Ruta de ascensión al Turbón
Ascensión al Castillo de Turbón (2492 m). Una ruta con inicio y final en el Refugio de La Margalida (1494 m), pasando cerca del Puerto de la Muria (1623 m) y la Collada de San Adrián (1915 m), para acometer el tramo final una vez superada la derruida ermita de San Adrián (2030 m) y haber recorrido toda La Canal o Coma de San Adrián.
6-oct-2019 — Itinerario de ida y vuelta: 15’7 km — Desnivel acumulado: 1135 m
Día tras día, imperturbable y como desafiante, tengo ante mí a este inconmensurable macizo calcáreo de esbelta figura, que tanto invita a la contemplación y al deleite visual; ese monte llamado: ‘El Turbón’. La ‘montaña mágica’ y solitaria, que sobresale sobre el resto de elevaciones que la acompañan. Una montaña que, junto con el macizo de Cotiella, forma parte de las llamadas ‘Sierras Interiores’, delimitando lo que es la Zona Axial de los Pirineos con la Depresión Media Prepirenaica y las Sierras Exteriores. Todos los ribagorzanos sueñan con poder subir alguna vez a este emblemático monte: hoy he satisfecho mi deseo.
Optamos por el recorrido más largo, pero también, creo, es el más bonito, iniciando la excursión en el refugio de La Margalida, en lo más alto del Valle de Bardají / Bal de Bardaixín, por encima de los pequeños núcleos habitados de Llert y Esterún / Estirún, entre el Tozal de Baciero (2115 m) y las laderas más septentrionales del mismo Macizo de Turbón, antes de llegar al Puerto de La Muria.
Vamos subiendo y las vistas sobre el fondo del Valle de Bardají son cada vez mejores, con las desnudas y pronunciadas laderas que bajan del Baciero, contrapunto del manto verde que desciende desde el Turbón, de profundo y áspero arbolado. Se va abriendo la ventana del fondo del valle y aparecen las estribaciones de Sierra Ferrera; se percibe con claridad la flexión que hace el macizo de Baciero; el murallón que conforma la Sierra de Chía, un poco torcido como un arco, con sus áridas cantaleras asomándose sobre el río Ésera; y, al fondo, el impresionante macizo pirenaico, con los Picos Gallinero (2728 m) y Basibé (2725 m) en primer lugar y sus ramales desprendidos que vienen a enlazar con el Turbón, dejando un amplio espacio abierto intermedio, para desde aquí ir a empalmar con Cotiella a la vez que estrechan el cauce del Ésera, con los colosos macizos del Pirineo cubriéndole las espaldas (Maladeta y el pico Aneto con sus 3404 m, así como el de Perdiguero y su homónimo pico de 3221 m, y el de Posets con su pico también de igual nombre y sus 3369 m). ¡Un espectáculo para la vista!, casi duelen los ojos al admirar tanta belleza paisajística.
Estamos en los alrededores del Puerto de La Muria (1623 m), un lugar de pastos y ancestral paso de cabañera, junto con el cercano Puerto de las Aras que visitamos hace pocos días (ver post de entrada). Su utilización se remonta a principios del Neolítico, unos siete mil años, ¡casi nada!
Desde lo alto de la Collada de San Adrián (1915 m) —una morrena de lo que fue un pequeño glaciar, entre el Pico La Montañeta y la llamada Montaña de San Adrián—, tenemos ante nosotros la entrada a La Canal o La Coma de San Adrián, un impresionante paso que divide el macizo de Turbón: a nuestra izquierda las paredes del Turbonet (2346 m), a nuestra derecha las del Castillo de Turbón (2492 m), nuestro objetivo; al fondo las paredes de Fon Torruego, que cierran esta admirable Canal o Coma.
Escarpadas paredes calcáreas flanquean el fondo glaciar excavado de la Coma. En un principio más o menos plano, de verde pasto y con las vacas por allí pastando, para, poco a poco, ir haciéndose más abrupto. Enormes cantaleras o canchales, con sus mantos de derrubios formados por la ruptura del roquedo, con bloques de piedra de tamaño y movilidad variables, vamos encontrando al paso.
Junto a una surgencia de frías y terrosas aguas, se hallan las ruinas de la ermita de San Adrián (siglo XII), de origen eremítico. La más alta de Aragón. Supongo que, desde aquí, se harían los oportunos conjuros para amedrentar a las infernales tormentas que se generaban en la cumbre. ¡Había que tener reales para vivir solo en un lugar tan inhóspito como este!…
A partir de la ermita, el terreno se hace más escabroso y empinado. Acometemos la última parte de la subida, todavía quedan más de quinientos metros de desnivel. Pasamos bajo unas simpáticas chimeneas, unas columnas pétreas modeladas por la erosión y que evolucionan constantemente. Este tipo de formaciones, en los sitios donde las hay, siempre han sido objeto de multitud de leyendas, ¡aquí, seguro que también las habrá habido!
