Ruta circular entre Castigaleu y Cajigar
Ruta circular con inicio y final en Castigaleu, pasando por Cajigar
20-abr-2019 — 18 km — 480 m de desnivel.
Nos hallamos en la parte más oriental de la Comarca de Ribagorza, en lo que es una gran altiplanicie de unos 900/1000 m de altitud media, nexo de unión entre las septentrionales sierras de Sis y Berganuy con la más meridional de Laguarres. Un territorio situado entre los ríos Isábena y Noguera Ribagorzana y que el río Cajigar surca por su eje central, en el sentido N-S. De superficie ligeramente ondulada, producto de la intensa labor erosiva realizada por los numerosos barrancos que drenan su orografía.

El paseo se ha desarrollado por el interfluvio de los ríos Isábena y Cajigar, siguiendo las marcas del GR-18 y la BTT 9 de los Senderos de Castigaleu. Muy endeble la señalización del GR-18 —igual de deficiente que las del cercano GR-1—, teniendo que seguir la ruta más bien por intuición, las señales no son claras y ni tampoco bien pintadas; ¡una pena! Menos mal que el paisaje y las excelentes vistas que nos depara la ruta vienen a paliar un tanto las carencias de señalización al disfrutar de buenas panorámicas, como las que nos ofrece el alto de Santa Waldesca (1158 m) sobre la gran cicatriz esculpida por el río en el valle del Isábena.

Castigaleu
Inicio y final del recorrido. Asentado sobre la parte más alta de la ladera derecha en el curso medio del río Cajigar. Cruce de carreteras y también intersección de los GRs-1 y 18. Destaca la iglesia de San Martín (siglo XVI), con su torre campanario octogonal y sus garitones defensivos adosados —esta iglesia, durante las guerras de la Independencia, en 1808, y de la incivil de 1936, fue saqueada y destruidas sus imágenes.


Estamos en lo que se llama La Lámina de Boixols, en lo que son las Sierras Interiores y donde proliferan materiales calcáreos marinos, del Jurásico y Cretácico (200/150 mills/años). Un espacio recubierto de extensos afloramientos de conglomerados del Oligoceno (30/35 mills/años), que dan lugar a majestuosos mallos y que constituyen a modo de retazo, como si de ‘cerros testigos’ se trataran —el Tozal del Mall; el Tozal del Mediodía; o el Tozal de los Moros y su espectacular Brócolo; …— de lo que fueron antiguos recubrimientos detríticos de la llamada sierra de Sis, mucho antes de que los agentes erosivos actuaran y modelaran los relieves que contemplamos en la actualidad. En los años 60 se prodigaron los sondeos petrolíferos por aquí.

Casas aisladas salpican la geografía del entorno, como en una buena parte de Ribagorza, con su edificio principal y otros auxiliares para diversos usos, con sus pozos y pequeñas capillas, exentas en buena parte de los casos. Por lo general, su datación está entre los últimos tiempos del medievo y los primeros de la Edad Moderna, a las que podía accederse solo mediante antiguas sendas y veredas, o siguiendo los trazados de las cabañeras.


Estas Casas —núcleos unifamiliares— llegaron a representar lo que fue todo un tipo de organización social y jurídica en el Alto Aragón. ‘La casa’ se asimilaba a familia: un único heredero, sus hermanos —a los solteros se les llamaba ‘tiones’—, los hijos y, aquellos parientes con un mismo ascendiente, además de los acogidos y criados. Estaban regidas por un solo jefe: el padre o uno de los hermanos, que, por lo general, era el primogénito, al que los ‘tiones’ tenían que obedecer y respetar. El patrimonio no se podía dividir y ‘todos’ debían trabajar para ‘la casa’, a cambio tan solo de la manutención. Esta férrea y monolítica organización del heredero único, permitió sobrevivir durante mucho tiempo a este tipo de comunidades, a veces muy pequeñas. Si las familias y las voluntades se veían menguadas por el motivo o motivos que fueran, resultaba muy difícil seguir exprimiendo a esa ubre marchita que durante tantos siglos les permitió vivir.

