Otín

¡SOMONTANO DE BARBASTRO!…
Otín

Asomas la cabeza al zaguán de las arruinadas casas y a poco que agudices los sentidos, enseguida puedes percibir los rumores de cuando tenía vida: el olor a las cuadras, a la hierba seca, a los animales domésticos que por aquí libremente deambulaban; hueles los parsimoniosos vapores de la comida que se va haciendo en los calderos o pucheros junto al fuego o las brasas del fogaril, unos aromas que todavía perduran y siguen agarrados a los viejos baldosines de la cocina y a su carcomida cadiera incluida, así como a los yesos de las paredes.

Unas casas a las que ya les faltan las elegantes piedras del dintel, de las jambas y el alfeizar de las ventanas, o el hierro forjado que adornaba alguno de los balcones de su fachada. En muchos casos, ya no están ni las piedras claves de sus portales de entrada ni tampoco algunas de las dovelas que formaban parte de los mismos.

(Mayo-2021)

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