Ruta entre Biescas y Yésero
5-Agosto-2017 (18’2 km – ida y vuelta)
Buena caminata siguiendo, en parte, las marcas de un tramo del GR-15. Una ruta circular con inicio y final en Biescas, pasando por Gavín, Yésero y el Monasterio de Pelay, ajustándonos al curso y laderas del barranco de Sía, con un desnivel acumulado de subida en torno a los 400 m.
En un principio, la temperatura era muy agradable para la práctica senderista, sobre todo cuando íbamos atravesando un profundo pinar, pero, a partir del mediodía y una vez abandonada la pista forestal que discurría por la margen izquierda del barranco, el calor se ha impuesto definitivamente convirtiéndose en todo un calvario el último tramo de retorno hasta el punto de partida.
Sobre la población de Biescas poco más tengo que añadir a lo ya manifestado en los comentarios de las rutas ya efectuadas por su contorno. (Ver: “”Ruta Circular por Biescas”” y “”Ruta entre Biescas y Santa Elena””). Un lugar privilegiado, que da nombre a las llamadas “”Tierras de Biescas”, nexo de unión entre el Valle de Tena y El Serrablo en esta Comarca del Alto Gállego, donde el mismo río Gállego actúa como de eje fundamental y vertebrador de todo el territorio.
Tomamos el camino que nos ha de llevar a Gavín (974 m de altitud), distante poco más de tres kilómetros desde el punto de inicio, hasta llegar al barranco de Sía, pero no cruzamos el puente de la carretera que conduce a Barbenuta (derivado del latín Valle minutam “Valle pequeño”). Por la margen derecha del barranco existe una senda de subida al núcleo urbano de Gavín, que superamos sin mucha dificultad. Este remozado pueblo representa ser un buen lugar para otear las llanuras de las “Tierras de Biescas”, de hecho hay una urbanización edificada junto al mismo escarpe para tener unas buenas vistas, “Atalaya de no se qué …..”, o algo parecido le llaman; una aberración urbanística, como tantas otras.
Desde allí bajamos al mismo cauce del barranco Sía, que atravesamos para cambiar de vertiente e iniciar una corta pero desnivelada subida, por una senda entre pinares que nos llevará a alcanzar una pista forestal, que, llaneando, nos acercará hasta el pueblecito de Yésero. Poco antes de llegar, nos salió una liebre que, a la carrera, se dirigió hacía nosotros y nos pasó a un metro escaso, no dio tiempo ni de hacerle una fotografía.
El barranco o río de Sía, llamado en sus inicios el barranco del Puerto, es el gran colector de las aguas de las vertientes sur de la sierra Tendenera y de la norte de la del Serrablo. Unos 1200 m de desnivel, desde lo más bajo de las faldas del mismo pico Tendera (2847 m), hasta su encuentro con el río Gállego, una vez pasado Gavín, donde da forma a un gran cono de deyección, y todo ello en poco más de 15 km, absorbiendo su cauce las aguas de otras potentes torrenteras, como son los barrancos del Infierno, San Bartolomé o de Larbesa, entre otros.
Justo enfrente de la desembocadura de este barranco o río de Sía, vierte sus aguas al río Gállego el barranco de Arás, de infausto recuerdo, pues, en agosto de 1996, aconteció allí una gran catástrofe, con casi un centenar de muertos, al desbordarse las aguas del cauce debido a importantes precipitaciones de lluvia habidas en poco tiempo. No puedo ni imaginar lo que pudiera representar una coincidente y extraordinaria crecida en el caudal de ambos barrancos y su resultado final al juntarse en la desembocadura en el río Gállego, uno por cada margen; circunstancia excepcional que, a buen seguro, habrá ocurrido en más de una ocasión en el transcurrir de los tiempos. (El nombre de “Arás”, proviene de la raíz prerromana y preindoeuropea Ar-“”corriente de agua””).
