Ruta circular por Betesa y Obís
Ruta circular con inicio y final en Betesa, pasando por las ermitas románicas de Rigatell y Santa Eulalia/Santa Olaria/Santolaria, el pueblo arruinado de Obis y Casa Pallás.
24-ags-19 — 11’01 km de recorrido — 440 m desnivel acumulado
Un bonito y entretenido paseo por la parte más alta y occidental del Valle de Betesa, en las laderas de la sierra de Sis. Paisajes agrestes y de profundos barrancos, donde dominan las formaciones de conglomerado. Una quebrada geografía en la que se prodigan verticales precipicios y sorprendentes desfiladeros. (A finales de diciembre/2015, ya hicimos una visita a este valle, a cuyo post de entrada en el Blog os remito: ‘Ruta por el Valle de Betesa y Santorens’).
Betesa
Un pueblo que da nombre al valle y que pertenece al municipio de Arén. Un pueblo con la típica estructura medieval, al abrigo de un resalte rocoso con los restos de un castillo en lo más alto.
Su iglesia parroquial, en la parte más baja del pueblo, de advocación a San Juan Evangelista, es de estilo románico y orígenes en el siglo XII, aunque sufrió algunas transformaciones en centurias posteriores.
En principio, tomamos una pista rodada y después una senda bastante aérea por un vertical escarpe de conglomerados que nos llevará a la ermita y bordas de Rigatell. Siempre siguiendo las marcas del PR-HU 245.
La ermita románica de Rigatell data del siglo XII. Hace unos pocos años fue restaurada. El frontal de la Virgen de la Leche, que pertenecía a este templo, actualmente se halla ‘depositado’ en el Museo de Arte de Cataluña —se dice que: un cura que regentaba la parroquia hace muchos años, tuvo mucho que ver con su desaparición—; ¡cosas que pasaban antes!
Cruzamos el barranco de Rigatell y un camino rodado nos conducirá hasta la cercana aldea de Santa Eulalia/Santa Olaria/Santolaria, en situación ruinosa y de la que tan solo quedan algunos restos de esqueletos de edificios en pie. Esta aldea fue abandonada en los años setenta del pasado siglo.
Destaca una bella ermita románica, del siglo XIII, en buen estado de conservación y que bien vale una visita.
Ante nosotros ya aparecen las espectaculares laderas de la sierra de Sis, donde se aprecian con claridad los antiguos campos de cultivo que escalonaban los montes y distinta tonalidad de colores verdosos. Aunque, poco a poco, la vegetación espontánea se va adueñando de todo. Es destacable la abundancia de nogales.
Sublime el paisaje que disfrutamos, de accidentada geografía. Durante muchos años, la vida se desarrolló sobre estos roquedos, donde el hombre y la naturaleza quedaron ligados por las únicas fuentes de riqueza existentes, que no era otros que la agricultura y la ganadería. Daba igual el nivel de riqueza ostentado, todos tenían que repartir sus actividades entre ocupaciones pastorales y actividades agrícolas, con el añadido de las modestas explotaciones de animales que cada familia tenía para su sustento.
La senda hasta Obis, nos llevará a cruzar el barranco de Belarta. Un recorrido que nos permite distinguir las casas arruinadas del pueblo.
Obis
Un pueblo abandonado en la década de los sesenta o setenta, años de la diáspora rural. Carente de los servicios más elementales, aunque sí tuvo escuela y que todavía se mantiene en pie. Una buena parte de los edificios caídos y en ruinas. La sorpresa fue encontrarnos a una persona joven que vive allí —un neorrural de nacionalidad checa—muy amable por cierto y con el que compartimos un rato de agradable conversación.
La estructura del pueblo es de corte defensiva, sobre un espolón flanqueado por dos profundos barrancos —Belarta y San Marcos—, que al confluir aguas abajo vienen a conformar el barranco de Obis.
Un pueblo que era el vigilante de los caminos que ascendían hasta la sierra de Sis. El territorio de Ribagorza era rural, salpicado de pequeños pueblos, masías y algunos castillos que, para unirlos fue necesario crear una compleja red de caminos y sendas, que solo las gentes del lugar podían diseñar sus trazados, al ser conocedores del terreno. En el camino de subida a la sierra, por encima de Obis, se halla en buen estado de conservación un espectacular puente medieval, que pudimos visitar gracias a que nos hizo de guía el único habitante del pueblo.
La parroquial de San Juan, del siglo XII, se halla en ruina total. La vegetación impide su acceso al interior.
Abandonamos el pueblo, camino de Casa Pallás, por una bonita senda que nos llevará a disfrutar de un profundo desfiladero de verticales paredes. De vez en cuando, echamos la vista atrás; es posible que no volvamos a este pueblo, pero si lo hacemos, seguro ya nada será igual: se habrán derrumbado paredes y algunas casas estarán por los suelos.
La Casa Pallás, es una casa solitaria, con abundantes terrenos que la rodean y que antes se cultivaban, hoy ya no. Una casa que, a buen seguro, se defendía bien en los tiempos de la autarquía, pero la llegada de los nuevos tiempos y sus cambios sociales acabaron con las épocas más florecientes.
Un valle, este de Betesa, no muy conocido, pero que vale la pena visitar. Nosotros seguiremos haciéndolo