¡Y se apagó la luz ….!

Imaginemos un día de otoño gris y lluvioso. Se dan las circunstancias favorables para disfrutar de una buena tarde de lectura, navegar por internet, hacer alguna manualidad, o, simplemente, ver alguna película o programa en la televisión; pero, de repente, sin previo aviso, ¡se apagó la luz ….!

Transcurridos unos minutos, y después de unas cuantas idas y venidas , con altibajos de tensión incluidos, la luz queda estabilizada por fin, pero, para entonces el ánimo ya no es el mismo, la exasperación es grande y las ganas de querer hacer alguna cosa han desaparecido.

Estas interrupciones en el suministro eléctrico no es algo que venga de nuevo, es bastante común que los cortes de luz se prodiguen, sobre todo cuando llueve, hace aire o arrecia alguna tormenta, parece como si hubiese algún tipo de sensor que, cuando aparecen “cuatro gotas” por el horizonte, se dispare él solito dejando al personal en la más absoluta oscuridad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quiero suponer que, bien el Consistorio Municipal o la Comarca, se habrán posicionado alguna vez sobre este tipo de incidencias, elevando las oportunas quejas y reclamaciones ante la empresa suministradora, y, si así fuera, sería bueno que la ciudadanía conociera la respuesta dada, si es que la ha habido, ya que, vistos los resultados, me parece que son más bien pocos los logros obtenidos. La industria, la hostelería, el comercio, los talleres, …. …., es decir, la gente en general, son los principales paganos de un deficiente servicio, pues sufre la maquinaria, los aparatos de refrigeración o calefacción, los instrumentos electrónicos, ….. ….., y, también, como no, los propios puntos de iluminación, a los que nada bien les van las bajadas y subidas bruscas de tensión o los apagones, pues cuando estos llegan a estropearse ¿quién paga el arreglo ….?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde principios del siglo XX, los territorios pirenaicos no han hecho otra cosa que contribuir al interés general, sin apenas contrapartidas, y sino que se lo digan a las Comarcas de La Jacetania, Alto Gállego, Sobrarbe o La Ribagorza, grandes productoras de energía eléctrica hidráulica que tuvieron que pagar un fuerte tributo para albergar en sus entrañas grandes pantanos, con sus correspondientes saltos de agua de producción de electricidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

La geografía de dichas Comarcas  ha sido muy alterada al tener que soportar la construcción de los embalses, de los canales de agua, de las grandes tuberías, de los tendidos eléctricos, con el agravante de que, todo ello también contribuyó a fomentar la desaparición y despoblación de algunos de nuestros pueblos y valles, en beneficio de otras tierras, algunas muy lejanas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El insigne prócer,  Joaquín Costa, en un multitudinario mitin celebrado en Tamarite de Litera el 29 de octubre de 1892, dijo:
“Sábese que el agua de los canales de riego no es agua para producir económicamente, ni siquiera es agua: es trigo, es carne, es lana, es cáñamo y lino, es fruta; en una palabra, no es agua para aplacar la sed, como el agua de las poblaciones, es agua para matar el hambre”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con todo el respeto y admiración hacia la persona de  D. Joaquín Costa, sin ánimo de nada, ¡Dios nos libre de presunción alguna!, y tomando como ejemplo la frase anterior de su discurso en Tamarite, podemos decir que, por las torres y cables de alta tensión se exporta una energía a lugares lejanos,  destinada  a mover sus fábricas y talleres, sus grandes y pequeños comercios, que, además,  sirve para iluminar las vías públicas de sus urbes, energía que, en definitiva, es transportada en aras de un interés general, para beneficio de otros territorios y de su ciudadanía, pero que poco poso, o muy poco, dejan en los lugares de producción o en aquellos otros que tienen que soportar en su orografía  el gravamen que supone el paso de las llamadas “carreteras o autopistas eléctricas”, con sus correspondientes repercusiones paisajísticas o medioambientales.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Hora es ya! de que a las zonas rurales se les tenga un poco más en cuenta, un poco más de consideración, con unos suministros adecuados, no ya sólo de luz, sino también de internet y telefonía, aunque sólo sea como un mínimo reembolso a cuenta de los “servicios prestados al interés general”. Hay que apoyar a los emprendedores, ya sean ganaderos, hosteleros, industriales o lo que quiera que sean, hay que apoyar a los jóvenes y darles una oportunidad para que se asienten en esta tierra y la conduzcan a la prosperidad, y para ello los entes locales, comarcales, provinciales o regionales se deben involucrar bastante más, sin poner ningún tipo de trabas, sino más bien colaborando y siendo un poco ingeniosos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Y se apagó la luz ….! Confiemos en que no tengamos que repetir dicha expresión con demasiada frecuencia y exista la esperanza de que permanezca siempre encendida.