Ruta por Baélls – Zurita – San Quílez – Mas Blanc
Nos encontramos en la Comarca de La Litera, en la zona denominada “La Litera – Alta”, ya en los límites con Ribagorza, otrora un territorio que llegó a formar parte de lo que fue el antiguo Condado de Ribagorza.
El recorrido de hoy, 2 de diciembre de 2015, lo hemos efectuado entre la población de Baélls y la pedanía de Mas Blanc (ésta ya en terrenos de la Comarca de Ribagorza, junto a la N-230), habiendo pasado antes por el pequeño pueblo de Zurita y la ermita de San Quílez, ajustándonos, en un principio, a la ruta marcada por el GR-23, entre Baélls y Peralta de la Sal, para luego desviarnos por el PR-HU 113, que transcurre entre Baélls y Estopiñán del Castillo. En total, han sido unos 12 kilómetros con una duración aproximada en torno a 4 horas y media, con una prolongada y exigente subida desde Zurita hasta la ermita de San Quílez (1082 m), punto más alto de la ruta, para, desde allí, iniciar un rápido descenso, de gran desnivel, por una senda que nos llevará a nuestro destino final, Mas Blanc.
El pueblo de Baélls, ha sido el punto de inicio de nuestra caminata junto a su iglesia parroquial de La Asunción (siglo XVII) y el palacio fortificado de los Desvalls (siglo XVI) actualmente en fase de rehabilitación; el palacio es un señorial edificio de planta rectangular en el que, en una de sus esquinas, sobresale una elevada torre, y la fachada principal es rematada con una galería de arcos semicirculares en ladrillo. También nos ha llamado la atención el “vía crucis”, existente entre la iglesia y la cercana ermita de San Toribio.
La pista de tierra, que se ajusta al trazado del GR-23 y del PR-HU 113, asciende gradualmente, con muy poco desnivel, hasta el cercano pueblecito de Zurita, dejando a nuestra izquierda el Mont Valls (862 m) y por entremedio de una gran vaguada de extensas llanuras y grandes campos de labranza y cuyas laderas se hallan pobladas de extensos bosques de encinas e incluso de pino carrasco, encontrándonos al paso alguna que otra monumental encina (estos árboles, centenarios y singulares ellos, siempre guardan algunas leyendas, tradiciones o costumbres, con alguna que otra historia forjada al paso de los años e incluso de siglos).
Nos encontramos en la parte septentrional de la Comarca de La Litera/La Llitera, en lo que llega a considerarse como “La Litera-Alta”, lindando con la Comarca de Ribagorza. La Litera es un territorio situado en la parte más oriental de la provincia de Huesca, cuyos límites, aparte del ya descrito con Ribagorza por su parte norte y que también comparte con Somontano de Barbastro, por el oeste limita con el Cinca Medio, por el sur con el Bajo Cinca y por el este con tierras catalanas de la provincia de Lérida, donde el pantano de Santa Ana, en el río Noguera-Ribagorzana, actúa como línea divisoria.
Una vez llegados al pueblo de Zurita, lo primero que nos encontramos es un cartel indicador de unos cercanos “pozos de hielo”, que pertenecían a los Padres Escolapios de Peralta de la Sal. Estos “pozos de hielo”, se hallan ubicados en el barranco de Getsemaní, llamado así por la presencia de un antiguo convento escolapio situado en sus inmediaciones; es un barranco con gran variedad faunística y vegetal. Como nos cogía un poco al margen de nuestra ruta, hemos dejado su visita para una próxima ocasión.
El pueblo de Zurita, que esta semi-abandonado, pues aún hay algunas personas que habitan en él, se halla emplazado a los pies de unos farallones calizos, donde todavía permanecen restos del antiguo castillo que dominaba la población. La iglesia parroquial data de los siglos XVII/XVIII. A partir de aquí, comienza el prolongado ascenso, de pronunciado desnivel, hasta la ermita-mirador de San Quílez, siempre siguiendo las balizas que señalan el PR-HU 113.
La zona donde nos hallamos, en el extremo norte de la comarca, está ocupada por las llamadas sierras Subpirenaicas, concretamente en lo que es una extensión de la sierra de la Carrodilla, y que representan una sucesión de escarpados afloramientos de rocas calizas correspondientes a las Eras del Mesozoico y Cenozoico (unos 200/40 mills/años), los cuales se presentan como una sucesión de bloques producto de cabalgamientos, que, en algún caso, llegan a alcanzar y superar los 1000 m de altitud.
En la medida que vamos ascendiendo hacía la ermita de San Quílez, observamos a nuestra izquierda los efectos del incendio que se produjo por esta zona en el verano del año 2006, aunque la vegetación ya está regenerándose poco a poco.
Cuando coronamos el lomo de lo que es el imponente cerro de San Quílez, tenemos unas impresionantes vistas de todo lo que es la gran llanura del “Plá”, en Ribagorza, con toda la cornisa pirenaica como fondo y donde destacan los macizos del Turbón y Cotiella, las sierras de Laguarres y del Montsec con la impresionante cortada del congosto de Mont-rebei. A medida que nos vamos acercando a la ermita, las vistas se van ampliando y ya podemos distinguir pueblos como Peralta de la Sal, Calasanz, Castilló del Plá, Purroy de la Solana, Benabarre, Pilzán, Estaña, Estopiñán del Castillo, Camporrells, …. …., así como el Castell de los Moros, cuya silueta se dibuja en el horizonte.
La ermita de San Quílez, punto de confluencia de varios términos municipales, es una excelente atalaya y lugar privilegiado para poder contemplar el imponente paisaje que se presenta a sus pies, prácticamente casi toda La Litera y parte de Ribagorza, además de la sierra de Guara y de lo ya descrito anteriormente, así como una buena porción de la provincia de Lérida.
El primero de mayo es cuando se celebra la romería a esta ermita, la cual tiene un buen grado de asistencia de gente, proveniente de los pueblos de los alrededores y de otros. La ermita, cuya fábrica es de los siglos XVII/XVIII, cuenta con una antigua casa para el ermitaño y que hoy se aprovecha como refugio. Antiguamente, en esta ermita y en los pueblos que la circundan, se procedía al encendido de unas hogueras, “La Gala”, justo el día antes de la romería.
Muy cerca de la ermita, tomamos la senda de bajada, con un pronunciado desnivel, que nos llevará hasta Mas Blanc, ubicado junto a la N-230, punto final de nuestra excursión de hoy. El descenso, nos ha introducido en un espeso bosque de encinas, en el que antaño se hacían “carboneras” para la obtención de carbón vegetal, una actividad que se prodigaba por todo el territorio.