Imágenes comentadas I (abril 2020)

Una manera de entretenerme durante estos largos días de confinamiento, ha sido la de poner comentarios a pie de foto. Algunas de las imágenes son de mi cosecha y otras, la mayoría, están bajadas de las páginas del Facebook.

En cuanto a las anotaciones hechas, algunas son apuntes de lecturas realizadas, otras son propias y también las hay que son una mezcla de las dos.

 

 

 

Nos asomamos con mucha cautela al borde del abismo. El sol al fondo, pugnado desde hace ratos con las nubes intentando asomar. El paisaje, adormecido hasta entonces, empezó a adquirir un relieve de profundas vertientes tajadas y el río deslizándose por el fondo iba emitiendo un retumbar constante y renovado de las torrenteras de las aguas.

 

 

 

 

 

Potentes chorros de agua precipitándose desde lo alto, que se desflecan en grandes nubes de agua y espuma, cuyas gotas volverán a reencontrarse en lo más hondo del valle.

 

 

 

 

Los árboles son seres sociales que comparten sus alimentos con ejemplares de su misma especie. Las razones son muy sencillas, son las mismas que en la sociedad humana: juntos funcionan mejor.

 

 

 

 

Solo es ‘libre’ quien haya aprendido a eludir las órdenes, no aquel que se libera de ella después. Quienes necesiten más tiempo para liberarse o aquellos que no son capaces de conseguirlo, sin duda son menos libres.

 

 

 

 

Caminos en los que los carros bailan de lo lindo al entrar y salir en las rodadas, a veces chocando contra los arbustos y otras contra las ramas de los árboles que los flanquean, a riesgo de despedazarse en cada momento. De noche brillan las linternas. Los cascos de las caballerías chocan contra las rocas que hacen las veces de pavimento.

 

 

 

 

El hombre siempre quiso convertirse en un animal veloz. Domesticó al caballo, creando la caballería que le permitió hacer grandes invasiones históricas.
Procuraban atacar de forma inesperada: surgían repentinamente y tan pronto desaparecían, para volver a aparecer más repentinamente aún.
Desde entonces, la velocidad física como propiedad del poder no ha cesado de acrecentarse de todas las maneras posibles.

 

 

 

 

 

El camino que tenemos que hacer, no todos los realizamos por un igual. Todos tenemos diferencias, aunque estas solo sean superficiales. Todos los ríos tienen su origen en la lluvia y todos ellos conducen al mar. Todo consiste en elegir buenas corrientes y que las aguas discurran por sitios placenteros, con algún que otro remanso.
Cada uno elige su río.

 

 

 

 

¡Venga!… que el ave hace rato que vuela sola con unos procesos bien ejemplificados y perfectos, precipitándose desde una gran distancia en busca de su presa. Las rapaces fueron las que inspiraron al hombre la idea de las flechas, que, durante mucho tiempo, fue su arma más veloz.

 

 

 

 

En los infiernos fríos, los valles y las montañas son de hielo y nieve. Hay vientos y tormentas extremadamente fríos y sus habitantes tienen el cuerpo y las manos llenos de cortes y de ásperas grietas.

 

 

 

 

El hombre, enhiesto como un árbol, se alinea entre los árboles. Pero estos son mucho más altos que él y debe alzar la vista hacia ellos. No hay otro fenómeno natural en su entorno que esté por encima de él, a la vez tan próximo y tan múltiple.
Las nubes pasan, la lluvia se insume y las estrellas están lejos.  De todos estos fenómenos, que siempre actúan desde arriba, ninguno posee la sempiterna proximidad del bosque. La altura de los árboles es inalcanzable, se trepan, se le quitan los frutos, …; se vivió arriba.

 

 

 

 

Poder y velocidad. Atrapar por sorpresa o apresar. Los animales fueron el modelo del hombre, que aprendió de las fieras depredadoras a atrapar por sorpresa. A apresar dando un salto repentino, en eso los felinos son admirados maestros.

 

 

 

 

Una tierra pura de vasta extensión, de suelo mullido y esponjoso. Un lago de aguas frescas, claras, limpias, suaves y dulces, se presenta ante nosotros. Un árbol se yergue sobre sus aguas, donde, por doquier, revolotean y se oye el agradable gorjeo de multitud de aves.

 

 

 

 

Los animales fueron, desde muy temprano, la simbología del poder. Representaban a los dioses y a los antepasados del poderoso. En los reinos africanos, los animales sagrados de la estirpe real son el león y el leopardo. El lobo fue el antepasado de Gengis Kan. El halcón Horus el dios de los faraones egipcios. A los emperadores romanos les incineraban los cadáveres, para que las llamas al remontar el vuelo portando sus almas, pudieran ascender hasta los cielos como si de águilas reales se trataran.

 

 

 

 

El rayo es lo más veloz. No existe protección posible. A menudo, es el arma principal del Dios más poderoso. Su repentino destello entre las tinieblas tiene el carácter de una revelación. El rayo sorprende e ilumina.
Antiguos pueblos, concebían al rayo como una orden sobrenatural e incluso se abstenían de comer la carne de los animales por él alcanzados.

 

 

 

 

Infiernos calientes renacen de nuevo, con sus ardientes lavas regando las montañas y valles, deprendiendo a su vez inmensas llamaradas. Ríos y lagos que parecen de cobre y bronce fundidos. Unas lluvias de incandescentes espadas masacran incesantes a todo ser viviente, sin darles un momento de respiro.

 

 

 

 

Las grandes lenguas de los glaciares descienden lentas para verlas, aunque bien dejan oír su caminar. A veces se detienen y duermen durante un tiempo, para luego despertar y continuar con su imparable marcha.

