Cruces y cruceros

(En Cruceros – “Fotos del Patrimonio. Nuestro Patrimonio Cultural”, se hace una mayor exposición de imágenes)


 

 

Humilladero: “Lugar devoto que suele haber a las entradas o salidas de los pueblos y junto a los caminos, con una cruz o imagen.

Crucero: “Cruz de piedra, de dimensiones variables,  que se coloca en el cruce de caminos y en los atrios”

Vía crucis: “Camino señalado con diversas estaciones de cruces o altares, que se recorre rezando en cada una de ellas, en memoria de los pasos que dio Jesucristo caminando al Calvario”

Peirones: “Normalmente, se componen de una grada y un fuste o caño, estando rematados, en su parte superior, mediante una hornacina decorada con la imagen de un santo o virgen, o también con una cruz”

Palabras éstas que irán surgiendo a lo largo del presente trabajo y sobre las que se va a  intentar dejar clara la definición de las mismas.

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Bierge
Bierge

Tendríamos que remontarnos bastantes siglos atrás, para conocer los orígenes de las cruces de piedra que llegan a representar diferentes características y formas, las cuales jalonan nuestros caminos, los cruces de estos, las entradas o salidas de los pueblos, los puentes e incluso los montes, algunas con y otras sin pedestales. Inicialmente, el signo de la cruz se utilizó para consagrar distintos lugares y aquellos elementos que llegaron a pertenecer a cultos paganos mucho más antiguos.

 La cruz, ya sea pintada, esculpida o inscrita, es un elemento de culto ancestral que nos ha transmitido y legado el sentimiento religioso de nuestros ascendientes, siendo uno de los símbolos más remotos que haya podido crear el hombre. Bien sea como fundamento sencillo o monumental, la cruz las encontramos por toda la geografía española, unas veces presidiendo atrios de iglesias, otras situada en el centro de las plazas públicas, también en los cruces de caminos o en los altozanos así como en medio de los campos.

Expansión de las cruces o cruceros

Torrelabad
Torrelabad

 Es muy posible tengan su origen en las Islas Británicas  las cruces altas o cruces hincadas (siglos VII y VIII); siendo por dichas épocas cuando las primeras cruces llegaron a la península Ibérica, período coincidente con la instalación en el norte peninsular, de muchos monjes bretones e irlandeses, para acometer la evangelización del territorio.  Las grandes cruces monumentales, que estaban provistas de gradas, datan del siglo XIV, debiendo remontarnos a las cruces que se levantaban en los campos germanos y que se introdujeron en España por mediación de los bretones.

 El importante auge sufrido por el Camino de Santiago, a partir del siglo XII, contribuyó a que se levantaran numerosas cruces a lo largo de la ruta, llegando a cristianizar incluso miliarios antiguos como señales de esta importante vía de peregrinación.  Hubo varias rutas de entrada a la península que se convirtieron en caminos para ir a honrar al Apóstol, también dentro de la península se formaron caminos para llegar a la ciudad de Compostela, por lo que se convirtieron en unas vías de entrada y difusión de aquellas influencias religiosas y artísticas que provenían del resto de Europa, lo que llegó a suponer un fuerte desarrollo económico y cultural para todo el territorio peninsular.

 Las originarias o primitivas cruces, no tenían talladas imágenes ni tampoco estaban dotadas de columnas, pues se trataban de simples o sencillas insignias, que fueron reemplazadas o transformadas en las actuales, conocidas ahora como calvarios o cruceros. Los miliarios, que se hallaban situados al pie de las calzadas sirvieron a los romanos como indicadores o marcadores de caminos y son considerados como los predecesores de las denominadas Cruces de Camino; no obstante, durante la cristianización, muchos de estos miliarios fueron consagrados mediante la incisión de cruces sobre sus propias inscripciones y también por la colocación de estas señales distintivas en su parte superior, cuyas actuaciones, en la mayor parte de los casos, eran efectuadas por los propios peregrinos.

 Las órdenes monásticas que iban llegando a la península Ibérica durante el medievo, portaban consigo notorias influencias germanas o francesas, las cuales irán dejando su huella e impronta en el desarrollo artístico de la época y a lo largo de la ruta jacobea. Tanto los Benedictinos como los Premostratenses se encargarán de levantar numerosas cruces y cruceros en los caminos, entradas de las poblaciones y en los atrios de las iglesias.

