Ruta Circular por Ayera y Sipán
Un paseo por Ayera y Sipán
8-ene-2016 — 11 km
Paseo matinal por La Hoya de Huesca/Plana de Huesca, dentro de lo que es el amplio término municipal de Loporzano, por los aledaños del río Guatizalema, conformando una “circular” con principio y final en el pueblo de Ayera, pasando por Sipán, Los Molinos de Sipán, Piedra de los Moros y la ermita de San Esteban.
La ruta nos ha llevado por un territorio que ya nos era conocido (en el mes de diciembre de 2014, ya realizamos parte de este mismo recorrido en la caminata realizada entre Loporzano – Ayera – Sipán y Arbaniés), lo que nos ha permitido, en esta ocasión, poder recrearnos un poco más en los detalles y disfrutar del entorno, lo cual se consigue haciendo una nueva visita a los sitios. Un agradable y cómodo paseo.
Los pueblos de La Hoya de Huesca, tienen unas características muy similares, en cuanto a urbanismo y arquitectura se refiere. Abundan las grandes casonas, de un estilo arquitectónico barroco que imperaba allá por los siglos XVII y XVIII, distinguiéndose por una fuerte influencia de tipo mudéjar en los materiales, tales como el ladrillo, el tapial o los yesos, persiguiendo, además, una tradición de tendencia italiana en cuanto a su ornamentación; las influencias con arraigo en el medievo se siguen arrastrando, destacando la utilización de grandes arcos estructurales con sus bóvedas de cañón y sillería de buen corte, unos tapiales al modo musulmán con sus arcos de descarga, los portales de entrada a las casas son de medio punto y de grandes dovelas, generalmente de piedra arenisca, y unas bien construidas esquinas de piedra que hacían de soporte al tapial.
Otro elemento ornamental en algunas de las las fachadas de los edificios son los “escudos de armas”, unas representaciones epigrafiadas en la piedra (por supuesto, también las hay de tipo pictórico) que encierran una determinada simbología distintiva de unos linajes o de unos apellidos. Inicialmente, este tipo de representaciones quedaban ceñidas al ámbito puramente militar, pero, con el paso de los tiempos fueron extendiéndose a otras actividades de la vida social, como por ejemplo: vestimentas, panteones, mansiones, carruajes, así como a cualquier otro tipo de pertenencias para diferenciar.
Ayera, es una pequeña población, donde lo más representativo son la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel y la Casa Calvo (ambos datan del siglo XVIII).
Es una lástima que la que podría ser una bonita ermita, como es la de San Esteban (siglo XIII/XIV), ubicada en lo alto de un peñasco de arenisca a las afueras de Ayera, ya camino de Sipán, se encuentre en la situación en que está, con todo el tejado derrumbado y en estado de ruina, destacando en el interior de la nave unos espectaculares arcos apuntados cuyo destino final es más que previsible, acabar por los suelos. Por los alrededores de la ermita, existen excavadas en la propia piedra arenisca varias tumbas antropomorfas, así como unas oquedades que bien pudieran haber servido como silos de almacenaje.
Loporzano, que tiene un amplio término municipal, engloba en su Ayuntamiento a varios pequeños pueblos de escasa población en su conjunto (Aguas, Ayera, Bandaliés, Barluenga, Castilsabás, Chibluco, Coscullano, La Almunia del Romeral, Loscertales, Los Molinos de Sipán, San Julián de Banzo, Santa Eulalia La Mayor, Sasa del Abadiado, Sipán y Vadiello, además del propio Loporzano). Su origen toponímico puede derivarse de “lugar de lobos”, dada su ubicación geográfica y al estar emplazado a los pies de las sierras, pues no era de extrañar que los lobos bajaran al llano para poder subsistir en los crudos inviernos. Es un territorio con muy baja demografía (que llegó a formar parte de lo que fue el antiguo Abadiado de Montearagón), muy influenciado por la proximidad de la ciudad de Huesca la cual absorbe una buena parte de la población de los núcleos que la rodean. Una asignatura que tiene pendiente la Comarca de La Hoya de Huesca, es intentar conseguir la recuperación demográfica del territorio.
Lo más destacado de Sipán, además de la iglesia de Santa María Magdalena (siglo XVI), es el puente medieval sobre el río Guatizalema (siglo XIII). Dicho puente, que perteneció al Monasterio de Montearagón, es de un solo ojo y está construido con sillares de arenisca, con un tablero que tan sólo tiene unos dos metros de anchura y al que, hace algún tiempo, se le recrecieron los petriles a base de hormigón. Es un puente que tiene su encanto y es uno de los tres que todavía perduran de las épocas medievales sobre el río Guatizalema; el resto, hasta ocho, han ido desapareciendo al haber sido destruidos por ríadas o por otros motivos.
