Imágenes comentadas IV (julio 2020)

Durante los largos días del pasado confinamiento, una manera de entretenerme fue la de poner comentarios a pie de foto. Aunque algunas de las imágenes son de mi cosecha, la mayoría están bajadas del Facebook.
En cuanto a las anotaciones hechas, algunas son apuntes de lecturas realizadas, otras son propias y también las hay que son una mezcla de las dos.

 

 

 

La luna suspendida y luminosa en una noche fría de invierno, cubierto todo por un grueso manto de nieve.

 

 

 

Los árboles pierden sus hojas con las primeras heladas. Gracias a quedarse ‘desnudos’ esquivan las tormentas invernales. Aquellos que no estén suficientemente afianzados no pueden soportar los vientos y caen, por ello se deshacen de sus hojas para cortar mejor el viento.

 

 

 

Tras la tormenta, se descubre un bonito paisaje.

 

 

Ensimismado se queda uno contemplando el lomo del mar. Sin embargo, son momentos, en el mar no hay nada que ver. Ni peces voladores, ni troncos flotando, ni embarcaciones que lo surcan…

 

 

 

La luna cae sobre el mar. No se trata de que la luna haya venido a bañarse en el mar. Se trata de que la luna ha venido a vivir con el mar. Tímidos aún, antes de fundirse se admiran, se aproximan, se besan. Pronto se fundirán como dos amantes enloquecidos. Ahora el mar está próximo a convertirse en un cuajo de luna.

 

 

Torrentes de fuego descienden desde la cumbre. Centellas que brillan entre las nubes de polvo levantadas.

 

 

 

El tulipán llegó a ser la emperatriz de las flores en los mercados europeos del siglo XVII. Eran las joyas indiscutibles de la jardinería, alcanzando unos precios astronómicos.

 

 

 

¿Hacia dónde va?… Se ignora. Solo suben por estas escaleras excavadas en la piedra aquellos que necesitan pedir desesperados un remedio contra sus males, una revelación para conocer su futuro o realizar una penitencia suficiente para lavar los pecados cometidos.

 

 

Cuando la tormenta arrecia y abate los árboles del bosque, sin que nadie hubiere por los alrededores, ¿también emiten esos ruidos tan desgarradores los troncos al troncharse y arrollar en su caída a los que están junto a ellos?

 

 

Un espacio que pudiera estar protegido de picos montañosos y helados, de lagos de color aguamarina, de ríos y unos amplios valles. Solo los senderistas más experimentados pueden atravesarlo.

 

 

Avanza la noche, sin astros ni transparencias. La brisa murmura la oración de los muertos, con sollozos melancólicos. El perfume de las flores asciende en el espacio. Aullidos de perros a lo lejos se confunden con el silbo de las aves nocturnas y otros rumores siniestros y misteriosos que parten del seno de la oscuridad.

 

 

El sol abrasa las arenas, difícil proseguir. Habrá que esperar a la brisa de la tarde cuando se levante el aire y la luz comience a palidecer.

 

 

Hay quien tiene necesidad de llegar hasta la gruta, suben hasta ella para pedir un remedio y poder hacer un conjuro.

 

 

En la noche oscura, ráfagas de viento mugen y silban, sacudiendo con fuerza las ramas de los árboles. La tormenta se acerca. Ráfagas de luz intensa de tonos morados y rojizos cabalgan libremente por entre las nubes. Los truenos retumban y dilatan su eco contra las cercanas montañas. Una intensa lluvia empieza su azote sobre las hojas, llegando a confundirse con los mugidos de la tormenta y los lamentos del vendaval.

 

 

En esas calles estrechas, y a veces tortuosas, que nos bajan hasta el río, suele reinar el silencio, interrumpido tan solo por lejanos ladridos de perros y algunos rumores de puertas que se abren o cierran.

 

 

Solo unos cuantos guerreros tendrían el valor necesario de arriesgarse por los agrestes y enmarañados senderos de estos bosques en una noche tan terrible.

 

 

La noche estaba serena y hermosa, la luna brillaba en toda su plenitud en lo más alto del cielo y el viento suspiraba con un rumor dulcísimo entre las hojas de los árboles.

 

 

Desde lo alto descubrimos al río que, con su impetuosa corriente, va retorciéndose y abriendo paso entre las pétreas márgenes que lo encajonan.

 

 

Alcanzarás el delirio contemplando como el crepúsculo da paso a la luna, la cual comenzará a flotar en el cielo con las estrellas temblando en la lejanía.

 

 

Nieves perpetuas. Dominio de los hielos. Las aguas al helarse aumentan de volumen y provocan tensiones capaces de fragmentar las rocas.

 

 

Un buen desayuno y a disfrutar de esas cascadas de agua, que lo impregnan todo de un rumor indescriptible.

 

 

Formaciones geológicas de material deleznable, frágiles y en constante evolución. El agua ha excavado a su gusto y capricho. Arcillas y otros materiales, donde se concentran buen número de pináculos y laderas erosionadas a lo largo de miles de años, en lo que es un proceso llamado ‘piping’ (formación de tubos).

 

 

Los árboles tienen un protocolo: sus troncos deben ser largos y lisos, es decir, sin ramas en la mitad inferior, ya que a esa altura existe una falta de luz.

 

 

A pesar de mi empeño en alejarme, una fuerza misteriosa trataba de sujetarme para que me parara a contemplar el puente. Lugar maldito donde los haya, perteneciente a un espíritu maligno, me refiero al llamado <<puente del diablo>>.

