Visita a la Ermita Virgen de las Rocas (Güel)

La subida a la Ermita de la Virgen de las Rocas (1161 m), situada en Güel, término municipal de Graus, era una asignatura pendiente que teníamos desde hace tiempo, primero porque es una ermita de mucho raigambre en la zona además de conocida, y segundo porque nos habían dicho que el paisaje que se divisaba desde la misma era espectacular, como así ha resultado ser.
El recorrido de hoy, 14 de diciembre de 2015, es una especie de ruta circular entre lo que es el cruce de los cuatro caminos, en las cercanías de Casa Castell (lugar donde, presumiblemente, llegó a existir un castillo en un cercano cerro denominado del Castiello), pasando por las Casas de Cusolari, Solano, Tres Pueyo, Badía y Pelegrín, siendo en esta última donde hemos tomado el camino de subida a la ermita; el camino de vuelta ha sido el mismo hasta Casa Pelegrín y desde allí hemos bajado al punto de partida, bordeando lo que es un extenso viñedo. Al final, el paseo ha estado en torno a los once kilómetros y una duración aproximada de unas cuatro horas, teniendo en cuenta la gran cantidad de paradas y el rato que hemos estado por los alrededores de la ermita para deleitarnos de los paisajes que nos brindaba el Valle del Isábena y la cercana Sierra de Sis, además del macizo del Turbón.

Güel es un extenso territorio, salpicado de un buen número de casas o caseríos con los terrenos de labranza en sus inmediaciones y distanciadas unas de otras algunos centenares de metros, aunque, en la actualidad, muchas de ellas se hallan deshabitadas pero no abandonadas, y donde, durante muchos años por no decir siglos, ha imperado la práctica de la autosuficencia, procediendo a la venta de sus excedentes o intercambiando productos en los días de feria que se realizaban en la cercana villa de Graus. Se halla situado entre lo que son las estribaciones de la sierra de Esdolomada, la sierra de Güel con sus destacados “morrones” (1401 m), y el río Isábena; por el norte linda con los terrenos de la cercana población de Roda de Isábena y por el sur con las pequeñas elevaciones o lomos, a modo de línea divisoria con la vertiente del río Ésera, conformadas por una serie de tozales (de l’Ombre -995 m-; del Mallo -923 m-; Matosa -887 m-) que parten del cercano Fantova –a una altitud ligeramente superior a los 1000 m- para, poco más o menos, a la altura del despoblado de Santa Creu, iniciar su descenso y acabar junto a las orillas del río Isábena sobre Torrelabad o El Soler.


Lo primero que hemos hecho al dejar el coche aparcado, justo en el cruce de caminos, ha sido dirigirnos a Casa Solano, donde, muy amablemente, nos han atendido y dejado la llave de la ermita para que pudiéramos acceder al interior de la misma.




Seguidamente, siguiendo las indicaciones de la familia de la casa, nos hemos dirigido hasta Casa Badía, habiendo pasando antes por Casa Tres Pueyos. Una vez superada la Casa Badía nos dirigimos a Casa Pelegrín por un camino de exuberante arbolado a ambos lados, que nos lleva a bordear unos viñedos hasta alcanzar el camino de subida a la ermita. Durante el recorrido, allá a lo lejos y en lo alto de uno de los cerros, se distinguía, claramente, la ermita de San Gregorio, la cual visitamos en el otoño del pasado año.










El desnivel existente entre la Casa Pelegrín y la ermita lo vamos superando mediante una sucesión de prolongadas lazadas que, en menos de cuarenta y cinco minutos, nos permiten alcanzar el objetivo previsto. A medida que vamos ascendiendo, las vistas sobre el valle del Isábena y sierras adyacentes, como son las de Sis y de Laguarres, se van haciendo más amplias, lo que nos permite disfrutar de unos bellos parajes además de ir acercándonos a los pies de las escarpadas laderas de conglomerado de los Morrones de Güel que, vistos desde abajo, son todo un espectáculo.






La encina o carrasca, con algunos pinos o enebros, además de robles, es la vegetación predominante del territorio, cuyo ecosistema persiste ante la ausencia, desde hace mucho tiempo, de acciones de tipo antrópico que hayan podido ir degenerado el entorno. Todavía pueden apreciarse, en lo que es la zona de taludes de los morrones, la serie de antiguos bancales que escalonaban la ladera, hoy ya recubiertos de vegetación espontánea.


La ermita de la Virgen de las Rocas, la cual formaba parte de un antiguo castro datado a finales del siglo X y que, en un principio, se hallaba consagrada como iglesia de Santa María, se ubica a los pies de uno de los morrones desde donde pueden apreciarse unas excelentes vistas del macizo del Turbón, la sierra de Sis, los Besiberris o la sierra de Laguarres, además de poder apreciar lo que es el ancho valle fluvial, en forma de artesa, que ha ido formado el río Isábena con su sistema de terrazas.






El edificio de la ermita está dividido en dos tramos, lo que es la parte dedicada al templo, que se halla restaurado, y otro, ya en situación ruinosa, donde antaño se reunían los romeros y que bien pudiera haber sido, en tiempos muy lejanos, la antigua vivienda del ermitaño.




El ábside de la ermita está apuntando hacia el este y la puerta de acceso da hacia el mediodía. Un crismón restaurado preside la puerta de entrada, tallado sobre un sillar rectangular de material distinto al del resto del portal y que, en principio, no guarda ninguna relación con la construcción original y cuya criptografía tiene una interpretación bastante peculiar, pues tiene los signos invertidos (la “P” del padre, está al revés; y los signos “alfa” y “omega” se ubican justo al revés de lo convencional).






Presidiendo el altar se encuentra una “virgen negra”. En cierta ocasión leí que el culto a las vírgenes negras pudiera remontarse a épocas celtas o pre-célticas, cuyas tradiciones son muy lejanas y de arraigo en el lejano Oriente. Su color oscuro representa a la “madre tierra” y a la ancestral sabiduría que fue pretendida incluso por los Templarios.


El término de Güel, hoy integrado en el municipio de Graus, al estar compuesto por un buen número de casas o caseríos despergiados, se halla surcado por una gran cantidad de caminos y sus correspondientes intersecciones, que pueden dar lugar a equívocos. Por lo general, cada una de las casas contaba con su propia ermita o capilla, por lo que existe un extenso patrimonio sobre el particular, aunque, desgraciadamente, no todas se encuentran en buen estado.




