Ruta circular por Bolea y Aniés
Inicio y final en la ermita de Santa Quiteria, pasando por la ermita rupestre de San Cristóbal, la ermita de La Virgen de la Peña y el pueblo de Aniés.
28-jun-2023 — Distancia: 15’5 km — Desnivel: 645 metros
Las Sierras Exteriores de los Pirineos, que se asoman orgullosas a las llanuras del valle del Ebro, albergan en sus entrañas bellos rincones y agrestes parajes que siempre acaban por sorprenderte y este ha sido el caso de hoy: un recorrido por las laderas más meridionales de la sierra Caballera, prolongación de la sierra de Gratal, en el que hemos compaginado tramos del PR-HU 111 y del PR-HU 109, con el GR-1 o Camino Natural de La Hoya.
Ermita de Santa Quiteria (siglo XVII)
Comienzo y final de la excursión de hoy. Un edificio que llama la atención por lo alargado que es y su poca altura, a orillas del río Sotón.
Una pequeña andada por la pista y enseguida encontramos la senda que nos introduce en el barranco del Sotón, camino de la ermita rupestre de San Cristóbal.
Un sendero fácil, que se remonta sin dificultad. Bastante estrecho entre vegetación arbustiva achaparrada, con coscojas, bojes y algunas aliagas a ambos lados, que molestan a veces. Moderada pendiente que te permite tener una buena visión sobre el estrecho y profundo barranco, hasta que empieza a encajonarse entre paredes rocosas y erosionadas.
Un espeso tapiz verdoso, de arbustos de todo tipo, cubre las laderas del barranco, donde, de vez en cuando, asoman pequeños mallos aislados de piedra caliza, que sirven de refugio a las aves rapaces.
Ermita de San Cristóbal (Siglo XIII/XIV)
El barranco se estrecha formando un formidable cañón de verticales escarpes. A media altura de una de las paredes rocosas, se halla incrustada esta ermita rupestre, que mimetiza con el entorno. Se prodigan las pequeñas cavidades que, en algunos casos, fueron tapiadas para utilizarse como celdas de ermitaños; hay más celdas abiertas en las paredes, pero inaccesibles.
Una empinada senda, nos ayuda a ganar el desnivel que existe entre el lecho del barranco y la ermita, a la cual hay que acceder por unas escalinatas que parecen robadas al vacío, pero que son preciso subir.
Del eremitorio poco queda, excepto un altar ruinoso con piedras agolpadas a su alrededor y una pintura mural. También pueden contemplarse las antiguas celdas de los anacoretas. Bastantes grafitis completan el decorado.
El lugar es de gran belleza y recogimiento, donde todavía se respira respeto a pesar del crujir del tiempo.
Efectuada la visita, nos reincorporamos al sendero, que sube emboscado entre quejigos y bojes bajo un enorme morrón de la roca. Un empinado y sinuoso camino nos llevará a coronar un pequeño circo desde donde poder disfrutar de unas excelentes vistas sobre esa maravilla de barranco que ha sido esculpido por el agua, el viento y el tiempo.
Un poco más de ascenso y llegaremos a una pista que nos llevará por la misma falda de la Sierra Caballera, disfrutando de las vistas sobre La Hoya, hasta el Santuario de la Virgen de la Peña.
Santuario de la Virgen de la Peña (Siglo XVII)
Un conjunto compuesto por la ermita y la casa del santero y que es considerado como la joya eremítica de la Hoya de Huesca. Enriscada y colgada literalmente entre farallones calizos, compartiendo espacio y confines con las buitreras.
Íbamos un poco faltos de tiempo y nos quedamos al comienzo del sendero que sube hasta la ermita. Un sendero que se mimetiza con la roca y queda integrado en el paisaje. No pudo ser, lo dejamos para otra ocasión.
La bajada hasta Aniés la hacemos por una amplia pista rodada entre un pinar de repoblación. Nos gustó este pequeño pueblo, donde abundan las casonas del siglo XVIII y que está bien conservado.
No nos detuvimos en exceso, pues todavía quedaba un buen trecho hasta el punto de partida siguiendo las marcas del GR-1. Ante nosotros el imponente y cinematográfico castillo de Loarre, que no estaba a mucha distancia, aunque la visibilidad no era muy buena.