Nada más pasar el puente medieval, y antes de tomar el camino que nos llevará a Los Molinos de Sipán por la margen izquierda del río Guatizalema, nos encontramos un crucero en muy mal estado del que tan sólo se conserva la basa y una pequeña parte del fuste, todo ello de piedra. Desde este mismo punto, si hubiéramos continuado de frente, el camino nos habría llevado a Loscertales o a Coscullano, y de coger el que sale a la derecha, nos habríamos dirigido al pueblo de Arbaniés.
El río Guatizalema (toponimo que proviene de “wadi salama” o “río de los Salama”, que fue legado por Banu Salama, perteneciente a una muy poderosa y tiránica familia oscense, de origen árabe, de la segunda mitad del siglo VIII; una influyente familia de la “Marca Superior” que estuvo emparentada con los Banu Qasi, quienes llegaron a mantener un gran poder político), tiene una longitud ligeramente superior a los 70 kilómetros y nace en las cercanías de la collada de Sierrahún por los alrededores de Nocito. Este río, que no es de aguas excesivamente turbulentas, atraviesa la sierra de Guara por las llamadas “Gargantas del Guatizalema”, antes de remansar sus aguas en el embalse de Vadiello, entre la sierra de Gabardiella (Gabardiella, 1696m) y lo que es la Cresta La Romera (con sus puntos más altos como son la Punta del Corcuezo -1666 m- y el Pico Fraginito -1749 m-) justo en las estribaciones del propio Tozal de Guara (2042 m).
Una vez superadas las “Gargantas del Guatizalema” sus aguas quedan embalsadas en el pantano de Vadiello, el cual, además de suministrar agua potable a la ciudad de Huesca, también riega extensiones de terreno de los municipios aguas abajo. Superados los estrechos existentes entre la presa de Vadiello y las zonas abruptas de La Almunia del Romeral y de Santa Eulalia La Mayor, se abre paso por las llanuras de La Hoya de Huesca, con un cauce encajonado y una vegetación típica de ribera, con muy pocas llanuras de inundación a lo largo de su recorrido, para desembocar en el río Alcanadre entre Venta de Ballerías y Peralta de Alcofea cerca de la ermita de Puimelero; en total, desde sus inicios hasta la desembocadura, el recorrido ha tenido un desnivel superior a los 1000 m. Las gentes de los pueblos de la ribera del Guatizalema le pusieron a este río el sobrenombre de “matapanizos”, pues cuando más se le necesitaba, sobre todo en épocas veraniegas, tenía y tiene unos fuertes estiajes que impedían el riego de los cultivos.
Los Molinos de Sipán, pequeño núcleo que todavía mantiene abierto y en activo un antiguo molino aceitero, también tenía un puente de origen medieval que fue devastado por las aguas a principio de la pasada década de los años sesenta.
De vuelta al saso de Loporzano, y antes de completar la vuelta circular que finaliza en Ayera, pasaremos por una zona de grandes extensiones de cereal y almendros y por unos terrenos donde abunda la coscoja. La carrasca también es muy abundante por el territorio.
Llegamos a “Piedra de los Moros”, un complejo de piedra arenisca que ha sido manipulada y excavada, que se halla en el interior de un pequeño carrascal y que pasaría totalmente desapercibido sino fuera por las señales indicativas. Es lo que podría considerarse como “la catedral” de la fertilidad; nada más llegar nos encontramos con una especie de gran falo esculpido en la piedra y un poco más adelante hay un agujero excavado en la roca para que una persona pudiera ponerse allí en cuclillas, que bien podría representar al útero. En la más grande de las rocas del afloramiento de arenisca allí existente, se procedió a la excavación de una serie de cillas o silos, comunicados entre sí, cuya misión era albergar cereales u otros alimentos para que incrementaran su poder fertilizante en futuras cosechas. Se calcula que este “templo de la fertilidad” pudiera datar de época musulmana (siglo X), pues, por aquel entonces había numerosos canteros moros por las tierras que circundaban la ciudad de Huesca, que para entonces se estaba fortificando.
Cuenta la leyenda que, en Santa Eulalia La Mayor (Santolaria), había un rey moro que tenía presa a su hija en la torre del castillo, la cual consiguió escapar dando un gran salto y fue a parar a este recinto, dejando impresas las pisadas de su caída en la propia piedra, una de ellas de un pie normal y el otro deforme.
Resulta curioso que, a partir de la Edad Media, todos aquellos lugares que no encajaban o no llegaban a tener unos determinados encuadres, de acuerdo con los parámetros de la época, enseguida los aculturaban como malignos o paganos, por lo que se les clasificaba con la acepción popular de “moro” (“cueva de los moros”, “piedra de los moros”, “castillo de los moros”, “pozo de los moros”, “fuente de los moros”, …. ….); todo el mundo tiene en la memoria algún lugar con dicho calificativo.