Ruta circular por la sierra de Espierba
Ruta circular con inicio y final en el pueblo de Espierba, pasando por la Plana de Pietramula —bajo el pico Comodoto—, ascendiendo al Collado Las Coronetas y las praderas de la estiba de La Larri.
2-sep-2020 — Distancia: 20’25 km — Desnivel acumulado: 1046 m
Caminata que puede considerarse como un complemento de la que hicimos la semana pasada (Ver: Ruta por el Valle de Chisagües). De hecho, nos animó a hacerla al ver un camino que iba a media altura por la ladera de la sierra de Espierba, además de que nos quedaron ganas de subir al Collado Las Coronetas (2156 m). Hasta el Collado Plana Fonda (2124 m), compaginamos el PR HU–192 y el GR-11, para después coger una larga pista de bajada que nos llevó de vuelta al punto de partida.
La mañana estaba un poco fresquita, pero la pronunciada subida desde el pueblo de Espierba (1418 m) hasta el Collado Lo Grau (1809 m), de alrededor de tres kilómetros y una hora de duración, nos puso a tono y pronto entramos en calor. Una estupenda y pronunciada senda, que sigue las marcas del PR HU-192, se introduce en el espeso pinar hasta alcanzar el alto del Collado y, por ende, cambiar de vertiente.
Estamos en… ¡los Pirineos!, una palabra mágica donde las haya, que viene a designar a esa extensa y alta barrera montañosa en la que han tenido lugar tantos y tantos hechos esclarecidos. Unos montes objeto de miradas, de esperanzas y de múltiples inquietudes a través de los siglos: guerreros, aventureros, científicos, exploradores, curiosos de las maravillas, entusiastas del arte, … todos quedaron postrados ante la sabia naturaleza. Debiéramos bendecir su existencia. Siempre se nos acusó de ser indolentes y abandonados a la hora de mirar a nuestra cordillera, hoy…, afortunadamente, ya no es así.
En el collado, cambiamos de vertiente, cambiamos de valle, entramos en el valle de Chisagües siguiendo las señalizaciones del PR HU-192. Un antiguo camino que se utilizó durante mucho tiempo para transportar los materiales extraídos en las minas de sierra Liena nos conducirá hasta la Plana de Pietramula.
El antes ancho camino se ha reconvertido en una retorcida, sinuosa y estrecha senda, ajustándose a las ondulaciones del terreno y sus caprichosas revueltas, a veces por tramos de espesa vegetación arbórea y espontánea y otras pisando dura roca o atravesando por piedras desprendidas que vienen a formar unas espectaculares pedreras y que bajan hasta el mismo cauce del río. Todavía conserva gruesas paredes de piedra que engrandecían y sujetaban la calzada.
Ambas laderas del profundo valle de Chisagües están adornadas por pinos y pinabetes sueltos, agrupados en silenciosos y apretados bosques, con la majestuosa imagen del pino negro colonizando las alturas.
Las laderas de Sierra Liena, además de unos esculpidos bancales, están surcadas por grandes grietas que albergan a potentes torrenteras que en su descenso van deslizándose entre peñascos. Arroyos que hoy estaban un tanto silenciosos por falta de agua, pero que, nos imaginamos, cuando la lleven emitirán unos roncos estrépitos como anunciando la grandiosidad de unas sierras que son su razón de ser y la de un valle en cuyo seno se albergan. Los juegos de cascadas serán un deleite para los sentidos.
Llegamos a la Plana de Pietramula, vamos bien de fuerzas y la fatiga no nos arredra, vamos a acometer la acusada subida hasta el Collado de Las Coronetas, pero ya siguiendo las marcas del GR-11. En esta Plana, a los pies del pico Comodoto, estuvimos la semana pasada.
Durante la subida al Collado, volvemos de vez en cuando la vista y se presenta ante nosotros unas encantadoras escenas de las vertientes pirenaicas y sus más o menos cercanas crestas. Montañas desnudas, inmensas quebradas, espantosos derrumbaderos o enormes cantaleras, es lo que abarca nuestro cuadro paisajístico. Deben ser duros los inviernos por estos terrenos, con la naturaleza escondida bajo espesos mantos de nieve.
A medida que vamos ascendiendo, va cambiando la visión del pico Comodoto. Primero una fuerte cortada y mantos de derrubios a sus pies, para poco a poco ir convirtiéndose en una tapizada y verdosa pradera cubriendo las lomas del cerro.
Llegar a lo alto del Collado es una gozada. Estamos en lo que es la estiba de La Larri, todo un tapiz de color verde, con alguna que otra flor veraniega.
Pero el premio gordo de la jornada, estaba en las inmensas panorámicas que se presentaban antes nosotros: Monte Perdido y el imponente Circo de Pineta, todo un justo premio para ver y disfrutar de la grandeza de la Creación.
Montes verdosos, oscuros y elevados, con manchas de nieve cubriendo los pedregosos picos de Monte Perdido a modo de pecas blanquecinas. Unos escarpes pronunciados de soberbia majestad, con antepechos y cornisas con caídas de 2000 metros más abajo. Las grandes cascadas, que dan comienzo al río Cinca en el circo de Pineta, un espectáculo grandioso y fantástico.
El valle de Pineta, parece excavado como si fuera un enorme abismo. El día es claro y sin nubes, pero tener algún jirón que otro de nubes bajo nuestros pies hubiera sido también toda una satisfacción, aunque nos quitaran algo de visión.
Para cerrar la circular, bajamos por una larga pista hasta el pueblo de Espierba. Grandes extensiones boscosas cubren las márgenes del Valle de Pineta. Bajo el Collado de Añisclo y la sierra d’as Zucas, espesos bosques donde se confunden las matas grandes con las pequeñas. El río Cinca discurre por el fondo del valle, como si de una diminuta cinta se tratara, de variado verdor y con unos delgados hilos plateados.