Ruta de subida al Refugio de Pombie – Pico Midi d’Ossau
Ruta de subida al Refugio de Pombie – Pico Midi d’Ossau, con inicio y final en el parking d’Aneu. Una vez cruzado el paso fronterizo del Portalet, pero en el lado francés.
11-ags-2022 — Distancia: 9,75 km (ida y vuelta) — Desnivel: 519 m.
Estamos en terreno de frontera, una divisoria de altas cumbres que superan con facilidad los 2500/2800/3000 metros entre Francia y España y que un viejo proyectista, como es el hielo, en el Período Cuaternario se encargó de su diseño y bosquejo, excavando y desbaratando estas abruptas montañas para que luego las hicieran suyas los antiguos pobladores del Neolítico y su medio de vida. Unos territorios sobre los que los vecinos de los valles a un lado u otro de la frontera siempre han tenido acuerdos y tratados de colaboración, que se fueron renovando con el tiempo sin necesidad de la intervención de los poderes estatales del momento.
Como dos hermanos gemelos: Picos de Anayet (2559 m) y Midi d’Ossau (2884 m), en España y Francia respectivamente. Ambos de igual porte y morfología, revestidos con igual piel de tonos avinatados. Los dos son pitones volcánicos andesíticos de los períodos Devónico y Carbonífero en la Era Paleozoica (hace unos 450/400 mills/años). Tan iguales, tan cercanos en cuanto a situación geográfica… tan distantes en las divisiones políticas y administrativas.
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Subida a los ibones de Anayet y
Nada más dejar el coche en el aparcamiento d’Aneu, que es el principio o el final de la ruta según se mire, ya quedamos impresionados de las vistas sobre lo que fue un circo glaciar (Cirque d’Aneu). Por la parte española lo circunvalan la Punta Canal Roya (2345 m), Peña Blanca (2365 m), Pic de la Néou (2364 m), Punta Cubilaret (2291 m)… y el Paso del Portalet (1794 m); ante nosotros las laderas del Col du Soum de Pombie y sus 2129 m de altitud. Estamos en lo que fue el embrión del gran desarrollo glaciar del Valle d’Ossau. Una sucesión de largas lazadas en unos frágiles senderos de fácil erosión nos espera para subir al collado.
El Valle d’Ossau, está integrado en lo que es el Parc National des Pyrènées. Hablar de este valle es como hablar de pastoreo: vacas, corderos, caballos… Todo un paisaje creado y ordenado en el lado francés, donde proliferan las montañas peladas con sus pastos y verdes praderas, aunque un poco agostadas a estas alturas del año y a falta de agua. Unas tierras unidas al cercano y vecino valle español de Tena por el paso del Portalet, una vía de acceso a las transacciones económicas por las actividades del ganado y otras mercancías y por donde se intercambiaron las nuevas ideas y proyectos que ayudaron a la evolución de las gentes en su momento, un paso de peregrinación y de contrabando, de trincheras fronterizas, amparo de tradiciones y dialectos varios.
Col du Soum de Pombie (Collado Soum de Pombie)
La ascensión a este collado es todo un espectáculo paisajístico sobre todo el circo pastoral d’Aneu. Suaves laderas en descenso, altos farallones de piedra caliza y verdusca, sucesión de crestas, erizadas montañas a lo lejos, excavados barrancos y valles escondidos… Todo un país de montañas y sierras que vienen a conformar el esqueleto geológico de los Pirineos.
El alto del collado es un amplio mirador, con el majestuoso Pico Midi d’Ossau allí mismo. Aquí sobran los prismáticos, tenemos ante nosotros toda una sensación de belleza y vértigo incisivo. Da igual donde mires, todo son altas cumbres y un complejo pentagrama de crestas y hondonadas. Hay que contemplar todo lo que tenemos al alcance; la retina no debe olvidar nada y si llegara a hacerlo siempre tendremos las fotos para recordarlo. En el fondo del valle se podían distinguir algunas cabañas de actividad pastoral.
El Pico Midi d’Ossau se muestra esplendoroso, ese gran emblema pétreo formado hace unos cuantos cientos de millones de años en una asolada caldera volcánica, en unos períodos de tiempo que no eran nada amables para la vida. Pronto llegaremos al refugio y estaremos a sus pies.
Refugio de Pombie (2031 m) — Pico Midi d’Ossau.
Poder llegar aquí, sentarte en alguna piedra y contemplar el impresionante coloso con el pequeño ibón a sus pies es de lo más relajante. Al observar las verticales paredes rojizas de la impresionante mole el paisaje adquiere otra dimensión. Todos los allí presentes estábamos como extasiados en la contemplación; unos hablaban entre ellos, otros tan solo miraban, la mayoría hacía sus fotos… cada cual disfrutaba del momento a su manera. El entorno transmite una relajante sensación de reposo que acaba por envolverte.
No sé cuándo… pero volveremos. Bien habrá valido la pena.