Al llegar al Fon Torruego la Ball, una vez enlazado con la senda que sube de Las Vilas, nos desviamos a la derecha para superar los últimos metros de la ascensión y empezar a disfrutar de las inmensas panorámicas que se avecinan. Hasta ahora, no nos hemos encontrado con el Ome Granizo, ni con bruixa o hada alguna, la verdad es que hemos sido respetuosos con la montaña, no queríamos que se despertara ningún duende. Estamos llegando a lo más alto de la ‘fábrica de tormentas’, generadora de vientos que, a veces, llegan a rodar con espantosa velocidad.
Poder trepar a lo alto de esta montaña, aunque la fatiga haya hecho acto de presencia en algún momento, ha sido toda una experiencia. Brillantes panorámicas se abren ante nosotros, lo que aumenta notablemente el valor de nuestra ascensión, teniendo como justo premio la visión de lo que es la grandeza de la naturaleza. Podemos confundir grandes masas boscosas con las inmensas y oscuras manchas verdes de prados o campos de labor, y jugar al acertijo de adivinar los pequeños pueblos que salpican el fondo de los valles o las laderas de los montes. En lontananza se divisaban unas tendidas fajas de cenicientas brumas cubriendo las extensas superficies de las partes más bajas que acariciaban los montes y cerros y que nada tienen que ver con las inconmensurables figuras de la elevada cordillera pirenaica.
Describir el paisaje desde esta atalaya, vigilante del territorio de Ribagorza, es algo complicado y difícil: sierras, valles, llanuras, se adivinan valles ocultos tras las sierras, altos montes, sierras y picos que asoman tras los collados, barrancos, ríos, pantanos (Barasona y Mediano), … Vegetación, arbolado, verdes fincas, oscuros y grisáceos montes, que se van achicando en la distancia.
- Cotiella. Árido y descarnado, con derivaciones a los valles y riberas de los ríos Cinca y Ésera, albergando en su seno pequeños valles o vallejos.
- Sierras de Baciero y Cervin. Nexo de unión del Turbón con Cotiella a través del Ésera. Ambas, junto con el Valle de Bardají, cortan la prolongación de Cotiella al otro lado del Ésera, cuyas faldas más orientales se llegan a unir con las del Turbón.
- Sierra de Sis. Una ramificación que no supera los 1800 m de altitud, divisoria de los ríos Isábena y Noguera Ribagorzana, separando el Valle del Isábena con los de Betesa y Arén. Un extenso afloramiento de materiales conglomerados del Oligoceno (hace unos 30 mills/años), que llegan a formar unos majestuosos mallos. Un gran retazo, a modo de ‘cerro testigo’, de lo que llegó a ser el recubrimiento detrítico de la cordillera antes de que la acción erosiva de las aguas fuera labrando el relieve que hoy contemplamos.
- Sierra Ferrera y Peña Montañesa. Línea divisoria con la región subpirenaica, dominando de forma majestuosa el Cinca con un enorme tajo, ligeramente arqueada al sur de Cotiella, arrumbada de oeste a este. La Sierra Ferrera se estrecha antes de llegar al Ésera, rebajándose más de un centenar de metros, frente a la que se erige paralela la Sierra de Campanué, muy deprimida hacia La Fueva.
- Valle de Lierp. Abierto y hasta pintoresco en algunos sitios. Comprendido entre los pronunciados escarpes más meridionales del Turbón, sobre todo al norte del pueblo de Serrate, y la Sierra del Chordal, mucho menos elevada. Casi en su centro, se halla la línea divisoria entre las aguas del Ésera y del Isábena.
- Sierras del Montsec, Laguarres, La Carrodilla, Arbe, Guara, … todas ellas más al sur.
Y al norte… ¡los Pirineos! Esa inmensa estructura de grandes batolitos graníticos (Maladeta, Posets, Bagueñola, Cerler, Perdiguero, …), producto del último gran acontecimiento tectónico que tuvo lugar, al converger la Placa Ibérica con la Placa Europea, desde el Cretácico Superior hasta el Mioceno —desde hace 100/90 mills/años hasta 23/15 mills/años).
¿Qué tendrán El Turbón y los Pirineos?… Durante siglos han sido centro de esperanzas e inquietudes. Con solo nombrarlos, las miradas ya se dirigen a ellos. ¿Tenemos que bendecir su existencia o murmurar de ella?, ¡toda una maravilla de la naturaleza!