Ruta circular por Las Bellostas
Ruta circular por las Bellostas, pasando por Bagüeste, el Saltador de las Lañas, Letosa y San Póliz/San Hipólito.
15-may-2019 — 18’6 km — 542 m de desnivel acumulado
Un paseo por el interfluvio y cabeceras de los ríos Balcez y Mascún. Un territorio entre dos Comarcas: Sobrarbe y Somontano de Barbastro. Un recorrido que nos ha llevado a conocer algunos de los lugares más solitarios de la Sierra de Guara por su cara norte, donde las ruinas de antiguos pueblos —hoy deshabitados y arruinados— quedan recortadas en el horizonte formando parte del paisaje. Nos hallamos en el Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara.
El entorno paisajístico nada tiene que ver con el más meridional de la Sierra de Guara, donde allí domina la piedra caliza y el ambiente es seco. En su parte septentrional, donde nos encontramos, predomina el verdor con abundante vegetación, hay humedad, las sendas y caminos no tienen excesivas piedras sueltas y las vistas sobre el Pirineo son buenas. En la década de los sesenta del pasado siglo, estos pueblos abandonados, así como sus terrenos de cultivo, fueron adquiridos por el Patrimonio Forestal del Estado para proceder a su repoblación, lugares donde ahora crecen espesos pinares plantados mediante el sistema de terrazas, que han modificado el paisaje original.
Las Bellostas
Población de inicio y final de nuestra ruta. Un núcleo todavía habitado, con mayoría de edificios que datan de los siglos XVIII/XIX. La iglesia de San Ramón Nonato (siglo XIII), sobresale en lo alto del conjunto urbano.
Junto a la iglesia tomamos el GR-1, que luego combinaremos con el S-15 (de la Red Natural de Aragón) para dirigirnos hacia el pueblo de Bagüeste. Descendemos hasta el cauce del río Balcez, que vadeamos sin problemas, para tomar una bonita senda de subida entre pinos, bojes y monte bajo, que nos permite disfrutar de unas excelentes vistas de las nevadas cumbres del cordal pirenaico que contrastan con la sobriedad de unos paisajes más sombríos en las sierras intermedias. Poco a poco ganamos altura, la panorámica se amplia y abarca toda la vertiente norte de la Sierra de Guara y La Guarguera, así como una buena parte del Pirineo —podemos cubrir desde la Brecha de Rolando hasta el mismo Turbón, pasando por los macizos de Monte Perdido, Los Sestrales, Peña Montañesa y Cotiella—, ¡un espectáculo!
Ante nosotros tenemos el comienzo de la sierra de Balcez y sus crestas. Las aguas del río Balcez, han excavado un impresionante cañón —de unos 20 km— separando las sierras de Sevil y Balcez. En lo alto de esta última, se halla la ermita de Santa Marina (1496 m), a la que hay que llegar por una prolongada cuesta que aprovecha el plano inclinado de las capas de calizas. Una zona plagada de fósiles, que nos vienen a decir que hace la friolera de 45 mills/años había por aquí un mar de aguas pacíficas y poco profundas, que disponían de una buena iluminación. De continuar por la cresta de la sierra, no tardaríamos en encontrar los Pozos de nieve de Bagüeste, un lugar que ya visitamos, entre los Tozales de d’as Forcas (1542 m) y de Paco Tieso (1568 m).
Nos acercamos a Bagüeste, potentes muros de piedra delimitando bancales y antiguos caminos nos salen al paso como si quisieran decirnos algo, como queriendo hablar de su intenso pasado y de la historia viva de estas tierras de Guara. A cada persona que visita estas tierras, las ruinas de estos desolados lugares les pueden transmitir sensaciones de distinta índole: a unos les producirá tristeza y rabia a la vez por el abandono, además de respeto por la soledad; a otros quizá les enorgullezca el acervo cultural de unos tiempos no muy lejanos; incluso pueden quedar sorprendidos por la belleza de los parajes y su sobriedad, ilusionados al tener la oportunidad de conocer una parte de nuestro pasado; …, aunque la admiración más profunda puede centrarse en la capacidad de aquellas gentes que supieron adaptarse a la severidad de unos terrenos y a las duras condiciones climatológicas, unos condicionantes que se vieron obligados a abandonar, no sin cierta melancolía, después de muchos siglos de lucha intentando dominar y adaptarse al medio.