Este sistema de heredero único y ‘tionaje’ se desmoronó cuando los ‘tiones’ comenzaron a germinar unos deseos emancipadores que les permitieran alcanzar nuevas situaciones: las repoblaciones forestales, los encauzamientos de barrancos, la construcción de pantanos y carreteras, la industrialización del estado, … así como la posibilidad de migrar hacia los nuevos pueblos de colonización que se levantaban en el llano; todo contribuyó a ello. Se ofrecían puestos de trabajo remunerados que estimulaban las ambiciones de libertad y de ser independientes de los no herederos.


El hombre que, durante muchos años, colonizó y dejó su impronta sobre el paisaje al final tiene que abandonar, es expulsado: se produce un éxodo rural masivo. Los nuevos modos de vida tratan de borrar dichas marcas y conllevan las pérdidas de identidad de la clase campesina y el ninguneo clasista que, en la mayoría de las veces, tuvieron que padecer. El éxodo ha representado la muerte de una forma de ser, de entender y de vivir la vida, ha arruinado a muchas comarcas y pueblos, sobre todo los más pequeños con difíciles accesos.

Estas Casas solitarias que ahora vemos, algunas todavía habitadas, otras reformadas y rehabilitadas, pero muchas en situación calamitosa y ruinosa, se levantaron con piedras y materiales extraídos del propio terreno, pero, poco a poco, si no se adoptan medidas, volverán a éste en forma de ruinas hasta convertirse en polvo.

Cajigar/Quixigá
Aquí se acaba la carretera. Si queremos ascender a la sierra de Sis o dirigirnos hacia las estribaciones de la sierra de Berganuy, deberemos hacerlo por pista. Un lugar que vivió del carbón —no está muy lejos la mina Eulalia cerrada desde hace unas pocas décadas—, de los cortes de madera, del paso de las cabañeras… y que ahora, poco a poco, se ve abocado al abandono y al silencio. Un lugar donde destaca la hermosa iglesia de Santa María (siglo XI) y que, en sus inicios, llegó a pertenecer al Monasterio de Labaix y posteriormente al de Alaón. Junto al casco urbano se levanta la ermita de Nuestra Señora del Rosaro (siglo XVII).



Por aquí pasaba, y pasa, la antigua cabañera que, subiendo desde Castigaleu se dirige a la sierra de Sis para continuar hacia el Valle de Arán —esta cabañera baja hasta La Litera y el Bajo Cinca— después de haber cruzado longitudinalmente Ribagorza. Las cañadas (en Aragón cabañeras), son antiquísimos caminos para el paso de los rebaños en sus ciclos trashumantes desde las tierras —donde pacen en invierno— a las sierras pirenaicas —buscando el pasto fresco de los veranos—.

A lo largo del camino son muchas las ermitas que se utilizaban como refugios de pastores y no era raro que estos hicieran sus ofrendas para tener protección durante el trayecto.

Estos procesos anuales de trashumancia, repetidos durante siglos, llegaron a conformar la vida y la sociedad de los pueblos. Durante muchas centurias fueron las rutas de penetración y difusión de culturas o de manifestaciones folklóricas, así como de intercambios comerciales; desarrollando, a su vez, unas características propias y artesanales de productos relativos al pastoreo (esquilas, cuchillos, collares de madera decorados, tijeras, prendas de vestir para los pastores, calzado, …) además de la transmisión de mitos o determinadas creencias relacionadas con los malos espíritus, las tormentas y las enfermedades.


Sería interesante que estas rutas se pusieran en valor, para conocimiento de la gente y que pudieran visitarlas y caminar por ellas. ¡Valdría la pena! Podrían ser un buen revulsivo turístico para el mundo rural.


Otra ruta realizada por los alrededores fue: ‘Ruta por Cajigar e Iscles’