Ruta entre Chía y Seira

Hace ahora un año, recorrimos el Congosto de Ventamillo por lo que su margen izquierda, que resultó ser una excelente excursión con unas espectaculares vistas sobre el interior y fondo del estrecho desfiladero que se hallaba bajo nuestros pies. Hoy, 18 de mayo de 2016, para completar la vuelta circular sobre este precioso cañón, formación geológica que, en este valle del Ésera,  sirve de nexo de unión entre lo que es  la Alta y la Baja Ribagorza, o lo que es lo mismo, entre el valle de Benasque y las tierras bajas.

Este pequeño recorrido, de apenas 10 km, lo iniciamos en el pequeño pueblo de Chía para acabar en el de Seira, dos pequeñas poblaciones unidas por lo que fue la antigua Cañada Real de San Nicolau, la cual quedaba unida a la Cañada Real de Plan, que bajaba por el valle de Barbaruens, justo donde las aguas de la Aigüeta de Barbaruens se vierten a las del  río Ésera. Actualmente, se halla señalizado como PR HU-51.

 

Comenzamos la andada en Chía, un pueblo que linda con el cercano valle de Gistaín, éste ya en tierras del Sobrarbe, que comunica con Plan por medio de una pista rodada que atraviesa el collado de Sahún (2010 m) ya en las postrimerías del Parque Natural  Posets-Maladeta. Geográficamente esta población se halla situada sobre un pequeño altiplano, una vez superada la empinada costera del cerro de Santa Quiteria y en la misma falda de la sierra de Chía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos encontramos en la zona de las Sierras Interiores o Lámina de Boixols, que cruzan la comarca de Ribagorza transversalmente y que vienen a cerrar el valle de Benasque por su lado sur, donde sobresalen los macizos de Cotiella (2912 m) y El Turbón (2492 m), y las sierras de Ferrera (1827 m), Chía (2512) y  Baciero (2115 m). Justo a la entrada de lo que es el congosto de Ventamillo, en las estribaciones de la sierra de Chía. Las vistas desde este lugar son espectaculares, con el pico Gallinero y sus vigilantes  2732 m sobre el valle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Enfrente mismo, y a modo de cerramiento de esta cubeta, tenemos el macizo de El Turbón, un lugar atrayente y muy emblemático, donde, según las leyendas populares, se congregaban las brujas y realizaban sus excéntricas prácticas, tales como sus aquelarres y sus frenéticas danzas (ver ruta: Laspaúles – Tozal de Puntons). Es por ello que, por estos lugares, se prodigan las ermitas, las cuales tenían como misión proteger a estos parajes de los malos espíritus y de las influencias negativas brujeriles; no muy lejos de aquí tenemos la “Virgen de la Encontrada”, “San Martín”, “San Antonio Abad”, “Nuestra Señora de Gracia”, la arruinada “Santa Ana”, o en el mismo camino, ya muy cerca de Seira, “La Piedad”, por la que pasaremos, entre otras muchas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Chía, es un pueblo muy bien conservado y rehabilitado. Además de la ganadería, destaca por el cultivo de sus “famosas patatas”, además por los saltos de parapente. En otro tiempo, no muy lejano, aunque parezca paradójico, la principal producción de Chía era “el cacao”, y ello era debido a que uno de los miembros de la familia Castán, Mariano Mora, probó fortuna en Guinea Ecuatorial, antigua colonia española, y arrastró tras de sí a un gran número de personas del pueblo e incluso del valle. Otro personaje importante del pueblo fue Joaquín Mallo Castán, que llegó a ser incluso alcalde de Santa Isabel (hoy Malabo), para después dedicarse a la política y ser un firme defensor del “circuito pirenaico” que contemplaba la realización y apertura de nuevas vías de comunicación, entre ellos el hoy todavía no construido  Túnel de Benasque que iba a servir para pasar a Francia y podía haber sido un buen revulsivo para la economía de la Comarca de Ribagorza y territorios adyacentes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El camino que nos llevará hasta la cercana población de Seira, y que salva el Congosto de  Ventamillo, era una ruta  tradicional de comunicación del valle de Benasque con las tierras más bajas y con el valle de Barbaruens. La actividad humana por esta zona estuvo muy condicionada por factores topográficos, donde el acusado relieve resultó ser un elemento muy determinante y fue un agente vertebrador y potenciador de las relaciones entre la gente del mismo valle, pero esas mismas condiciones geográficas era lo que impedía  una relación normal  con las gentes de otros valles o comarcas vecinas, pues, además de unas exigentes rutas, las inclemencias climatológicas también tenían mucho que decir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La necesidad impuso trazar las vías de comunicación, muchas veces a través de estrechos pasos ajustándose a los cursos de agua o desfiladeros, donde los peligros acechaban en la figura de salteadores o ladrones,  o por lo alto de unas sierras empinadas para poder salvar los accidentes geográficos. En bastantes de sus tramos, el camino todavía conserva su empedrado original, pues, al ser una zona en la que, tradicionalmente, llueve bastante, se facilitaba en tránsito de las aguas y se conservaba mejor la calzada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Durante la última glaciación, “”Würm””, hace unos 80/30 mil años, todo este valle (con el típico perfil en U –artesa-) estaba cubierto por un extenso glaciar, de unos 36/40 km de largo y unos espesores de entre 600/800 m, que era la conjunción de otros glaciares formados en la zona axial (“Remuñé”, “Literola”, “Estós”, “Eriste”, “Sahún”, “Cregüeña”, “Vallibierna” y “Remascaró-Ampriu”) y  que descendía hasta el mismo  Ventamillo, cuyo torrente de fusión excavó el actual y profundo cañón, hasta juntarse con la lengua glaciar que descendía del Circo de Armeña en el macizo de Cotiella.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las vistas sobre los cercanos macizos de Baciero y de Cotiella han resultado ser de lo más espectacular, con una vegetación exuberante y de diversas tonalidades verdosas.

 

 

Una vez superada las partidas de las Graderas y la Portiella, se empieza a tener una buena vista del valle de Barbaruens, así como del pueblo de Seira. El camino, en suave descenso hasta la ermita de La Piedad, se va ajustando al relieve de la ladera teniendo que salvar algún pequeño barranco.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde la ermita de La Piedad, pasando por el Alto de la Cruz, se inicia una fuerte bajada hasta el pueblo viejo de Seira, para continuar el descenso hasta el puente que cruza el río Ésera y que nos lleva a nuestro destino final, que no es otro que la Colonia nueva de Seira, un lugar levantado junto a la carretera N-260 coincidiendo con la construcción de la Central-Hidroeléctrica en las primeras décadas del pasado siglo. Nos dio tiempo para poder visitar el Museo de la Electricidad que se halla en los bajos del Ayuntamiento.