Bagüeste
Un pueblo que, a mediados del siglo XIX, llegó a tener más de 120 habitantes y un siglo más tarde todavía conservaba la mitad. Erigido sobre una alargada plataforma de una magnífica atalaya que domina las sierras de Balcez y las partes altas de los ríos Mascún y Balcez, además de la cercana sierra de Guara y La Guarguera. A las excelentes vistas que desde aquí se disfrutan ya se ha hecho referencia antes.
Sobre un espolón rocoso, se levanta la iglesia románica de San Salvador (siglo XII). La torre se yergue majestuosa, aunque el interior del templo no tanto. Una bonita iglesia que, de no tener alguna actuación conservadora, acabará por los suelos como tantos otros elementos patrimoniales, ¡sería una pena! Durante la Edad Media esta iglesia perteneció a la Orden del Hospital de Jerusalén, una orden que hunde sus orígenes allá por el siglo XI y que llegó a perdurar hasta bien entrado el siglo XIX.
Echándole un poco de fantasía, al contemplar la iglesia en lo alto desde la explanada del pueblo, podríamos representar una escena de una película de Alfred Hitchcock, recortándose el edificio al anochecer sobre una ligera capa de niebla y una luna resplandeciente, o bien en una tormentosa noche de relámpagos y rayos iluminando la torre. ¡Imaginación al poder!
La vida en este lugar, por encima de los 1200 m, no sería nada fácil. Fundamentalmente, vivían de la ganadería y de lo que producían los cultivos en unos terrenos quebrados y arañados a fuertes desniveles mediante el trabajo sostenido durante cientos de años.
Saltador de las Lañas
Un poco antes de llegar a Letosa nos desviamos hacía el arruinado molino hidráulico harinero de Letosa, siguiendo el cauce del río Mascún superior, para seguir hasta el singular salto de agua de las Lañas. Nuestra intención era llegar hasta él y, si podíamos descender, conocer el lugar que es todo un ícono del barraquismo.
A medida que nos acercábamos al Saltador, el cauce del río iba modificándose para al final discurrir por la roca. Se convierte en un auténtico ‘río en roca’, que es como llaman a los cauces fluviales excavados directamente sobre el sustrato rocoso. El agua, con sus turbulencias, provoca una continuada erosión y da lugar a una sucesión de marmitas y pozas de diversos tamaños, en algunos lugares las rocas llegan a estar pulimentadas debido a la acción erosiva.
Llama la atención el color de sus aguas, de color turquesa en pozas y remansos. La verdad es que cuesta creer como unos cursos de agua, en apariencia tranquilos, hayan podido llegar a esculpir tan espectaculares cañones.
Seguimos las marcas, pero teníamos que introducirnos en el cauce con posibilidad de mojarnos para llegar hasta la parte alta del Saltador de las Lañas, así que desistimos cuando faltaban unos pocos metros. Oíamos a los barranquistas, el cachondeo que se llevaban, sus saltos y chapoteos en el agua, pero… ¡no pudimos ver nada! Dejamos para otra ocasión la visita a este bonito lugar, pero, la próxima vez que lo intentemos será haciendo la circular completa al barranco de Mascún, subiendo desde Rodellar por su margen izquierda y bajar por Otín y la Costera. ¡Queda pendiente!
Letosa y San Póliz/San Hipólito
Otras dos poblaciones en ruinas. Poco queda ya de ellas. Ambas fueron adquiridas también en la década de los años sesenta por el Patrimonio Forestal del Estado.
El camino de regreso a Las Bellostas, lo efectuamos por una larga y un tanto monótona pista, flanqueada de extensas repoblaciones forestales. De vez en cuando, nos encontrábamos algún que otro quejigo de grandes dimensiones, que llamaban nuestra atención —hay una ruta, la S-16, que lleva a conocer un buen número de estos árboles monumentales—, los cuales, al parecer, sus antiguos dueños dejaban crecer porque así quedaban señalizados los lindes de sus fincas.
Guara nunca deja de sorprendernos, es un paisaje de contrastes, de agua y roca, en el que la actividad humana dejó su impronta.