 

 

 

 

Y con esta fe llorosa,
sin que de mi te escondas,
bogaré en las altas ondas
de aquella mar peligrosa,
y si vivo, viviré
con gran dolor,
y si muero, moriré
tu servidor
(Guevara, Cancionero general)

 

 

 

 

El árbol, cuando sube al cielo con sus ramas, tanto se va descendiendo con las raíces en la tierra; y cuanto más se ahonda y arraiga con la tierra, tan más seguramente se levanta. El soberbio todo lo hace al revés: tanto como se levanta a las nubes, tanto se va olvidando de la tierra (Francisco de Quevedo, Virtud militante).

 

 

 

 

¿Un bañito?…
Esta poza resultó ser un buen mirador. Allí donde esté, tendrá que seguir esperando… ¡Mejor en otra ocasión!…

 

 

 

 

El bosque, que está por encima del hombre, puede ser que sea espeso y de abundante vegetación; puede que nos sea difícil penetrar y avanzar por él. Uno de sus aspectos más importantes, es su múltiple inamovilidad, cada tronco es singular, está enraizado y no cede ante ninguna amenaza exterior; su resistencia es absoluta, nunca cede su lugar.
Sus árboles podrán ser talados, pero no movidos. Todo un símbolo para los ejércitos: ‘guardan la formación, no huyen bajo ninguna circunstancia adversa y se dejarán hacer pedazos por la acción del hombre antes de retroceder un solo palmo de terreno’.

 

 

 

 

Árbol Toborochi. También llamado ‘palo borracho’ o ‘árbol botella’.
Un árbol encantado y sagrado en algunas partes de Sudamérica. Sensual y maternal a la vez, que despierta profundos sentimientos entre las gentes.
Un árbol de leyendas. En su tronco se esconde una mujer embarazada del Dios Colibrí, que al huir de la furia del Dios de los Aña —que estaba enamorado y obsesionado con ella— y tener que proteger el fruto de su vientre se transformó en árbol para refugiarse y guardar a su bebé.

 

 

 

 

Las margaritas, unas de las flores más hermosas del mundo. Además, margaritas blancas que simbolizan la belleza.
Imanes de los insectos polinizadores, en especial de la abejas. Flores bonitas repletas de simbologías y significados, que no son muy conocidos.

 

 

 

 

 

 

Dicen, que el color negro es considerado feo; pero, en realidad, el negro de las plumas, los ojos… todo ello es hermoso. Y si Dios así lo dispuso, sin duda decidió en consonancia.

 

 

 

 

Difícil describir la belleza de un paisaje, que no deja de ser el encanto de un instante. Los reflejos solo se ven cuanto más límpida y quieta esté el agua; si está en movimiento no se dejan ver.

 

 

 

 

Y cuando visitamos estos sitios, siempre nos hacemos la típica pregunta: —¿Falta mucho?…
Qué ‘ganicas’ tenían y que trabajosos estaban al meter las ermitas en lugares alejados. Casi siempre sobre promontorios o altozanos poco o nada habitados, en parajes que no desentonaban en nada con el entorno. Muchas veces, las peregrinaciones a estos sitios se convierten en multitudinarias; y las visitas turísticas… también.

 

 

 

 

Aquí parece que la teoría de los vasos comunicantes funciona. Al final, el exceso de agua se precipita en un gran salto.
Esto es lo que se llaman ‘acantilados y plataformas de abrasión’. Mares agitados por oleajes, que actúan sobre potentes sedimentos de rocas compactas y coherentes capaces de mantener la verticalidad del escarpe, pero sensibles a la acción erosiva de las olas.

 

 

 

 

Típica aguja alpina característica del modelado granítico. Afiladas paredes lisas y verticales, de decenas de metros. Grandes canchales de enormes bloques y derrubios se amontonan a sus pies. En su moldeado han intervenido los glaciares y los climas fríos.

 

 

 

 

El acecho del felino es un estado muy peculiar de tensión. Para alcanzar a su presa no se tiene que transformar, la alcanzará el mismo. No obstante, antes de moverse, se dará a conocer mediante un rugido, audible para todas las criaturas, que delatará su intención. Una vez asida la presa, la presión que ejercerá será mayor cuanto más grande sea la presa, hasta conseguir aplastarla y dar buena cuenta de ella.

 

 

 

 

La lluvia cae en forma de muchas gotas. Se las ve lo mismo que se ve su dirección. Se las oye repiquetear y se convierte en un sonido agradable. Las gotas se sienten con placer cuando caen sobre la piel.

 

 

 

Unas pronunciadas y verticales crestas dejan abierto al cañón profundo y estrecho, de lecho rocoso, por donde se desliza un impresionante glaciar; un sumidero de frías aguas que con sus broncos y ensordecedores rugidos luchan por encontrar su remanso en el lago que las espera.

 

 

 

Lo más llamativo del río es su dirección. Se mueve entre orillas en reposo, desde donde es visible su interminable discurrir. Mientras el río sea río como tal, las aguas se sucederán ininterrumpidamente y sin reposo alguno en su decidido camino hacia el mar.
Los ríos, al final, acaban por convertirse en símbolos.

 

 

 

El mar siempre tiene una voz cambiante, nunca se calla. Parece estar apaciguado, pero la realidad es que siempre está amenazante y puede estallar en tormentas, muchas de ellas repentinas con potentes y brutales descargas eléctricas, seguidas de sonidos desgarradores.
El mar nunca duerme.

 

 

 

Una buena atalaya para disfrutar del mar, de sus olas y del aroma que desprende la sal, en donde se dejan oír sus constantes rumores: ya sea en calma o a modo de fuertes embestidas contra los acantilados y su posterior desplome sobre la arena.
Si añadimos el vocerío de las aves marinas, en su búsqueda de alimentos en superficie, tendremos como resultado final: ‘un mundo sonoro inacabable’.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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