 Las órdenes mendicantes, principalmente los franciscanos y los dominicos, revolucionaron el sistema monástico a través de renovar el fervor popular y luchar contra la propiedad. Al situarse sus conventos en medio de las poblaciones, y no en zonas alejadas como lo hacían otras órdenes monásticas, aconsejaban levantar cruces en las entradas de los pueblos, aunque en un primero momento sin imágenes, tan sólo clavadas sobre el suelo o bien insertadas sobre gradas, en las que el propio brazo vertical inferior hacía las veces de columna; más adelante, a partir del siglo XIV, las cruces ya fueron de carácter gótico con imágenes de Cristo y sobre unas columnas de piedra alzadas sobre un pequeño graderío. Estos factores, supusieron la propagación rápida de este tipo de construcciones a los que se les unió el carácter itinerante de las propias órdenes mendicantes, las cuales no estaban obligadas a residir permanentemente  en lugares fijos.

 Es a partir del siglo XV, cuando las órdenes mendicantes comienzan a inculcar entre la población el miedo a la muerte, la cual se entendía como una posibilidad condenatoria al infierno, y no, como se había dicho hasta entonces, como el inicio de una nueva vida. La idea del Purgatorio quedó reflejada en el arte y, muy en especial, en la expansión de los cruceros, pues muchos de ellos eran levantados para solicitud de indulgencias y para  que sirvieran de protección frente a la muerte. Es a partir del siglo XVI, cuando los cruceros llegan a extenderse profusamente por el norte peninsular y por la Bretaña; los cuales, por lo menos en nuestro territorio, se irían  levantando a demanda   del pueblo y siempre relacionados con peticiones de gracias o de clemencia para los fallecidos.

 Durante el siglo XVII, la idea del Infierno prácticamente llegó a desaparecer, siendo sustituida por la del Purgatorio y la creencia de que la salvación del alma venía a través de la oración.  Es una época en la que la devoción por los muertos más queridos y la esperanza de la salvación de las almas a través del Purgatorio supone  una gran expansión en cuanto a construcción de ermitas, capillas, iglesias y monasterios por parte de aquella parte de la población que tenía un alto poder adquisitivo; por su parte, las clases más modestas, procedían a levantar cruceros en los caminos, en los atrios de las iglesias o en las plazas, con lo cual se llegaron a convertir en objetos populares de culto.  Con las órdenes mendicantes, los cruceros pasaron de tener una antigua función de cristianizar  aquellos lugares que podían tener algún tipo de reminiscencia pagana, a ser unos elementos destinados a la instrucción religiosa de los fieles.

 Los Dominicos, tuvieron una gran influencia en la difusión de los cruceros, quedando patente en las advocaciones a Santo Domingo de Guzmán, que encontramos en muchos de ellos. San Vicente Ferrer, contribuyó a difundir y expandir el levantamiento de cruceros, trayendo consigo a España la influencia francesa en cuanto a los mismos.

En cuanto a los Franciscanos, convirtieron el crucifijo alegórico en un elemento con contenido dramático, es decir, transformaron el dogma en drama y el culto a la cruz monumental.  El culto a las cruces monumentales fue introducido por estos monjes  en el siglo XVII, con una función didáctica y de enseñanza religiosa, siendo la propia institución religiosa quien se encargaría de erigir dichos monumentos.

Vía Crucis

Abiego
Abiego

También fueron los Franciscanos los que implantaron el  Vía Crucis en España, allá por el siglo XIII, aunque la difusión verdadera y su proliferación, también llamado Camino de la Cruz, tuvo lugar a partir del año 1686, fecha en que el papa Inocencio XI aprobó la concesión de indulgencias a  través de la práctica de este camino (inicialmente compuesto por 12 estaciones o paradas realizadas por Jesús camino del Calvario). Medio siglo más tarde, en 1731, Clemente XIII fijó las estaciones en 14 y permitió pudiera ser representado en todas las iglesias, lo cual fue bendecido por los franciscanos.

 La orden franciscana fue la encargada de levantar cruces y cruceros por las proximidades de los núcleos urbanos y de expandir la costumbre por todo el territorio peninsular, debido al gran impulso adquirido por la religiosidad popular gracias a su proceso evangelizador en las ciudades y pueblos.  La gran devoción que esta orden mendicante tenía por la cruz, fue un motivo especial de predicación y llegó a representarse en infinidad de motivos iconográficos.

