Ruta entre Laspuña y L’Ainsa
Nueva caminata por la Comarca del Sobrarbe, esta vez entre las poblaciones de Laspuña y L’Ainsa, pasando por los núcleos habitados de Araguás y El Pueyo de Araguás, por las faldas de la Peña Montañesa y siempre siguiendo las marcas del GR-19, cuyo recorrido estaba muy bien señalizado.
El día ha sido muy caluroso, pero mientras hemos ido por entre zonas arboladas o de pinares aún se podía ir aguantando, pero el último tramo, entre El Pueyo de Araguás y L’Ainsa, ha sido sofocante, sobre todo porque el camino transcurre por una zona de margas, con muy poca vegetación que nos pudiera dar un poco de sombra.

La ruta del día de hoy, 29 de junio de 2015, la hemos iniciado en el pueblo de Laspuña, situado en la margen izquierda del río Cinca, justo enfrente de Escalona, que nos ha llevado por antiguos caminos hasta Araguás, atravesando unos bonitos y poblados robledales.




Estos robledales o quejigales, son los típicos bosques de ambiente submediterráneo que están muy bien representados en el prepirineo. Se hallan en torno a los 500/1000 metros, dado que el frío y las tardías heladas les impiden subir a cotas más altas. Junto con las masas boscosas de pinos, acostumbran a ser las representaciones arbóreas de la zona. La actividad humana ha alterado profundamente el desarrollo de los quejigales, pero, en los últimos años, hay una intensa recuperación vegetal de este tipo en toda las zonas submediterráneas, debido a que el medio rural ha sufrido una gran despoblación.








Llegamos al núcleo habitado de Araguas, correspondiente al municipio de El Pueyo de Araguás, desarrollado en torno al barranco que lo atraviesa, barranco de Ferrería. En él, aparte de la iglesia parroquial de La Asunción, siglo XII/XIII, destaca la casa de El Arrendador, una casa con una sobresaliente torre defensiva.-






Una vez visitado el pueblo de Araguas y retomando de nuevo el camino, éste va en ascenso para bordear el Tozal de San Miguel (909 m) en dirección a El Pueyo de Araguás, las vistas que se pueden apreciar sobre el Pirineo son espectaculares, teniendo siempre como fondo Monte Perdido, destacando en primer lugar el sinclinal de Castillo Mayor (2014 m) en los aledaños del Cañón de Añisclo y por delante del Valle de Escuain y sus gargantas.




El Sobrarbe se halla dividido en dos áreas claramente diferenciadas y separadas por el río Cinca. La parte inferior y más desarrollada esta formada por el manto de Gavarnie, excavado por el valle de Ordesa; y la superior, o manto de Monte Perdido, que la conforman las cumbres de las Tres Serols, y que llegan a formar el conocido pliegue del collado del Cilindro de Marboré. Con esta última parte, o manto de Monte Perdido, se relacionan los pliegues de Boltaña, Mediano e incluso la propia sierra de Guara. Por la parte oriental del río Cinca, se halla el manto de Cotiella, compuesto por una serie de escamas superpuestas.


La Peña Montañesa y Castillo Mayor, en un proceso de sobrecabalgamiento sobre terrenos margosos, sobresalen a modo de iceberg varados, producto de los grandes desplazamientos de klipes calcáreos, siendo el resultado final de un largo proceso de modelado estructural producto de una fuerte erosión fluvial.










Llegados al bonito pueblo de El Pueyo de Araguás, cabecera del municipio y en cuyo término se encuentra el antiguo Monasterio de San Victorián, que tanto llegó a influir en la vida social y religiosa del Sobrarbe y de su vecina comarca de La Ribagorza.


El pueblo se articula sobre una única calle, y con unas muy restauradas casas a ambos lados, destacando la construcción típica con bloques de sillería, compuestos de areniscas turbidíticas eocenas, principal elemento de construcción desde tiempos muy antiguos. Este tipo de arquitectura popular, queda integrada plenamente con el entorno paisajístico.








Entrando en El Pueyo de Araguás, destaca la iglesia parroquial de la Invención de la Santa Cruz, del siglo XVI, en cuya torre campanario, entre los siglos XVII y XVIII, se llegó a construir un esconjuradero (templete abierto a los cuatro puntos cardinales, donde se hacían todo tipo de plegarias para esconjurar y alejar las tormentas o tronadas, así como para preservar al lugar de cualquier tipo de plaga y de los malos espírituos o de las brujas)




Una vez terminada la visita a este pequeño y bello núcleo urbano, y muy bien restaurado, nos dirigimos hacia nuestro destino final, que no es otro que L’Ainsa; al coronar una pequeña loma, donde hay un antiguo crucero, podemos observar el bonito paisaje que nos depara la pequeña vaguada a los pies de la Peña Montañesa, con unos compactos y profundos pinares, cuyo espacio comparten con los quejigos y las encinas; esta población arbórea llega a ser tan densa porque los suelos aquí son muy profundos.



No ocurrie lo mismo cuando el arbolado se desarrolla sobre terrenos de margas y muy erosionados, pues da lugar a poblaciones vegetales más bien raquíticas.



