a los hornos de cal, a los peones que cortaban la leña, a los canteros que construían las obras de fábrica, al replanteo de la obra, etc. El presupuesto de gastos no excedió de 30.000 reales. Posteriormente, en 1843, prolongó la acequia atravesando dos barrancos, por los términos de Torre de Ésera, ya contaba 76 años de edad cuando pensó en extenderla hasta los de Graus. Actualmente riega unas 2.000 fanegas de tierra, medida aragonesa, y da movimiento a un molino harinero. Aún recordaba días antes de morir mosén Ramón que a la edad de 19 años segaba carraón (escalla o escanda) en esa tierra, incapaz en aquella sazón para todo otro cultivo. Podía sentirse orgulloso el respetable anciano, al contemplar desde su rectoría de Torre de Obato, edificada en alto, aquella hermosa vega, creación suya, y aquel hormigueo de gentes de siete distintas poblaciones que van y vienen afanosas con el alma puesta en el canal de que depende su existencia, tal vez sin acordarse muchos del ingenioso párroco que la construyó.

 

La acequia de mosén Ramón sacó de la miseria al lugarejo de Benavente, cuyo era el suelo de la ancha vega regada por ella: el desarrollo que ha cobrado desde 1877 la exportación de vinos lo ha enriquecido; (esto era en los años 1877 a 84, pero hoy han variado las cosas), y hoy puede emprender por su cuenta un trozo de carretera de cuatro kilómetros, que, partiendo de Bellestar y pasando por la Miranda y Benavente, empalme con la carretera de tercer orden de Barbastro a Benasque, permitiendo el acceso de carros hasta esos tres lugares que constituyen un pequeño municipio. El autor del proyecto —que comprende un trazado nada fácil, por lo escabroso y pendiente del terreno y un puente de consideración sobre el barranco de Santa Lucía— ha sido mosén Ramón, y él es también el constructor. Entre la acequia con que debutó y la carretera, han pasado 46 años.

 

Con posterioridad a la acequia de Santa Lucía, ha trazado hasta treinta proyectos de aprovechamientos de aguas, de los cuales están realizados dos: la acequia de Besiáns a Perarrúa (7 kilómetros de desarrollo) y la de Santaliestra a Besiáns (6 kilómetros). Atribúyese la inejecución de los demás a la complicada tramitación y expediente que se exige por la Ley de Aguas para solicitar las autorizaciones o concesiones, y que retraen a los Ayuntamientos por los gastos que llevan consigo.

 

Después de esto, ya no extrañará que el pueblo, en la leyenda que ha creado alrededor de su figura le designe con el nombre de <<mosén Ramón Acequias>> dictado que recuerda el de <<Santo Domingo de la Calzada>>, y que es para él altamente honroso.

 

 

Pont de Montañana. Puente colgante
Pont de Montañana. Puente colgante

 

Otra de las especialidades del cura de Torre de Obato la constituyen los puentes colgantes. Sobre el río Noguera Ribagorzana se halla situado el pueblo Pont de Montañana, en la línea que divide la provincia de Lérida de la de Huesca. El río tiene en aquel sitio gran anchura y arrastra un caudal considerable de agua: para pasarlo, se valían de una palanca, especie de puente de madera de lo más primitivo, muy común en los ríos del Pirineo. Lo ordinario es que a cada avenida la palanca desaparezca arrastrada por las aguas o se inutilice para el paso, y sea menester restablecerla o recomponerla. La de Pont de Montañana estaba inservible casi siempre y los caminantes preferían vadear el río, a pesar de lo cual se veían obligados a pagar al arrendatario el precio fijado por el Ayuntamiento como arbitrio municipal. Alguna vez en defecto de palanca, parece que establecieron, para pasar, un sistema más sencillo y barato, una maroma sin fin, entre las dos orillas, y colgado de ella un gran cuévano de mimbre (cartrot o cartron), donde se metía la persona que había de pasar el río. Todo esto era objeto de burlas; cuando visité aquel país en 1879 estudiando un género de poesía satírica interesantísimo y peculiar de Ribagorza (dichos, matracadas), pudieron dictarme algunas de las zumbas de que habían sido objeto en los dances de la vecina villa de Arén, la palanca y el cartrot de Pont de Montañana (2).

