Ruta de ascensión al Castillo Mayor
Ruta de subida al Castillo Mayor (2014 m), con inicio y final en la Cruz de Puértolas.
24-mar-21 — Distancia: 10’6 km — Desnivel acumulado: 983 m
Había ganas de subir a esa especie de iceberg varado visible desde muchos puntos, una gran mole de calizas del Cretácico Superior y Paleoceno (100/60 mills/años), montado sobre un considerable espesor de materiales margosos, que correspondían a antiguos fondos marinos de agrisados sedimentos calcáreos.

Nada más comenzar, ya tenemos ante nosotros la inmensa barrera de modelado kárstico, cuyas pronunciadas laderas están cubiertas por una gran mancha marrón conformada por un exuberante robledal que está esperando avance la primavera para cambiar al color verde.


A pocos metros de la horquilla de separación entre las carreteras que van a Escuaín y Bestué, encontramos un camino empedrado, al principio flanqueado por viejas paredes de mampostería en seco, que, sin dejarlo en ningún momento, nos llevará a la cima.


Un camino muy cuidado en otros tiempos, empedrado a tramos. Por aquí subían al ganado en verano hasta los puertos; utilizado, además, para la evacuación de los trabajos de talas y carboneos. Poco a poco, la vegetación incontrolada reclama lo que le pertenece y, en algunos tramos, las zarzas, el chaparro y los bojes, así como algunas ramas bajas del arbolado, dificultan un tanto su tránsito.

Vas ascendiendo y las panorámicas se van ampliando, cada vez son mejores bajo unas desnudas e inmensas quebradas con alguna que otra cantalera: el Valle del Cinca; la Peña Montañesa; O Puntón; Peña Lierga; los Tozales de Vio; el Pico Nabaín al fondo; los espectaculares Sestrales, con bastante nieve por su cara norte; … A nuestros pies, una impresionante ladera profundamente poblada de arbolado y surcada por profundos barrancos, que hacen de separación entre los pueblos de Puertólas y Bestué. ¡Un espectáculo!


Estamos en el interfluvio de los ríos Bellós, Yaga y Cinca, donde enormes masas montañosas y de ásperas pendientes, recortadas por los ríos Bellós y Yaga, hacen de línea de separación y deslinde entre los Valles de Vio y Puértolas con Tella y el Cañón de Añisclo. Los Sestrales y Castillo Mayor, dos grandes macizos que están frente a las grandes moles de Monte Perdido prolongadas por la Sierra d’as Zucas.


Sobre los 1750 metros de altitud, después de una fuerte subida y sin descansos, llegamos a lo que es un extenso prado de montaña —una estiva—, un buen mirador, donde todavía permanecían algunos neveros agazapados a la umbría de grandes roquedos. Quedaba lo peor de la ascensión.


La fatiga no nos arredraba, seguíamos alentados por la esperanza de disfrutar de los brillantes panoramas que nos aguardaban, nada podía detenernos para acometer la ascensión de los casi trescientos metros que faltaban por hacer.

No imaginábamos tendríamos que enfrentarnos con las dificultades que representa atravesar un extenso lapiaz, bastante inclinado y de superficie pétrea muy irregular, cuyas calizas rocas moldeadas por el hielo y la disolución química presentan múltiples surcos y agujeros, con unas aristas muy agudas y cortantes y cuyos únicos puntos de referencia eran unos hitos de piedra que no podías perder de vista. Un tropezón o un mal cálculo al ir saltando por encima de las piedras, hubiera tenido un mal desenlace. Complicada la vuelta bordeando la cumbre.


¡Menos mal!… que las excelentes vistas que tuvimos desde la cima compensaron sobradamente el ‘mal trago’ de la travesía por el lapiaz. Ante nosotros, los Pirineos, esa palabra mágica que designa a la extensa y alta barrera montañosa, que hoy estaba nevada, en la que han tenido lugar tantos y tantos hechos.


Delante Monte Perdido —esplendoroso él—; al este esa barrera montañosa que separa a los Valles del Cinca y de Chistau, además de los macizos de Cotiella y la Peña Montañesa; por el oeste, la montaña de los Sestrales ese gran anticlinal prolongado con el cercano Pico Mondoto y separados por el profundo y vertical Cañón de Añisclo; al sur, el Valle de Vio y la apertura del Valle del Cinca —allá, en lontananza fajas tendidas de bruma cenicienta sobre las llanuras o montes y cerros, que nada son y nada representan ante la magnitud formidable de la cordillera; y a nuestros pies, el magnífico Valle de Escuaín, un antiguo valle glaciar de abruptos barrancos y que es surcado por el río Yaga. Completando el cuadro paisajístico, tenemos a unos altos y pedregosos picos, cubiertos de nieve en algunos casos, a tramos tapizados de verde y adornados por extensos hayedos y robledales, campos y prados como cintas diminutas de verdor variado y un río Cinca que más bien se parece a un delgado hilo plateado.


Una excelente excursión, pero en la que hay extremar la precaución llegando a la cima. ¡Cuidadín!…


Paso el enlace de otras excursiones que hemos hecho por los alrededores:
- Ruta circular por el Valle de Escuain
- Ruta entre Escuain y Puente de los Mallos
- Ruta entre Tella y Bielsa, por el camino del canal
- Ruta por Tella y la ruta de las ermitas
