Ruta entre Betorz y el Tozal de Asba
Hoy tocaba Comarca de Sobrarbe, dentro de los confines del municipio de Bárcabo, y además una ruta que teníamos prevista desde hace tiempo. Ascensión al Tozal de Asba (1441 m) desde el pequeño pueblo de Betorz, con un desnivel ligeramente superior a los 400 metros, y un recorrido de poco más de 8 km., ida y vuelta.
El día, 23 de marzo de 2016, ha estado bastante despejado y con una temperatura agradable, aunque al principio corría una brisa un tanto fresquita, indicativa de que la nieve no andada muy lejos, como hemos podido ir corroborando a medida que íbamos subiendo, pues, al final, no mucha por cierto pero hemos tenido que pisar algo de nieve. El panorama que se divisaba desde lo alto del Tozal ha sido de lo más espectacular, con una cordillera pirenaica cubierta de blanco que parecía teníamos a nuestro alcance y que podíamos tocar con la mano, además de unas vistas excelentes sobre los macizos de Cotiella, El Turbón, y la Peña Montañesa, así como la gran planicie que se extendía a nuestros pies de Santa María de la Nuez, El Coscollar, Paules de Sarsa y Arcusa, surcada por el río Vero en su discurrir hacia las estrechas gargantas de la sierra de Guara.
Nos hallamos justo en lo que es la parte más al norte del área geográfica que abarca lo que es el Parque Cultural del Río Vero, enclavado éste, a su vez, dentro de lo que es Parque Natural de la Sierra y Cañones de Guara, al sur de la Comarca de Sobrarbe que linda con el norte del Somontano. Como ya he comentado en alguna otra ocasión, el Parque Cultural del Río Vero, es depositario de un interesante patrimonio cultural y natural, con un variado y rico conjunto de manifestaciones rupestres concentradas en un buen repertorio de cuevas y covachas de época prehistórica que albergan distintos de los estilos pictóricos identificados, con dataciones del Paleolítico, Epipaleolítico o Enolítico (abrigos o cuevas como las de Chimiachas, el tozal de Mallata, Barfaluy, Regacens, Arpán, Quizáns o la Fuente del Trucho, considerada esta última como el “gran santuario” del arte paleolítico en Aragón, forman parte del conjunto).
La población de Betorz, ubicada a levante de las mismas faldas de lo que es la sierra de Asba, tiene como eje central una sola calle, que es la carretera, y se distribuye en tres barrios: el castillo, medio y bajo. Todos sus edificios están construidos en piedra y techados con losas, con unos patios empedrados también. Es un pueblo que pertenece al municipio de Bárcabo, junto al propio Bárcabo, Lecina, Almazorre, Santa María de la Nuez, Eripol, Hospitaled, Paules de Sarsa o El Coscollar.
En lo más alto del pueblo, justo donde se acaba la carretera asfaltada, se yergue dominante sobre el núcleo urbano la iglesia parroquial, de advocación a las Santas Nunilo y Alodia, que data de los siglos XVII/XVIII. (Sobre estas santas-mártires, estrechamente ligadas a la parroquial de Adahuesca, cuenta la historia que nacieron en el siglo IX, de padre musulmán y madre cristiana, y aunque la ley que imperaba por aquel entonces, decretada por Abderramán II, exigía que las personas nacidas de un matrimonio mixto debían de profesar el islam, recibieron, por parte de la madre, una educación cristiana. Tras morir sus padres y quedar bajo la tutela de un tío paterno, se les persuadió para que se acogieran a la fe musulmana, pero ambas hermanas permanecieron fieles a sus creencias cristianas por lo que fueron denunciadas y presas, para ser finalmente decapitadas en Huesca en el año 851. En la actualidad, sus reliquias se veneran en el monasterio de Leyre, en Yesa – Navarra).
Betorz cuenta con una pozo-fuente, de rica agua fresca, con su correspondiente lavadero y abrevadero a las afueras del núcleo urbano, justo en lo que es el cruce de caminos con los que se dirigen a Santa María de la Nuez o Almazorre. En la andada que hicimos en junio pasado, pasamos por el lugar y dejamos una muestra fotográfica de ello. No se quiere dejar en el olvido, las cruces, de piedra caliza blanca, incrustadas en las paredes de las casas y que señalan el “vía crucis”.
