Ruta entre Santaliestra y San Martín de Caballera
4-Ene-2017 — (8 km)
Temperatura fresquita a primera hora de la mañana (-7ºC). Desde Santaliestra emprendemos la ascensión hasta el monasterio de San Martín de Caballera, teniendo como punto intermedio en el recorrido, muy bien señalizado y balizado por cierto, el deshabitado pueblo de Caballera. Un paseo en el que hay que pensar también en la vuelta.

Santaliestra:
Iniciamos la caminata junto al antiguo lavadero, para dirigirnos al puente del antiguo molino sobre el río Ésera, justo donde desemboca un profundo barranco, llamado de Gabarrosa, que, en su descenso desde lo más alto de la Sierra de Esdolomada (Serrau Aguilar), recoge las aguas de los deshabitados pueblos de Abenozas y Aguilar, situados en lo más alto de cada una de sus vertientes. Pasamos antes por las cercanías de su iglesia parroquial, de La Asunción (siglo XVI) y por la ermita de San Sebastián (siglo XVIII).




Otras rutas iniciadas en esta población, han sido:
Ruta por Santaliestra – Torre de Obato
Ruta entre Santaliestra y Aguilar
Estamos en la Depresión Media Pirenaica, un valle fluvial en forma de artesa con terraza ubicado al sur de lo que son la Zona Axial y las Sierras Interiores. Territorio amplio y heterogéneo, un sinclinal relleno de materiales detríticos como son las areniscas y lutitas combinadas con margas y conglomerados. Zona erosionable con relieves acarcavados, lo cual se puede apreciar muy claramente a poco que nos fijemos en las escarpadas laderas que encajonan el valle.

Asentado en la margen izquierda del río Ésera, siendo éste un primordial elemento dentro de la red fluvial de la Comarca de La Ribagorza, de caudales generosos y fluyendo en el sentido Norte-Sur, que nace en plena cordillera pirenaica y con bastantes regulaciones y aprovechamientos hidroeléctricos a lo largo de su recorrido. En las últimas décadas, además, se han intentado construir nuevos pantanos en el cauce que, afortunadamente, no han llegado a materializarse al tener un fuerte rechazo social, nos referimos al pantano de Campo (década de los 70 del pasado siglo), al pantano de Comunet (intento de los años 80) y al pantano de Santaliestra (en los pasados años 90).

Pasado el puente sobre el río Ésera, encontramos a nuestra izquierda, en lo que es la falda del Morrón de Peri (881 m), un desvío señalizado y que nos llevará al pueblo de Caballera. Accedemos a lo que es una vieja y milenaria senda, que servía para unir los pueblos de Santaliestra y Caballera, y rápida ascensión, atravesando un estrecho paso justo por encima de una casi vertical ladera de margas, llegamos a un sitio al que denominan “La Cueva”.

La Cueva es una visera natural de areniscas, un lugar que servía de refugio a transeúntes en el caso de tormentas inesperadas o pasar la noche llegado el caso.

Cambiamos de vertiente, en lo que es el barranco de Caballera, y ascendemos por la margen derecha de éste, por un estrecho camino que a base de una sucesión de pequeñas lazadas nos lleva a alcanzar antiguos campos de labor del pueblo de Caballera.


Vamos subiendo y las vistas paisajísticas cada vez son más interesantes, al fondo el valle del Ésera y enfrente los montes de Aguilar.

Caballera:
El acceso al pueblo es por bonitos y antiguos caminos empedrados, flanqueados por unas viejas paredes de piedra, que van perdiendo su verticalidad con el paso del tiempo.


Este deshabitado núcleo, a 880 m de altitud, se encuentra en esta situación desde las pasadas décadas de los 60/70 del pasado siglo. El avance de los nuevos tiempos económicos y los cambios sociales habidos, acabaron con unos modos de vida centenarios en los que la autarquía y unos estilos muy duros de subsistencia eran la razón de ser.



Todavía permanece en pie la torre de la iglesia de San Martín (siglo XVII), aunque lo que es el templo ya está prácticamente arruinado. Algunas casas han sido rehabilitadas por sus propietarios y permanecen en ellas algunas temporadas. Este núcleo, a mediados del siglo XIX, tenía censados más de un centenar de personas.


Todavía nos queda una hora para llegar al Monasterio de San Martín, objetivo de nuestro paseo de hoy. La pista de subida al monasterio bordea antiguos campos de cultivo que van siendo colonizados por la vegetación espontánea, su itinerario discurre por las faldas de la sierra de Pallargüelo y nos muestra unas excelentes vistas de El Turbón, el valle del Ésera, los montes de Aguilar y de Fantova, …. …. El silencio es la nota que predomina durante todo el recorrido.




Cuando alcanzamos la divisoria sobre el meandro del río, donde se halla enclavada la ermita de La Piedad, se puede apreciar con claridad el lugar donde querían construir la presa del pantano de Santaliestra. ¡Menos mal que el rechazo social se impuso! En dicho meandro, situado aguas arriba de Santaliestra, en octubre de 1907, se desplomó parte de la ladera izquierda sobre el cauce del río y al quedar taponado se produjo una gran retención de agua con la consiguiente gran avenida posterior, ocasionando gran cantidad de daños en el territorio y pueblos situados más abajo.

El Monasterio de San Martín de Caballera (siglos XI/XII), fue rehabilitado y consolidado, en parte, a finales de la década de los años 90 de la pasada centuria, pues se encontraba en ruinas y al borde de su desaparición.

El lugar es idóneo para su emplazamiento, al abrigo del Tozal de Albas (1213 m), prácticamente al inicio del barranco con igual toponimia que el monasterio. De planta rectangular orientada hacia el este (ábside, presbiterio y nave), con una cripta bajo el presbiterio que, aprovechando el desnivel del terreno, consta de tres pequeñas naves con bóvedas de arista.

Los monasterios tienen su importancia en la historia de Aragón, sin ellos no podría comprenderse una buena parte de nuestro pasado. Fueron vitales en la sociedad de la época, en lo económico, en lo cultural, en lo espiritual y en todo lo que fue la organización del territorio.

La mayor concentración en cuanto a fundaciones de estos cenobios en los territorios pirenaicos, tuvieron lugar entre los siglos IX/XI. Algunos acabaron siendo unos grandes rectores en el devenir de los territorios aragoneses, otros tan solo llegaron a ser unas simples casas de oración o lugares de retiro. Los emplazamientos de estos primitivos monasterios siempre estuvieron condicionados por la abrupta orografía del terreno, lo cual no dejó de ser un acicate para su desarrollo.


A partir de los siglos XI/XIII, y a medida que iba avanzando la reconquista, las nuevas fundaciones monásticas fueron trasladándose hacia los somontanos y el llano. Ya no eran edificios pequeños, se levantaban en zonas llanas y fértiles, junto a caminos y cerca de los ríos. Tenían el efecto repoblador de los nuevos y vacíos desiertos demográficos del territorio aragonés. A medida que iban surgiendo los nuevos y repobladores monasterios, los antiguos de las montañas eran eclipsados y transformados para al final quedar absorbidos.
