Ruta circular por Cadrete – Barranco de Las Almunias
Ruta circular por los alrededores de Zaragoza, con inicio y final en Cadrete, pasando por el barranco de Las Almunias.
18-ene-2019. 12’5 km. Desnivel acumulado 278 m
Un interesante y entretenido paseo en la Comarca de Zaragoza, centro geográfico de Aragón, con inicio y final en Cadrete. Un territorio de yesos y materiales deleznables, que es drenado por el río Huerva en su tramo final antes de verter sus aguas al río Ebro por su margen derecha. Feroces estepas de gran bioversidad, donde las especies vegetales y la fauna que aquí habitan, se han visto obligadas a desarrollar una serie de estrategias para su supervivencia.

Nos encontramos en lo que fue una antigua zona lacustre, una gran cuenca endorreica depositaria de materiales detríticos (arenas, limos, arcillas, gravas, y grandes capas salinas y de yesos), cuya principal salida de drenaje era una fuerte evaporación. Un ambiente sedimentario dominado por lagos poco profundos y donde se acumularon grandes espesores de evaporitas (yesos y sales) y carbonatos. Hace unos 6/7 mills/años la Cuenca del Ebro consiguió abrirse paso hacia el mar Mediterráneo iniciándose su vaciado y comenzando a actuar la acción erosiva.

Castillo (bisn) de Cadrete (al-Qadrit). Siglo X
Al poco de comenzar el paseo, a media ladera y sobre un pronunciado escarpe, aparece ante nosotros esta espectacular fortaleza militar, que fue mandada construir por Abdarrahmán III en el año 935 para sitiar la plaza de Zaragoza.

Se alza sobre la misma población de Cadrete, como vigilante del valle del Huerva, que llegó a formar parte del complejo sistema defensivo de la zona.

A media que vamos ganando altura, las vistas sobre el fondo del valle y de la cercana plataforma de La Muela van mejorando, pudiendo distinguir a lo lejos la ciudad de Zaragoza. Se suceden las moldeadas lomas surcadas por gran número de barrancos, con una vegetación halófila y arbustiva cuyo desarrollo está condicionado por la abundancia de sales en el terreno y por el clima extremo que tienen que soportar.

Se recortan en el cercano horizonte y en perfecta formación, las altas figuras de los aerogeneradores, los modernos molinos de viento transformadores de la fuerza del viento en energía eléctrica. Las grandes y largas palas de estos ‘colosos’ —de hasta 20 m de longitud— hacen girar el rotor que está protegido por una gran carcasa —la góndola, creo que le llaman—, emitiendo un apagado, pero constante, ruido que tiene algo de semejanza con el rumor de las olas de un mar en calma.


Bordeamos algunos pequeños campos de antiguos cultivos, algunos abancalados, que, incluso, llegaron a albergar pequeñas plantaciones de arbolado (almendros y olivos) y que subsisten como buenamente pueden. La vegetación aquí lo tiene difícil, primero por el tipo de suelo y después por el fenómeno de la inversión térmica en invierno, cuando el aire frío y más denso se deposita en el fondo de los valles originando heladas y nieblas persistentes, por lo que las especies más sensibles al frío tienden a desarrollarse en los altos de los cerros y de las muelas; por el contrario, en verano el fondo de los valles es castigado por una gran insolación, con unos caldeamientos intensos. La salinidad de los suelos, la escasez de agua, los vientos que se desencadenan, las heladas invernales y los calores del verano, no son factores nada propicios para el desarrollo de las plantas.


Durante el trayecto, observamos pequeños afloramientos de alabastro, un mineral singular que abunda por estas tierras, de blancura casi lechosa y fácil de tallar. Muy utilizado en los conjuntos escultóricos —como los retablos, por ejemplo— y para la construcción en épocas pasadas. Un tanto translúcido y muy valorado desde la antigüedad.


Los vegetales que por aquí crecen son de hojas reducidas o recubiertas de pelitos para evitar la insolación y la transpiración. Desarrollan tallos leñosos para aislarse del calor del suelo o tienen espinas para defenderse de los animales herbívoros. Son especies perennes leñosas, tales como: romero, tomillo, salvia, aromáticas, aliagas, jarillas, lastones, albardín, …

El punto de inflexión de la excursión, es el llamado ‘arco de piedra’, punto de encuentro de los barrancos de Los Fantasmas y el de las Almunias, que descienden desde Las Planas. Un arco producto de algún colapso sufrido en el techo de un conducto desarrollado por los arrastres de partículas. Este tipo de colapsos acostumbran a facilitar que la erosión aluvial progrese sobre los materiales.


Barranco de Las Almunias
La segunda parte del recorrido la hacemos siguiendo su cauce seco, que nos encantó. Un descenso de unos 6 km, encajonado entre paredes casi verticales y de continuos recovecos, al que asoman una serie de barrancos y que vienen a formar una perfecta red dentrítica.


Sucesión de estratos dispuestos horizontalmente con ligeras inclinaciones y ondulaciones bastante laxas, de espesores variables. En algunos tramos, el barranco se estrecha y llega a alcanzar hasta varios metros de profundidad, lo que nos permite ver unos rellenos de materiales que pueden alcanzar hasta una decena de metros. La litología no es muy variada, pues se suceden los yesos, las margas y las calizas junto con restos detríticos de grano fino, con una disposición casi horizontal, producto de la sedimentación.


Monasterio de Santa Fe
Ubicado dentro del término municipal de Cadrete. Un antiguo monasterio cisterciense, cuya edificación actual data del siglo XVIII, de un estilo marcadamente barroco. Sus orígenes se remontan al siglo XIV, a raíz del traslado de los monjes desde el monasterio de Fonclara en el valle del Cinca, por los alrededores de Alcolea y Albalate de Cinca, y que fue fundado por Jaime I en el año 1223.

En 1808 este monasterio fue saqueado y expoliado por las tropas francesas durante la guerra de la Independencia. En 1835 le afectó la desamortización de Mendizábal y fue abandonado. Olvidado y en estado deplorable, una herencia maltratada como buena parte del patrimonio.
