Ruta hasta el Forau de Caballera / Cueva de las Campanas
Ruta circular de subida al Forau de Caballera / Cueva de las Campanas, con inicio y final en la ermita de San José, junto a la central eléctrica de igual nombre.
12-sep-2021 — Distancia: 8,15 km — Desnivel acumulado: 650 m
Un paseo de ida y vuelta para conocer el Forau de Caballera o Cueva de las Campanas, tras una prolongada subida desde la ermita de San José: primero por una empinada pista rodada y después por un agradable y llevadero sendero.


Estamos en la margen izquierda del Congosto de Olvena en el río Ésera, en la partida denominada El Mon de Castro del término municipal de La Puebla de Castro. Un pequeño cordal de moderadas cumbres —Los Picons— de poco más de ochocientos metros de altitud hace de línea divisoria entre los términos municipales de La Puebla de Castro, Graus y Olvena, y, por tanto, es la confluencia entre las Comarcas de Ribagorza y Somontano de Barbastro.


Un medio físico entre las estribaciones de la Sierras Interiores pre-pirenacias (Sierra de la Carrodilla) y la menos abrupta orografía del Somontano. Materiales del Eoceno, con sus margas, conglomerados y calizas, es lo que más abunda por aquí. Terrenos calcáreos y de relieves kársticos, en los que proliferan las oquedades, que van formando abrigos, cuevas y profundas simas. Grandes bloques, algunos inclinados y otros sueltos que se han ido acumulando en las laderas en su caída libre.


Un territorio que estuvo habitado en los lejanos tiempos del Neolítico y Paleolítico, de lo que quedó la debida constancia por los abrigos y cuevas rupestres que existen por los alrededores en forma de pinturas parietales o de los utensilios líticos hallados. Buena muestra de ello son la Cueva del Moro, en Olvena; los abrigos de Remosillo, en La Puebla de Castro, y el Forau del Cocho, en Estadilla; la Cueva de las Brujas, en Juseu; la Cueva de los Moros, en Gabasa; los abrigos de Forcas I y Forcas II, en Graus; incluso el propio Forau de Caballera o Cueva de las Campanas adonde nos dirigimos hoy. Enclaves a los que, con las debidas precauciones y medidas de seguridad, debieran de facilitarse su visita para que fueran conocidos y ponerlos de alguna manera ‘en valor’.


Ganas altura y el horizonte paisajístico se amplía y magnifica: La Puebla de Castro, la ermita de San Román de Castro; el embalse de Barasona, el macizo del Turbón, la sierra de San Martín, el pueblo de Olvena y su impresionante soporte litológico de calizas en vertical que corresponden al Crétacico superior (unos 140/100 millones de años), los llanos del Somontano, … y, por supuesto, la impresionante grieta del congosto de Olvena excavada y moldeada por las aguas del río Ésera, de gran belleza natural, con sus enérgicos y verticales farallones.


La senda se introduce entre la espesa vegetación: caixigos/quejigos, carrascas/encinas, chinebros/enebros, coscollas/coscojas, buixos/bojes, barzas/zarzas, … arbustos de todo tipo y condición, nos salen al paso. Una pequeña limpieza de ramas y follaje, le iría bien al camino y también sería bueno algún tipo de señalización en forma de pintadas o marcas, además de poner sujeciones o quitamiedos en algún que otro tramo; creo que el Ayuntamiento o la Comarca como institución deberían hacer algo al respecto.


Un bonito sendero, que sigue las ondulaciones del terreno y los barrancos, nos lleva por estrechos bancales absorbidos por una desarrollada vegetación arbustiva y arbórea. Viejas paredes de piedra todavía se mantienen erguidas como buenamente pueden. Pequeños tramos que aún poseen el original empedrado, lo que dice a las claras que era la calzada de algún camino del que desconozco su origen o final; es posible que fuera una vía de comunicación entre las poblaciones de La Puebla de Castro y Aguinaliu, aunque no lo sé, solo son suposiciones.


Dicen que todo sendero es un relato de los caminantes que por allí pasaron. Todos tienen un principio, una mitad y un final. Los que los recorrieron antes que nosotros dejaron impresas huellas y tejieron infinidad de relatos sobre el trabajo que desarrollaron y su sustento vital. La historia de los senderos es nuestra historia y, creo, no la deberíamos dejar perder. Recorres el territorio y pones en marcha la imaginación, pensando en cómo se desplazarían por estos parajes tras sus presas aquellos antiguos cazadores-recolectores del Neolítico y Paleolítico; en aquellos tiempos la vida consistía en estar en movimiento, no tenían nociones de sedentarismo.


Hasta que no llegas al Forau no ves la entrada, pues las pobladas copas de los árboles impiden su visión desde lejos, tienes que conocer su situación para poder ubicarla subiendo el sendero por el otro lado del barranco. La boca de la cueva asoma a media ladera en lo que es un destacado promontorio con buenas vistas sobre el congosto, en la llamada Peña El Barco. Un buen lugar para refugiarse y resguardarse de los depredadores.


Una cueva habitada en su día, de ancha galería y unas pocas decenas de metros de profundidad, con unas bonitas columnas geológicas producto de la precipitación del agua y los materiales disueltos en ella. También algunos desprendimientos.


Un lugar para visitar, ya no solo por el interesante cuadro paisajístico del entorno que vamos a tener a nuestra disposición, sino por las formaciones geológicas e historia que encierra el sitio. A veces recorremos grandes distancias para conocer otros lugares y resulta que, bien cerquita nuestro, tenemos un rico patrimonio histórico y cultural que vale la pena conocer y saber un poquito del mismo.

