Ruta entre Santorens y la ermita de Torm
Ruta de ida y vuelta entre Santorens y la ermita de Torm, pasando por la ermita de Sant Pere de Iscles.
31-ags-2019 — 9’04 km —484 m desnivel acumulado
Continuamos conociendo el Valle de Betesa y aledaños, por lo que son las estribaciones más orientales de la Sierra de Sis, en lo que es la vertiente del río Noguera Ribagorzana. La pasada semana hicimos una circular por los cercanos núcleos de Betesa y Obís. Hoy toca recorrer la parte del PR-HU 215 que discurre dentro del término municipal de Santorens, por una antigua vía de comunicación que lo unía con La Torre de Buira, Buira y El Pont de Suert, un recorrido bien señalizado.
Santorens
(Santorens, pocs i valens, se dice)
Perteneciente al municipio de Sopeira. Su casco urbano se extiende en las faldas del Tozal de San Salvador (1511 m), con buenas vistas sobre el valle. Un valle escarpado y encajonado entre la misma de Sierra de Sis (1790 m), el Tozal Gros (1599 m) y los Tozales de San Vicente Ferrer (1578 m) y de Aulet (1489 m) que lo cierran por su parte más meridional, surcado de profundos barrancos que llegan a unirse para conformar el d’Aulet en su tramo final y poder así verter las aguas drenadas al pantano de Escales.
Un pueblo bien conservado y con nuevas edificaciones, en el que destaca la iglesia parroquial de San Orencio / Sant Orenç (con orígenes en el siglo XII, aunque modificada en el XVIII).
En este núcleo urbano podríamos dar comienzo a un itinerario para visitar algunos de los templos románicos que existen por los alrededores, pues, aparte de su parroquial, tenemos la iglesia de San Juan Evangelista en Betesa, las ermitas de Rigatell y Santa Eulalia / Santolaria, la derruida iglesia de San Juan en Obís, la iglesia de San Ramón en Pallerol, la ermita de Nuestra Señora de Rocamora y los pequeños templos de Sant Pere de Iscles y de Nuestra Señora de Torm —estas dos últimas las visitaremos en el recorrido de hoy—.
Pasada la Font de las Pruneras, nos vamos acercando a la ermita de Sant Pere de Iscles —llevamos unos 45 minutos de recorrido—. Un pequeño templo de estilo románico con orígenes en el siglo XII, con ábside poligonal y que fue reformada en el siglo XV. Se rehabilitó hace unos pocos años por un francés, pues se hallaba en situación lastimosa.
Parece ser, hubo un poblado por estos alrededores, aunque ahora nada queda. Domina el entorno una bonita peña de piedra caliza acabada en punta, llamada ‘Lo Castell de Pei’.
La senda sigue ganando altura y nos llevará hasta el collado de Santa Bárbara. Toda la ladera recubierta de bancales que ya no se cultivan, como si alguien se hubiera dedicado a dar grandes dentelladas al terreno.
Collado de Santa Bárbara
Divisoria entre el Valle de Betesa y la cubeta excavada por el barranco des Casetes, a los pies del Cap de Torm (1474 m). Un pilaret dedicado a la patrona de las tormentas corona lo alto del collado. Desde este lugar, son espectaculares las vistas sobre las sierras que cercan el Valle de Boí por su parte más meridional.
Quedan unos 45/50 minutos para llegar a la ermita de Nuestra Señora de Torm, uno de los objetivos de nuestra caminata, que se halla al abrigo de las verticales paredes de conglomerado del Serrat de la Creu, a los pies del Cap de Torm. Dada la vegetación existente, desde el collado no es posible ubicar la situación de la ermita.
Ermita de Nuestra Señora de Torm
Para llegar hasta aquí, el camino nos lleva bordeando las abruptas paredes del profundo barranco y nos es posible ver las aguas prisioneras o estancadas del pantano de Escales.
Tenemos que adentrarnos en un espeso bosque de robles, en lo que es un paraje natural de considerable belleza y desde el que, de no ser por la exuberante vegetación, podríamos disfrutar de unas excelentes vistas. Paredes de piedra bien conservadas, que se entrecruzan, nos indican que estamos en lo que fue un antiguo poblado desaparecido. Tan solo quedan en pie lo que podrían haber sido dos antiguas bordas, reconvertidas como refugios, separadas por una pequeña era.
Con un futuro más bien incierto, la ermita (siglos XI/XII) se yergue ante nosotros como queriendo desafiar el paso del tiempo, aunque éste le va haciendo mella. En el techo hay una buena brecha y el ábside está por los suelos. También le falta el Crismón, alguien tuvo la ‘genialidad’ de apropiárselo.
Este pequeño templo, que en sus buenos tiempos llegó a figurar como una ‘rectoría rural’ adscrita al Monasterio de Alaón, no está en buen estado de conservación y las inclemencias meteorológicas campan a sus anchas por su interior. Hace unos años, comenzó su restauración y se quedó a medias —en el interior hay andamios y los puntales están por el suelo esparcidos, …, ¡todo un despropósito! —.
Probablemente, este fuera lugar de retiro estival para los monjes del cercano Monasterio de Alaón. Este monasterio, durante los siglos XII y XIII alcanzó un gran esplendor económico, social y religioso, llegando a expandirse por las tierras bajas de los Valles del Cinca y del Sosa, siguiendo las rutas de la reconquista aragonesa. A partir del siglo XIV comenzó su lenta decadencia, en parte por la regencia de abades comendatarios —qué sin ser monjes, disfrutaban de las rentas del cenobio; nombrados en épocas turbulentas como protectores del monasterio—, unido a la escasez de las rentas y a una falta de vocaciones, aunque pudo seguir compitiendo en celebridad y amplios territorios con otros conventos religiosos como eran: San Victorián o San Juan de la Peña.
Hasta mediados del siglo XX, aún se venían realizando romerías a este lugar.
Recomendable recorrido, por abruptos terrenos de gran belleza, cuyas pequeñas y escalonadas parcelas de cultivo no llegaron a conocer la mecanización.
¡Ah!… ¡Ya casi se me olvida! Recomendar a los vecinos de Santorens hagan un mejor control y seguimiento de los perros, pues estos andan sueltos por el núcleo urbano y, en algún momento, resultaron ser hasta agresivos. Confío en que algún día no tengan que lamentar algún incidente o accidente.