 

Tu si vas a Montañana

A Gaitano me’l dirás

Que si no l’aseguran la palanca

No’ls arrendes mes lo pas.

Tu si vas a Montañana,

Lo cartrot ya no’l verás,

Perque se’l va vendre Gaitano

Per ferne un pont l’an passat.

 

Cansados de burlas los de Pont de Montañana, se dirigieron a mosén Ramón Baldellou pidiéndole que les construyera un puente colgante. Mosén Ramón no había visto en su vida puentes colgantes ni había salido nunca del Pirineo; pero la embajada prueba cuán popular se había hecho en el país y cuán grande confianza se tenía en su ingenio. Pont de Montañana dista de Torre de Obato más de ocho leguas. Sucedía esto en 1854. Mosén Ramón aceptó el encargo; emprendió un viaje a Monzón (8 leguas), para ver lo que era un puente colgante; diseñó sus planos, y con ellos, solicitó al Ayuntamiento la competente autorización para ejecutar la obra. Obtenida de la Junta revolucionaria de Huesca, mosén Ramón encargó a Barcelona el alambre que había calculado era necesario, y sin más auxiliares que los artesanos del país, un carpintero de Laguarres, un alambrero de Graus, albañiles de Lascuarre y herreros del Pont de Montañana, dio remate a la obra en Julio de 1855, sin desatender por eso en absoluto las obligaciones de su parroquia. Gastó en ella 16.000 reales, que prestó el corregidor de Benabarre, y otros 16.000 que suministró el pueblo mismo de Montañana, parte en metálico, parte en jornales de vecinal. Si lo hubiese construido el Estado, es probable que habrían costado más el solo proyecto y la dirección. La parte colgante mide 50 metros de longitud. En cuanto a honorarios, el convenio había sido que mosén Ramón recibiría 1.000 reales por todos sus trabajos; pero luego surgieron dificultades, y tuvo que contentarse con 450. Sería difícil encontrar ingeniero más barato ni tan barato.

 

Ya se comprenderá que este puente no es una obra perfecta ni un modelo en su género; pero hace desde 1855 que viene sirviendo para poner en comunicación a Aragón con Cataluña por aquella parte de la frontera, y otro tanto tiempo que la musa maligna de las matracadas no quita el sueño a los respetables regidores de Pont de Montañana. En la última guerra civil carlista, pasó por él más de una vez la caballería del general Delatre a galope tendido, sin que los amarres se resintieran lo más mínimo.

 

Jánovas. Puente colgante
Jánovas. Puente colgante

 

Hace unos años, el pueblo de Jánovas encargó a mosén Ramón el proyecto de otro puente colgante que debía instalarse sobre el río Ara. Diseñó los planos y formuló las instrucciones, y la obra ha sido ejecutada bajo la dirección del párroco de aquella localidad, don José Solans: todavía, sin embargo hubo de ir mosén Ramón a dirigir la operación de sentar el puente, a pesar de su edad y de sus achaques, y de lo áspero y accidentado del camino que tenía que recorrer. El puente mide 54 metros de luz, y se ha gastado en él 30.000 reales, además de los jornales que han suministrado los vecinos. Se inauguró en 1882.

 

Sentimos el mayor placer en sacar a luz estas modestas existencias consagradas al bien de sus semejantes, y que parece imposible hayan podido permanecer inéditas por tanto tiempo.

 

JOAQUÍN COSTA.

 

  • (1) Redoma de vidrio con un pitón largo y divergente usada por los labradores de Aragón y Cataluña para beber el vino. El cuerpo principal y el pico o pitón forman como dos vasos comunicantes.
  • (2) El dialecto es híbrido, más catalán que aragonés, Gaitano es Cayetano, el arrendatario de la palanca el año en que se dijeron estas matracadas.

 

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