San Vicente de Labuerda
San Vicente de Labuerda

 

Betorz
Betorz

 Humilladeros

Liesa
Liesa

La costumbre adquirida durante la Baja Edad Media de levantar cruces en las salidas de las poblaciones o en las bifurcaciones de los caminos como orientación  y protección de caminantes,  conllevó que las cruces se utilizaran para encomendarse al iniciar el camino o para dar gracias a la finalización de los trayectos. Del acto de arrodillarse o humillarse ante la cruz deriva el vocablo “humilladero”, con el que se venían designando las cruces y el entorno en que se erigían.

Unas veces eran los concejos quienes costeaban su levantamiento, pero, por lo general, eran particulares o las cofradías locales quienes procedían a construirlas como una obra  más de misericordia. Los humilladeros no se erigían en zonas sagradas, sino en el yermo arrabal.

Además, por otra parte, dichos lugares llegaron a convertirse en lugares de reunión e incluso de comercio, donde se procedía a intercambiar todo tipo de productos agrícolas o ganaderos.

Vías pecuarias

Adahuesa. Cabañera
Adahuesa. Cabañera

Independientemente del nombre que puedan recibir (cañadas, cordeles, veredas o coladas), estas eran unas rutas que llevaban el ganado desde los pastos del norte y centro peninsular (agostaderos) hasta los pastos del oeste o del sur (invernaderos o extremos). La trashumancia, al ser una marcha a extremos, desde la cabecera al extremo, desde las tierras frías del norte a las más cálidas del sur, podríamos decir que la orientación de las cañadas es norte-sur.  Estas cañadas tienen una vinculación muy directa con nuestras cruces, sobre todo en el caso de los descansaderos, que se ubicaban en los cruces de los caminos y cañadas, puntos donde se encontraban algunos cruceros cuyo destino era proteger a los pastores e incluso servirles para descansar en sus gradas de piedra.

Adahuesca. Cabañera.
Adahuesca. Cabañera.

A lo largo de las cañadas, también habría que añadir las dehesas situadas en su recorrido, las cuales constituían unas grandes extensiones de prados para su pasto junto a encinares, rebollares o fresnedas, en medio de los cuales también encontraremos cruces y cruceros para la bendición de los animales.

Los peirones (Así llamados en Aragón).

Benabarre.
Benabarre.

Se trata de  pilares o monolitos construidos en piedra o ladrillo cuya localización está cercana a gran número de pueblos, siendo su finalidad la de señalar los inicios o confluencias de caminos, resultando ser referencia fundamental para la identificación de lugares, y también, como no, mantener un carácter de tipo  devocional, al santificar los lugares  que ocupan.

Los peirones suelen estar compuestos, por lo general, de una grada y un fuste o caño siendo rematados en su parte superior por una hornacina que se halla decorada con la imagen de un santo o de una virgen y también con alguna cruz.

El origen de estas construcciones, por lo menos en Aragón, se remonta hasta muy entrada la antigüedad. El mundo romano creía que los cruces de caminos eran lugares frecuentados por fantasmas y almas en pena y para espantarlos colocaban una imagen de Mercurio que consistía en una columna de piedra o madera; también durante la existencia del imperio de Roma se llegaron a levantar aras en las calzadas y en las salidas de las poblaciones, en las que se solían realizar algunos sacrificios para los dioses confiándose los caminantes a su protección.

Los peirones, según algunas teorías, iban erigiéndose a medida que los pueblos eran tomados a los musulmanes durante la Reconquista y pasaban a poder cristiano.  Además de ser elementos ordenadores del territorio, cuyas funciones eran de orientación  en los cruces y bifurcaciones de los caminos y en los cerros, su principal valor era el derivado de la religiosidad popular, pues se trataba de una simbología de la fe cristiana en las poblaciones a las que se arribaba  y bendecían a los que las abandonaban protegiéndoles en el camino o en sus faenas cotidianas; también son marco de posibles rogativas y de ceremonias dentro de los ciclos litúrgicos, constituyéndose, además, en hitos en los caminos de las romerías, poseyendo algunos incluso distintos caracteres de conmemoración habiendo sido elevados a  título de ofrenda a un santo o quizá rememorando el que se hubiere producido alguna muerte en el lugar.