Comenzamos la subida al Tozal de Asba por una pista rodada que hay justo en lo más alto del pueblo, una vez pasada la iglesia. En un principio hay que afrontar un pronunciado desnivel, pero sin ningún problema. A medida que vamos subiendo, observamos el gran trabajo realizado por los antiguos lugareños, en cuanto a construcción de paredes delimitando las fincas y muros de contención para ir ganando pequeñas parcelas de cultivo de forma escalonada sobre las laderas, una labor ardua y fatigosa, pues aquí la piedra la tienen “como por castigo”, siendo la caliza la que predomina por todo el entorno y que da lugar a una gran cantidad de cuevas y oquedades.
En la medida que vamos ganando altura, el erizón o escarpín, una especie de arbusto espinoso, va ganando en presencia invadiendo el territorio. En zonas sombrías, donde no llega el sol, todavía permanece la nieve. La sierra de Balcez, con sus crestas, viene haciendo acto de presencia cada vez más, con la punta del Cabezo de Guara (1870 m) y el Tozal de Guara (2077 m), con bastante nieve acumulada en sus cumbres, como telón de fondo paisajístico. Unos impresionantes paisajes de las deshabitadas tierras de la sierra de Guara aparecen ante nuestros ojos, recorridos que ya hemos hecho en otras ocasiones (pozos de nieve de Bagüeste) y que valen mucho la pena realizar por su interés.
Todo el entorno por el que nos movemos hoy, está impregnado de leyendas populares sobre prácticas y rituales de brujería así como de sus aquelarres. De hecho en Santa María de la Nuez y en Eripol, muy cerca de aquí, se hallan las “Cuevas de las Brujas”, en las cercanías de Lecina la “Cueva de la Mezquita o de Palomera”, subiendo al Tozal de Asba hemos pasado muy cerquita de la “Cueva de Sotorraña”, de la que se cuentan también algunas historias. La pradera de Asba, un poco antes de llegar a la cumbre, es un mágico emplazamiento donde se han fomentado todo tipo de leyendas sobre las reuniones de brujas que subían aquí a celebrar sus ritos cantando y bailando de forma frenética, y, además, estaban a la vista de otras famosas reuniones brujeriles que se celebraban en el macizo de El Turbón, la Peña Montañesa o el castillo de Boltaña, visibles, aunque en la lejanía, unos lugares de otros.
Una pequeña y coqueta caseta de piedra, a modo de refugio, se levanta en el centro de la pradera de Asba. Junto a la misma existe también una balsa que servía de abrevadero para el ganado que allí pastaba, tampoco hay que olvidar que, no muy lejos de allí, transcurre la cabañera entre Mequinenza y Broto, en su paso por la sierra de Sevil.
Desde lo alto del Tozal de Asba, donde se halla enclavada una cruz, restaurada no hace mucho tiempo, se tiene una excelente panorámica, hasta donde la vista alcanza, de todo lo que es la cordillera pirenaica (Monte Perdido, las Maladetas, los Besiberris, … …), además de los macizos de Cotiella, Turbón o la Peña Montañesa; el tozal de Palo, la sierra de Muro de Roda, el pantano de Mediano, el castillo de Samitier, la sierra de Arbe, …. …., así como la extensa llanura que se extiende al pie de las escarpadas laderas del Tozal y donde están emplazados los pueblos de Santa María de la Nuez, Paúles de Sarsa, El Coscollar, Arcusa, …. ….
De regreso, nos paramos en Lecina para contemplar la impresionante “carrasca de Lecina” (llamada la Castañera de Carruesco), una milenaria encina que ha sido testigo de multitud de pactos, reuniones de concejos, tratos, acuerdos judiciales y bodas, celebradas a resguardo de su gran copa arbórea. Esta gran encina, un gran símbolo conservado y que es objeto de especial protección, ha estado también ligada a muchas leyendas de brujas y otras tradiciones de la zona. Este tipo de árboles siempre se han considerado como sagrados por las antiguas civilizaciones.