Aunque la ascensión la hacemos recorriendo las laderas del barranco, bajo un espeso pinar, de vez en cuando vamos teniendo alguna que otra vista paisajística. Disfrutamos de las grandes cortadas de la sierra Tendenera, un importante macizo calcáreo modelado por las nieves y por las aguas de lluvia, que alberga grandes simas en sus entrañas al tener un relieve kárstico. También podemos ver la sierra del Sobremonte, donde se ubican tres pueblos con dicho calificativo, Yosa, Aso y Betés (me llegaron a contar un dicho sobre estos pequeños pueblecitos, que ahora mismo no me acuerdo); el Sobremonte hace de línea divisoria con el pequeño Valle de Acumuer, excavado por el río Aurín, donde, hace unas décadas, se descubrió un yacimiento de gas. Al fondo del Sobremonte, se puede distinguir la Punta Güe (1579 m) -antropónimo prerromano, cuya terminación en el sufijo “ue” indica “pertenencia a ….”-, así como A Ripa Escuer –“Ripa” ladera escarpada, que procede del latín Ripam “orilla”, por su proximidad al pueblo de Escuer.
Llegamos al pueblo de Yésero, un pequeño núcleo con un desarrollo urbanístico más bien medieval, en el que destaca su iglesia parroquial de San Saturnino (siglo XVII), y unas excelentes vistas sobre la sierra Tendenera y el barranco del Infierno. A los habitantes de este lugar, se les suele llamar “pezeros”, por la fabricación de la pez, un producto derivado de la resina; existe un Centro de Interpretación de la Pez y también una ruta senderista por el barranco del Infierno para conocer esta antigua actividad.
Yésero, se ubica en las laderas del pico Erata (2003 m), en su descenso hacia el barranco de Sía. Cerca de dicha cumbre, se halla la ermita de San Benito, uno de los vértices del imaginario rectángulo que viene a conformar junto con las ermitas de San Salvador de Leyre, Santa María de Ballarán y San Juan de la Peña, teniendo como punto central la ermita de San Benito de Orante. (Ver: “”Visita a la Ermita de San Benito de Orante””).
En la zona donde nos encontramos, muy próxima al puerto de Cotefablo y al Sobrepuerto, abundan las formas de relieve donde impera el flysch, un tipo de relieve sedimentario fácilmente erosionable, lo que favorece unas líneas divisorias y cumbres bastante alomadas que no llegan a superar los 2000/2200 m de altitud, en las que se suceden unas laderas con fuertes pendientes y de valles profundos, hoy en día mayoritariamente cubiertos de bosques repoblados de forma muy espesa a mediados del pasado siglo. La fuerte torrencialidad de estos barrancos, en combinación con los arrastres de los materiales del flysh, llegan a generar importantes aluviones de agua, piedras y barro, como muy bien puede observarse en los conos de deyección de estos cauces al desembocar en el río Gállego.
Hay un blog: “”Esmemoriáus… Donde la historia y la memoria del Pirineo aragonés van de la mano””, en el que se explican las actuaciones llevadas a cabo en el barranco de Sía, en cuanto a construcciones de diques, replantaciones y canalización del cauce. Interesante su lectura.
El camino de vuelta a Biescas lo hicimos a través de una pista forestal, por la partida Paco Gavín (del latín “Opacum” – lado umbrío de una montaña- y Gavín por su pertenencia a dicho núcleo) con interesantes vistas sobre el valle de las “Tierras de Biescas”, un lugar ocupado hace tan solo unos miles de años, a finales del Pleistoceno, por una gran lengua de hielo, que, bajando desde el circo de Piedrafita, llegaba a la altura de Senegüe, Sorripas y Lárrede; unos 40 km de largo por 2 de ancho, manteniendo a su paso por Biescas un espesor cercano a los 500 m.
Antes de finalizar la bajada, nos desviamos de la pista forestal unos pocos metros, para conocer las ruinas del Monasterio de San Pelay, un cenobio que data del siglo XI y en el que todavía persisten las labores de investigación.
El Alto Gállego, siempre ha sido una fuente de inspiración literaria, viniéndonos al recuerdo la historia contada por Julio Llamazares en su libro “La lluvia amarilla”, la cual se desarrolla en la abandonada y pequeña aldea de Ainielle, no muy lejos de donde nos hallamos.