 

 

Calles estrechas, a veces torcidas a veces oscuras, que conservan la huella de muchas generaciones que las habitaron.

 

 

Cuando un árbol deja caer sus hojas es simplemente una cuestión de carácter, pues forzosamente tiene que deshacerse de ellas. Pero, ¿cuándo es el momento adecuado?

 

 

Un rayo de sol penetra a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles aprovechando que el viento mueve sus ramas.

 

 

Se oyeron crujir las ramas, acompañadas de pisadas huecas y sonoras, que cada vez se hacían más audibles al estar más cercanas. Hizo acto de presencia la desconfianza, permanecimos inmóviles e impávidos ante lo desconocido…

 

 

El día comienza a despuntar; la luna se desvanece, y el mar se colora con la primera luz del alba.

 

 

Los dos amantes no hace mucho han abandonado la palmera, bajo cuyo abanico verde, mudo testigo de su amor y sus juramentos, habían permanecido hasta no hace mucho.

 

 

En los cálidos días veraniegos, puedes disfrutar del aromático olor del bosque.

 

 

Cumbres emblemáticas, a veces complejas de escalar. Los tonos van cambiando según sea la posición del sol en sus amaneceres o atardeceres.

 

 

Las llanuras que tenemos ante nosotros fueron testigos de derrotas y victorias guerreras.

 

 

El sol se va levantando pausadamente del seno del mar, remontándose por la cumbre del firmamento. Emprende una difícil ascensión para llegar a la cima de las colosales rocas ennegrecidas por los rayos y las tempestades.

 

 

Cuando amas la soledad, la amas de tal modo, que algunas veces desearías no tener sombra para esta no te siguiera a todas partes.

Amas la soledad, porque en su seno, puedes dar rienda suelta a la imaginación, forjado en un mundo fantástico, habitados por extrañas creaciones, hijas de sus ensueños y delirios.

 

 

Peñascos sobre los que se estrellan unas encrespadas e inagotables olas.

 

 

Llegada la medianoche, la luna estaba en lo más alto, pues había ido remontando lentamente.

 

 

Hubo unas épocas en que las bandas de malhechores se cobijaron por estos montes. Controlaban los desfiladeros, se emboscaban en los caminos y saqueaban los valles en su descenso hacía las llanuras.

 

 

Espontáneos pensamientos religiosos afloran al hallarte en lugares como estos. Te inducen a descubrirte y a rebuscar en la memoria aquellas viejas oraciones aprendidas durante la niñez.

 

 

Cuando lees las revistas especializadas, se tiene la impresión de que el bienestar de los bosques interesa solo en la medida en que es necesaria una explotación adecuada de los mismos.

Los árboles respiran y revelan innumerables secretos, sobre todo aquellos que viven en las zonas protegidas donde no se les molesta para nada.

 

 

En los manantiales forestales, el agua sale constantemente fría, puesto que estos hontanares no son más que la puerta de salida de las aguas subterráneas. Las capas más profundas del suelo están aisladas de la temperatura exterior, de modo que tanto en verano como en invierno mantienen la misma temperatura fría.

 

 

Una vez aguijoneada, la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarle de la rienda.

 

 

Las plataformas de abrasión se desarrollan al pie de los acantilados, donde viene a actuar el oleaje, es decir, en lo que es área comprendida entre la pleamar y la bajamar. Tienen forma de rampa, anchura variable y una pendiente que depende del calibre de los materiales. Con frecuencia, acaban siendo terrazas de acumulación y sobre las que se desarrolla una playa.

 

 

¿Los árboles tienen memoria?… Puede ser, pues de alguna manera llegan a comparar internamente la duración de los días o pueden llegar a contar los días cálidos.

 

 

Imaginad que un día tiran una de esas bombas de neutrones, y quedamos solo dos personas. Es una hipótesis absurda, ya lo sé, pero funciona. Pues bien, si eso ocurriera, el de la ciudad tendría que ir corriendo a arrodillarse ante el del pueblo y suplicarle que le diera de comer. El del pueblo podría vivir sin el de la ciudad, pero éste no podría vivir sin el del pueblo.

(Miguel Delibes. El disputado voto del señor Cayo)

 

 

Las últimas luces del crespúsculo se van apagando en el horizonte, y la noche comienza a cerrarse y hacerse más oscura. Poco a poco se van apagando los rumores del día y dejan de escucharse los ecos de los ladridos de los perros, el piar de los pájaros y las voces de los que transitan por los campos; solo de vez en cuando se oyen las campanas de la cercana torre de la iglesia. Se impone el silencio de la noche. Cada vez son más perceptibles los murmullos extraños.

 

 

<<Nada es, todo pasa>>; todas las cosas se hallan en movimiento como ríos, de tal modo que, usando su misma imagen, <<es imposible pasar dos veces por el mismo río, pues son aguas frescas y nuevas las que siempre fluyen sobre uno>>.

(Heráclito de Éfeso, <<el oscuro>>).

 

 

La noche se ha adueñado de la tierra y aunque intento seguirte, la sombra te ha robado de mi vista.

 

 

Una noche de perros, con lluvia intensa y olas de varios metros de altura. El viento ruge con intensidad, como queriendo arrancar la aparentemente débil construcción de madera.

Estás durmiendo en la parte más alta de la casa. De repente, un fuerte retortijón de tripa obliga a levantarte en busca del baño.

En un momento de lucidez, caes en la cuenta de que el retrete está en el primer piso y tienes que bajar por unas escaleras abatidas por la tormenta.

¿Qué hacer en aquel momento?…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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