Algunos de estos elementos,  aunque  modestos en apariencia, forman una parte importante de nuestro patrimonio cultural, por ser una constante en el paisaje y por ser testigos de numerosas tradiciones que, con el tiempo y debido a nuestro modo actual de vivir, su tendencia es a desaparecer.

La cruz como icono protector

Arbaniés
Arbaniés

Aparte de todo lo que ya se ha expuesto sobre la cruz,  debemos analizar  la presencia de la misma  como una especie de icono de protección frente al territorio y como defensa de unos espacios para evitar la entrada de algo no deseado, es decir, a modo de un valor que señalice y defienda una especie de frontera; al efecto debemos examinar las puertas de los cementerios, ventanas o puertas de las casas.

La cruz aparece en lugares que son bien visibles, no solo en las ventanas de los campanarios, sino también en las casas particulares, algunas veces esculpida sobre el propio dintel. También debe considerarse como si de un remate estético y apotropaico en las rejas de las ventanas; une así la reja, a su efecto defensivo contra los vivos, el poder de rechazar los males espirituales.

Algunas veces, las cruces se llegan a pintar en los paramentos exteriores, aunque ello era bastante efímero, puesto que las decoraciones se hacían con cal simplemente.

La Corona
La Corona

Las cruces, además de grabarse o de pintarse sobre los dinteles de las puertas, que, por otra parte, eran los lugares de preferencia, también eran susceptibles de proteger las cerraduras, existiendo un rico muestrario de formas populares que se han ido entrelazando con el signo sagrado. También se llegaban a colocar en los esconjuraderos, en las fuentes (como dispositivo protector de la calidad de las aguas), en el pretil de los puentes, …. ….

Todo este tipo de alzados sobre los caminos, ya sean cruces, humilladeros o peirones, han permanecido impertérritos al paso de los tiempos siendo testigos silenciosos de los cambios llegados con la modernidad. Las poblaciones, sobre todo en las últimas décadas, han sufrido cambios urbanísticos y al crecer “han integrado” las cruces en su casco urbano; en otros casos han tenido que cambiar su ubicación original y ser trasladados a otros sitios; y en muchos otros han llegado a desaparecer.

Afortunadamente, hoy en día se tiende a la conservación de estos elementos que conforman nuestro patrimonio, pues muestran la gran riqueza cultural que atesoran los pueblos. Sin embargo, por desgracia, en muchos casos ya han caído en el olvido o se encuentran ya muy degradados y muchos de ellos están desaparecido, habiendo contribuido a ello la situación de abandono y despoblación de las zonas rurales.

Esconjuraderos

San Vicente de Labuerda. Esconjuradero
San Vicente de Labuerda. Esconjuradero

Pequeñas edificaciones de cuatro lados con aberturas a cada uno de los puntos cardinales, las cuales se construyeron entre los siglos XVI y XVIII. Es un elemento arquitéctonico característico de la cultura y tradiciones pirenáicas, sobre todo el la Comarca del Sobrarbe. En su interior se albergaban una serie de rituales destinados a deshacer o para alejar las tormentas, así como para preservar las cosechas de plagas invasoras o para preservar a la comunidad de malignos espíritus y de las brujas.

Las sociedades rurales de la época, eran extremadamente sensibles con todo aquello que pudiera ser devastador, aferrándose a una serie de creencias y rituales en las que creían firmemente, a través de una serie de procesos mágico-religiosos para poder protegerse. Grandes dificultades para sacar adelante las cosechas anuales, dada la escasez de agua e incluso de tierra para producir, orografías abruptas, dificultades técnicas de todo tipo, etc., les hacía sentir sumamente sensibles a los efectos naturales.

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BIBLIOGRAFÍA

. PLAZA BELTRÁN, Marta.  Origen, vías de penetración y expansión de cruces y cruceros en la península Ibérica. Hispania Sacra LXV, 131, enero-junio 2013, p.p. 7-28

. VILLANUEVA LIZANA, María Luz. Cruces de término. Origen, función, evolución y conservación. 2012/2013. Universidad de Valencia

.  GOBIERNO DE ARAGÓN. Cruces de término y peirones en Aragón. Dirección General de Patrimonio Cultural. (2014)

. SÁNCHEZ RIVERA, José Ignacio. La cruz como icono protector en los espacios de tránsito. Sercam nº 05 (dic/10), p.p. 18-30.

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Santiago Noguero Mur – Febrero 2015

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