Ruta de subida al Ibón de Plan / Basa la Mora
Ruta de subida, ida y vuelta, al Ibón de Plan / Basa la Mora, desde el pueblo de Saravillo.
16-jun-2021 — Distancia: 18’05 km — Desnivel acumulado: 1071 m
Había ganas de subir al Ibón de Plan / Basa la Mora, ese bonito rincón enclavado en un entorno paradisiaco de primer orden, de verdes praderas y rodeado de altas montañas donde impera la tranquilidad y el silencio casi absoluto. La excursión ha sido algo superior a las seis horas y media, pero bien ha valido la pena.
En el centro del pueblo de Saravillo, se comienzan a seguir las marcas del GR-15, que nos ha de llevar a nuestro destino final. Un sendero bien señalizado, con una buena historia acumulada, que nos podría contar muchos relatos de aquellas gentes que lo utilizaban para ir a trabajar a la corta y extracción maderera o bien para subir a los pastos. Un camino que va ajustándose a las pronunciadas laderas de los montes Mobisón Gran (2603 m), Mobisón Chicot (2548 m) y la Punta Montiziello (2378 m), y que son surcadas por el barranco Gallinés y el inicio del barranco del Ibón.
Una senda que se funde con el paisaje, atravesando o superponiéndose con las viejas pistas madereras, por lo que a veces se ensancha y puedes recorrer con mayor rapidez, otras se torna empinado o se humedece obligándote a ir un poco más despacio.
Todos los senderos se parecen entre sí, se rigen por una misma lógica; tienen un principio y un final, independientemente de si son más largos o cortos, si son más monumentales o modestos. Al final acabas por comprender el origen de los mismos y su porqué, y, por curiosidad, tratas de averiguar y de saber un poco de las gentes que los usaban y de su percepción social. Seguro que este camino guarda en sus entrañas infinidad de relatos sobre los hombres que por aquí transitaban para ganarse el sustento vital o para satisfacer sus deseos exploratorios.
A medida que vas subiendo, piensas en el mundo de microorganismos, hongos e insectos que se extiende bajo nuestros pies, así como en la inmensa red entrecruzada de raíces que aprovechan la humedad del suelo. Toda una sorprendente cadena de alimentación, imperceptible a primera vista, existe bajo nosotros, es la vida de los bosques: pequeños seres vivos que dan de comer a otros, para acabar siendo estos el alimento de los más grandes —vacas, jabalíes, corzos, zorros, … —.
Los árboles respiran, guardan y te revelan innumerables secretos al paso, sobre todo aquellos que no han sido casi molestados. Hay algunos tramos donde encuentras un buen número de tocones, con sus inequívocas marcas de las talas que sufrieron. Dicen, que los árboles de la misma especie se comunican entre sí a través de las complejas redes subterráneas de raíces, se intercambian nutrientes y se ayudan; son seres sociales, porque juntos funcionan mejor, llegan a crear y equilibrar climas locales y ecosistemas que amortiguan los calores y los fríos extremos, almacenan agua y humidifican el ambiente.
Subes sin parar y vas percibiendo como te funciona el pulso y la propia circulación sanguínea, además del propio ritmo corporal. Acabas por comulgar contigo mismo y con todo lo que te rodea. Solo deseas lo que tienes: tus piernas, el sol, el aire, la mochila, la vida, la flora y la fauna que te encuentras, el camino, tu destino y a los amigos que te acompañan en la aventura senderista. Empiezan a dolerte las plantas de los pies, pero tú sigues con el irrefrenable deseo de andar.
Observas como el arbolado tiene un cierto grado de afinidad hacia sus congéneres, ves como las ramas se extienden a lo ancho hasta que topan con las de sus vecinos de altura similar. Se respetan, ya no se expanden más, las zonas que hay despejadas de aire y de luz ya están ocupadas, procuran no crecer en la misma dirección que ‘sus amigos’, los de la misma especie. En algunos casos, están un poco torcidos, arqueados como un sable, ello es causa de las fuerzas de la naturaleza, al acumularse en invierno grandes cantidades de nieve que los inclinan, sobre todo cuando son jóvenes.
Llegamos al Collado de Labasar, donde se halla el refugio; estamos a 1928 m. Ya solo nos queda una pequeña bajada hasta el ibón, un descenso que atraviesa un bonito afloramiento de lapiaces y cruza el barranco del Ibón, a la vez que nos ofrece una buena perspectiva de las abundantes pedreras que bajan por las laderas de la Punta es Litás (2623 m), y nos muestra un avance de los picos y crestas que rodean y cierran el entorno.
Una preciosa pradera, nos lleva hasta la misma orilla del ibón, uno de los rincones más bonitos del Pirineo. Estamos en el fondo de la cubeta formada por la Punta Alta (2738 m), Punta la Picollosa (2712 m), el Collado de Armeña (2685 m), Pico La Ribereta (2689 m), Crenchas de Armeña, Peña la Una (2699 m), Punta es Litás (2623 m), Peña del Mediodía (2427 m), Peña las Once (2658 m) y Peña las Diez (2568 m), con la Colladeta del Ibón que sirve de paso al cercano refugio e ibón de Armeña.
¡Precioso este rincón del macizo de Cotiella!… Un lugar extraordinario para los amantes de la geología, por sus modelados glaciar y periglaciar.
Un lugar que vale la pena, aunque el trayecto, que también ha sido bonito y entretenido, sea largo y con buen desnivel, pero es un sendero que se adecúa al entorno del paisaje, que existe porque se ha utilizado y se sigue utilizando bastante, aunque en estos tiempos solo lo sea para uso senderista; lo senderos para que se mantengan solo hay que recorrerlos.